Deseo amado || TodoBakuDeku

52.

"Culpa"

Para mala suerte de los chicos, llegó la temporada de exámenes finales, por lo que no podían pensar claramente en cómo hablar con el bicolor.

Ese día estaban estudiando juntos; se les había convertido en una especie de rutina, aunque aún seguían sintiendo la ausencia de Shoto.

De la nada, Bakugo dejó su cuaderno y soltó un largo suspiro.

—¿Sucede algo? —Preguntó el peliverde, ladeando ligeramente la cabeza.

El rubio lo miró con una mirada seria.—Tal vez si no hubieras sugerido que termináramos con él ese día, Shoto estaría aquí con nosotros estudiando.

Izuku lo miró sorprendido, sintiendo una especie de culpa surgir en su pecho. ¿Acaso había pensado eso todo este tiempo?

—Y-yo... tú también estuviste de acuerdo.—Le recriminó.—Y tampoco pusiste mucha resistencia ante la idea.

Los dos se miraron con el ceño fruncido. El ambiente, de un momento a otro, pasó a ser incómodo. Sin embargo, Bakugo soltó un bufido, recostándose un poco sobre su cama.

—Lo siento... Es que lo extraño. No sabes cuánto lo extraño. Extraño su presencia, las idioteces que podían salir de su boca, su sonrisa, todo... demonios, no pensé que esto fuera a doler tanto. No quise culparte por esto, lo siento.

Por primera vez en su vida, Midoriya escuchó cómo su voz se quebraba. Se acercó a él y lo abrazó. A él también le dolía haber tomado esa decisión y a veces se preguntaba por qué la hizo. En ese momento no encontró otras opciones, pero fue algo muy precipitado.

Izuku sintió que debía decir algo más para consolar a su novio, pero las palabras no llegaban, podía sentir ese dolor porque también lo estaba experimentando. Finalmente, decidió que el silencio era suficiente. Bakugo no necesitaba palabras en ese momento, solo consuelo.

Pasaron unos minutos así, en silencio, hasta que Bakugo se separó ligeramente, mientras el peliverde se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano.

—Vamos, tenemos que seguir estudiando. No quiero reprobar.—Dijo Bakugo, tratando de recomponerse.

Izuku asintió, forzando una sonrisa. Ambos volvieron a sus libros, pero ahora había una comprensión mutua nacida del dolor compartido.