Pulsera Omega

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Kai había vuelto de Vega de Miel con ligeras ojeras bajo los ojos, postura cansada y una
mueca asqueada en el rostro, el tipo de expresión que no te esperas ver en alguien que se hubiera pasado la última semana de celebración.

—¿Ha ocurrido algo? —le pregunté en el desayuno—, ¿o solo tienes resaca?

—Vega de Miel ya no es lo que era, Mentita —se limitó a responder.

—No le hagas ni caso —dijo Ryujin a mi lado, la cual, al contrario que el omega-conejo, sí parecía habérselo pasado muy bien en Prado Dorado—. Está enfadado porque el alfa que le gustaba prefería a los omegas felinos y le rechazó una docena de veces.

—A mí no me rechaza nadie —declaró Kai con tono cortante mientras daba un puñetazo a la mesa—. Ese alfa de mierda era un puto especista.

—¿A qué le llamáis aquí a «especista»? —le pregunté a Koal, a mi otro lado.

—A que no le gusta una especie animana o que la rechaza —me explicó, aunque tuviera ya la mitad de una manzana en la boca.

—No era especista —respondió Ryujin con un suspiro y los ojos en blanco—. Simplemente tenía un gusto específico y limitado, ya está.

—¿Estáis hablando de Taiguer? —preguntó una voz a mis espaldas. No tuve que siquiera girarme para reconocer esa voz y percibir el aroma afrutado y dulce.

—¿Y a ti qué cojones te importa? —le soltó Kai, quien desde hacía poco tenía muy enfilado a Jungwon; y con razón, la verdad—. Vete a poner el culo por ahí como hacías con todos los alfas de la Vega.

Jungwon se limitó a reírse como si solo hubiera sido una broma y, con toda tranquilidad, se hizo un hueco al lado de Goto en la mesa.

—No puedes gustarle a todos los alfas, Kai —le dijo antes de encogerse de hombros y poner una sonrisa triste en su hermoso y pálido rostro—. Taiguer era muy atractivo y fuerte, podía permitirse elegir lo que quisiera.

—Que os quede bien claro a todos —dijo el omega-conejo, echando una fría mirada de lado a lado de la mesa—. A mí no me rechazó nadie, solo digo que es una vergüenza que los alfas de Prado Dorado se hayan convertido en unos asquerosos especistas de mierda.

—Por el Todo... —resopló Ryujin, como si ya estuviera demasiado cansada del tema.

—Si tanto te gustan los alfas-tigre, pídele consejo a Beomgyu—dijo entonces una voz en la esquina, una que olía a melocotones, tenía orejas de gato, largos bigotes y muy, muy poca inteligencia.
La mesa se quedó en repentino silencio y, con mucha tranquilizad, me volví en dirección a Goto.

—¿Por qué dices eso? —le pregunté.

—No sé —respondió él, demasiado centrado en apartar las espinas de su pescado recién sacado de las brasas como para mirarme a los ojos—. Tú hablas mucho con Yeonjun el salvaje, y él es el único gran felino de Mil Lagos —se encogió de hombros.

—Hay muchos felinos en Mil Lagos —le escupió Kai, ya al borde de la mesa y dispuesto a atacar directo a la yugular—. ¿Por qué has pensado tan rápido en Yeonjun, Goto? Quizá el que quiera consejos seas tú...

Detuve a Kai con un gesto de la mano antes de que, literalmente, le saltara a la yugular.

—Oh, sí que hablo con él —afirmé antes de sonreír más—, después de todo, le llevo las cartas que le mandan, como a San —miré un momento a Jungwon—. Y cuando responden a esas cartas, las traigo de vuelta al Pinar. Aunque... —fruncí el ceño y fingí pensarlo un momento—, ahora que lo pienso, muchas de esas cartas no salen de aquí...
Fue Jungwon el que rompió la tensión con una de sus altas carcajadas y agitó su mano en el aire para restarle importancia.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora