Su estómago burbujeaba como caldero de bruja. Los nervios y la ansiedad que lo invadían en esos momentos le estaban causando tal acidez que incluso sentía su ropa empapada por el sudor. Miraba hacia la puerta enfrente ellos, apretando a cada segundo con más fuerza la mano de Sergio, haciéndole saber sin decirle nada, lo ansioso que se encontraba. Checo miró hacia abajo, hacia el agarre de sus manos, sonriendo enternecido al notar el modo en que Max le sujetaba y cómo azotaba con rapidez su pie contra el piso. Suavemente acarició el dorso de su mano con su pulgar, tratando de calmarlo, aunque de nuevo le sintió tensarse en el instante que por segunda ocasión presionaba el botón del timbre a un costado de la puerta.
-Debimos haber traído flores- dijo Max con un ligero tono de angustia.
Checo solo sonrió, enternecido ante la actitud de su chico –No habría estado mal, pero, créeme, no le importará-
-…Debí ponerme la camisa blanca, creo que ésta me hace ver gordo…- dijo de la nada, sorprendiendo a Sergio ante tal declaración ¿De dónde venía esa inseguridad?
-Hey, Maxie…- verlo nervioso le había parecido gracioso al principio, pero ahora comenzaba a preocuparle. Con cuidado sujetó su rostro, dando una suave caricia a su mejilla tratando de calmar la ansiedad que insistía por apoderarse de Max –Te ves muy bonito, esa camisa te queda de maravilla- le aseguró –No tienes por qué estar tan nervioso, todo saldrá bien-
Una débil sonrisa se dibujó en sus labios, adoraba que Checo supiera tan bien cómo tranquilizarlo. En ese momento la puerta era abierta por una joven mujer que con alegría saludó a ambos visitantes.
-¡Joven Sergio! ¡Joven Max! Bienvenidos- les decía con una enorme sonrisa, haciéndose a un lado para permitirles la entrada.
-¡Hola Clarita!- le saludó el mexicano, soltando en ese momento la mano de Max, solo para poder darle un abrazo a la mujer -¿Ya llegaron todos?-
Max solo le saludó de manera cortés con un apretón de manos, buscando después la de Sergio para volver a sujetarse de él mientras caminaban hacia el interior de la enorme casa.
-Si joven, sus hermanos están con su papá en la sala y doña Maru está en la cocina terminando de preparar la comida- les informaba al tiempo que los guiaba hacia la sala antes mencionada.
Max les seguía sin decir nada, aunque había estado tomando cursos de español, aún no lograba comprenderlo del todo, la verdad es que solo sabía lo más básico, así que se enteró de muy poco de lo que Checo hablaba con Clarita; mientras caminaban por los pasillos, él se dedicaba a observarlo todo, las decoraciones, las macetas con plantas por aquí y por allá, las fotos, esa casa se sentía tan acogedora y familiar, tan llena de vida y de armonía. No era lujosa ni extravagante como las casas de sus compañeros pilotos o como sus departamentos en Mónaco y Milton Keynes, pero definitivamente se sentía tan cálida como debería sentirse un hogar. Al llegar a la sala, tal y como Clarita ya lo había dicho, se encontraron ahí con el señor Antonio Pérez y sus dos hijos mayores, Paola y Antonio Pérez. Los tres se pusieron de pie en cuanto les vieron entrar, recibiéndoles con enormes sonrisas y abrazos que se sintieron realmente cariñosos y sinceros. Max pudo sentirse bienvenido y al fin respiraba con un poco de tranquilidad, eso claro, antes de nuevo tensarse al escuchar la voz de la señora de la casa a sus espaldas.
-¡Mi amor! Al fin llegaron- decía la señora Marilú Mendoza.
Ambos giraron en su dirección, pero el primero en acercarse a ella para saludarla y abrazarla fue Sergio –Hola, Mamá-
-Hola, mi amor- le respondía el saludo, manteniéndolo entre sus brazos unos instantes más, dando suaves apapachos a su espalda -¿Cómo te sientes? Lamento mucho lo de la carrera- le decía con ese tono de mamá que buscaba consolar.

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Terapia de Pareja
Romansa|Después de lo sucedido durante la carrera en São Paulo durante la temporada 2022, la relación laboral entre Max Verstappen y Sergio Pérez se ve seriamente afectada, tanto así, que las constantes riñas y recriminaciones, comienzan a afectar al equip...