Venganza

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Miré el atardecer desde lo más alto de un árbol, mecido por la brisa y sintiendo la caricia del sol
en el rostro. El cielo era inmenso, como lo era las montañas del horizonte, de un azul cada vez más oscuro a medida que el cielo se teñía de malva, naranja y rojo.

Cerré los ojos y tomé una profunda bocanada de aire. No quería pensar en nada, pero era difícil no hacerlo.

—En serio, Beomgyu, no sé si lo haces a propósito, pero que sepas que esa actitud de omega intenso y atormentado, no me pone nada.

Abrí los ojos y bajé la mirada. Unas pocas ramas más abajo estaba Yeonjun sentado, con las piernas colgando en el aire y su cola de tigre balanceándose lentamente a su espalda. Esta vez no me había sorprendido, no del todo, porque, un poco antes de su voz, llegó hasta mí un aroma a menta y miel.

Descendí de un salto y aterricé en una rama cercana a la suya, haciéndola agitarse bajo mi peso.

—Creía que lo de la barba tardaba más —respondí.

El alfa salvaje seguía como siempre, con la excepción de que ahora, bajo su nariz y entre los largos bigotes, había aparecido la sombra de un incipiente vello facial; tan colorido y atigrado como el resto de su pelo.

Yeonjun se llevó una mano a la barbilla y la frotó mientras una suave sonrisa se extendía por sus labios.

—Suele tardar más —afirmó—, pero depende de la cantidad de baba omega que hayas comido. Y yo me comí mucha ayer... —terminó ronroneando.

—Ah... entonces es por la ingesta y no por el contacto con la cara por lo que se produce la barba.

Yeonjun echó atrás la cabeza y llenó lo alto de las copas con su risa grave y profunda.

—Dime, Beomgyu—dijo, volviendo a mirarme—, ¿te han enviado aquí para espiarnos o para investigar nuestra cultura? Siempre pareces muy interesado por los temas más tontos...

Me encogí de hombros.

—Tengo curiosidad —reconocí—. El hecho de que solo te salga barba cuando me comes el culo, me parece algo fascinante.

Yeonjun volvió a reírse, pero un poco más bajo y menos tiempo que la primera vez.

—Entiendo que me encuentres fascinante, Beomgyu, pero yo no soy de esos alfas que puedas pararte a estudiar... —entonces ladeó el rostro y me miró por el borde superior de sus ojos de jade—. Conmigo hay que pasar rápido a la práctica.

—Mmh... has hilado bien la frase, pero al final te ha quedado algo tonta.

—¿Tonta? —bufó y puso expresión incrédula—. Ha sido muy graciosa, y lo más importante, cierta.

Apreté los labios y moví la cabeza de lado a lado, como si me lo pensara pero no tuviera muchas dudas de la respuesta que elegiría a continuación.

—Que todos los omegas que vengan a visitarte se rían de tus bromas, no significa que seas gracioso, Yeonjun.

—Oh... —jadeó, volviendo a sonreír antes de arquear una ceja—. ¿Y ese ataque tan barato, Beomgyu...?, ¿Me sacas un poquito de barba y ya te crees mi dueño?

—¿Ataque? —pregunté, como si no entendiera el significado de esa palabra—. ¿Por qué sería un ataque? ¿Acaso te ofende que hable de esos omegas que, como tu insistes en decir todo el rato, no paran de visitarte?

—No, no me ofende en absoluto.

—Entonces no es un ataque, Yeonjun, solo la verdad...

El alfa no respondió a eso. Volvió a ladear el rostro y un leve ronroneo bajo y gorgoteante llegó desde lo profundo de su garganta.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora