IX

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Artículo tras artículo, test de personalidad, testimonios, en fin, todo material que arrojó el buscador, Sergio lo leyó o escuchó, y, en el proceso, mientras resolvía dudas, otras más nacían. Se encontró con artículos que no solo hablaban de bisexualidad, sino también de otros términos que le resultaban sumamente nuevos, como pansexualidad, asexualidad, demisexualidad, sapiosexualidad e incluso encontró un artículo de un grupo de hombres que decían disfrutar del sexo con sus congéneres, pero que no se consideraban homosexuales, éste en específico fue sumamente confuso. Era demasiada la información que en algún punto fue abrumadora y necesitó de un descanso.

Para despejar su mente comenzó  navegar en sus redes sociales, viendo las publicaciones de sus amigos, de su familia, riendo con algunos memes o videos graciosos que compartían. Vio también las publicaciones de algunos de sus compañeros de la F1, rio divertido con los reels de Yuki y de Valtteri, comentó en un par de fotos de Carlos y Fernando, y reaccionó en cuanto vio otras tantas que Lewis subió donde se le veía jugando con Roscoe.

En su recorrido le aparecieron un par de videos de Red Bull Racing, contenido que habían grabado con Max y con él para promocionar a la escudería. Como si le hubiese sido difícil evitarlo, terminó por entrar a ese perfil y ver todas las publicaciones en las que ambos salían posando juntos para las cámaras y luego en las que solo aparecía Max. Vio una por una las fotos, aquellas en las que el piloto neerlandés estaba en el monoplaza, bajando de éste o encima celebrando una nueva victoria; los close up donde, con el casco puesto, solo podían verse sus ojos, tan azules como el cielo y con una mirada tan intensa que a pesar de llevar el color del mar, parecía quemar como fuego. Una vertiginosa sensación comenzó a tomar fuerza en su estómago con cada imagen, tomando tal intensidad que en algún punto llegó a retumbar en su pecho, ver a Max le estaba provocando un sinfín de emociones y entonces, recordando lo que Neil le había dicho en terapia, comenzó a cuestionarse ¿Por qué se sentía de esa manera con solo ver aquellas fotos? ¿Qué era lo que le provocaba estar viendo en esos momentos sus ojos, sus labios, su sonrisa y hasta su expresión seria o soberbia? ¿Cómo era posible que solo con un beso Max hubiese podido cambiar la manera con la que ahora lo veía?

Extrañamente ahora comenzaba a poner más atención a cada uno de sus rasgos, de sus expresiones, a la manera con la que reía. Muchos de los comentarios que había recibido sobre Max antes de entrar a la escudería, habían sido sobre el carácter de mierda que se cargaba, pero, en retrospectiva, de todo el tiempo que llevaba conviviendo con él, solo podía recordarlo riendo a carcajadas en cada ocasión, exceptuando la situación de Brasil, claro. Pero, en general, cuando estaban juntos, Max siempre reía, con sinceridad y con ganas y, aunque en aquellos momentos Checo no lo reconoció, ahora se daba cuenta de que él mismo se esforzaba por hacer o decir cosas que pudieran detonar esas risas, tonterías que pudieran ser recompensadas con ese dulce sonido o con las miradas llenas de brillo que lo acompañaban.  Recordó cada momento, cada instante que habían compartido desde que se habían hecho compañeros y entonces cayó en cuenta de todas esas veces en las que había sorprendido a Max mirándolo de manera especial, sonriéndole con ternura o incluso buscando tocarlo sin necesidad alguna ¿Cómo es que no lo había notado antes? ¿Cómo es que no se había dado cuenta?

Viendo aquellas publicaciones de Red Bull, se encontró con viejas fotografías de la escudería en las que aparecían un trío de jóvenes toros: Carlos, Max y Daniel, posando muy sonrientes y abrazados. Sergio prestó atención a los otros dos chicos a los costados del neerlandés, Carlos con esos enormes ojos cafés y expresión coqueta y Daniel con aquella sonrisa gigante que lo caracterizaba; tanto del español como el australiano se podría decir que eran hombres atractivos, vamos, que él con frecuencia era testigo de cómo las chicas solían gritarles o pedirles fotografías, pero, desde el análisis en el que se encontraba y haciendo una comparativa con Max, la verdad fue que ninguno de esos otros dos hombres pudo despertar en él aunque sea un mínimo de interés, de hecho, el solo imaginar si quiera un beso con Carlos, quien era su amigo de hacía ya algunos años, le resultó casi impensable, es más, hasta pudo estar seguro de que sus labios de ninguna manera se sentirían como los de Max.

Terapia de ParejaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora