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“Final feliz o...¿No?”

Los días siguientes se convirtieron en una tortura lenta y constante para Shoto. Aunque Enji cumplió con su castigo, lo que realmente lo carcomía era la constante vigilancia, la sensación de estar atrapado en una jaula dorada, su propio hogar. Cada rincón de la casa parecía cerrado, sofocante, como si las paredes se estrecharan a su alrededor, alimentando una creciente desesperanza.

Shoto se encontraba en su habitación, tumbado en la cama como si estuviera hecho de plomo. A pesar de no hacer más que estar allí, sentía un agotamiento que iba más allá de lo físico, una fatiga que se alojaba en lo más profundo de su ser, en su mente y en su corazón. Estaba sumido en sus pensamientos cuando un suave toque en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Giró la cabeza lentamente, reconociendo la voz de su hermana Fuyumi seguida de Touya y Natsuo.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó Fuyumi con una suave preocupación en su voz, sentándose en el borde de la cama.

Shoto la miró, con la vista algo nublada y con cierta amargura.— Supongo que podría estar peor.

Natsuo, con el ceño fruncido por la preocupación, se acercó a la cama de su hermano menor, sus ojos reflejando la impotencia de no poder aliviar su dolor.

—Shoto, sabemos que esto es difícil. Pero tenemos que pensar en cómo enfrentar al viejo. No podemos permitir que te destruya por querer ser feliz.

—Puedo decirte todo lo que hice para que aceptara mi relación con Geten. —Comentó Touya con una sonrisa, tratando de aliviar el sentir de su hermano.

Natsuo soltó una risa sarcástica.—Si a eso le llamas que lo aceptó, ilústranos.— Contestó, cruzando los brazos, mientras un amago de sonrisa se asomaba en sus labios.

Sin embargo, antes de que pudieran continuar, la puerta se abrió bruscamente y Enji entró en la habitación. Su presencia llenó el espacio de una energía pesada, como una tormenta a punto de estallar.

—¿Qué está pasando haciendo aquí? —Demandó con una voz que no admitía desobediencia, sus ojos recorriendo a cada uno de sus hijos con severidad.

Fuyumi fue la primera en contestar.— Estamos hablando con Shoto. Esto ha ido demasiado lejos, padre. No puedes seguir castigándolo por querer ser él mismo.

Enji frunció el ceño.—Fuyumi, no tienes idea de lo que estás diciendo. Su futuro depende de decisiones correctas.— replicó.

—¿Decisiones correctas? ¿Quién decide qué es correcto? ¿Tú? Shoto tiene derecho a amar y ser amado. Si no puedes ver eso, entonces eres el problema.—Intervino el pelinegro.

Las palabras de Touya tomaron a Enji con una fuerza inesperada. Su postura, habitualmente firme e intimidante, titubeó por un breve instante.

—Padre, he tomado una decisión.—dijo Shoto, con una firmeza que sorprendió incluso a él mismo.—No voy a terminar mi relación con ellos. Y mis hermanos están conmigo en esto.

Enji relajó su postura y los miró con una expresión difícil de leer, una mezcla de agotamiento, confusión y quizás, solo quizás, una pizca de resignación.

En ese instante, Enji se dio cuenta de que la unidad de sus hijos era más fuerte de lo que él había previsto. Recordó aquellos días lejanos cuando eran niños y se unían, dejando de lado sus diferencias, para conseguir lo que querían. Hacía tanto tiempo que no veía esa unión, que un atisbo de nostalgia lo invadió. Por primera vez, comenzó a cuestionar si sus métodos y sus expectativas, estaban realmente protegiendo a su familia o si, en cambio, los estaban destrozando.

El silencio se apoderó de la habitación, pero esta vez no era una tensión destructiva, era extraña.

Finalmente, Enji rompió el silencio.—Está bien.—Dijo, su voz menos cortante de lo habitual.—Tú sabrás cómo manejar esto cuando se te salga de las manos, y si tus hermanos confían en ti, supongo que es suficiente. Pero eso no significa que yo lo haga.

Shoto sintió una ola de alivio y una profunda satisfacción. Poco le importaba si su padre confiaba en él o no; lo que realmente importaba era que sus hermanos estaban a su lado.

Cuando sus hermanos salieron de la habitación, Shoto se quedó solo por un momento, procesando lo que acababa de suceder. Tomó su teléfono, que le había sido devuelto, y lo encendió para comunicarse con sus novios. Sin embargo, al abrir su bandeja de entrada, encontró un mensaje que hizo que toda la alegría que había sentido se desvaneciera en un instante, reemplazada por una tristeza profunda.

Deseo amado || TodoBakuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora