El celo

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En el fondo, el celo siempre me había dado miedo.

No era un momento feliz para mí, solo frustración, impotencia, una necesidad que no cesaba y tristes remedios para saciarla. La marcaba en el calendario y me daba un pequeño ataque de angustia cuando pasaba la página del mes y veía ese círculo rojo. «Vas a pasarlo mal esta semana, Beomgyu», es lo que pensaba.

Por eso me sorprendió tanto que todos los demás lo vieran como algo que llevaran esperando demasiado tiempo.

Estaban emocionados, impacientes, contando los días y haciendo todos los preparativos como si se tratara de un momento de celebración y júbilo.

En El Pinar tenían incluso una fiesta y todo: una última cena dos días antes de que todos los omegas corretearan en la oscuridad en busca de su alfa.

La llamaban «Las omegarias».

Esos últimos tres días hasta la llegada del celo, toda la comarca se paralizaba. Todos los trabajos cesaban y toda la producción se detenía, porque todos los alfas tenían un asunto más importante al que atender. Bueno, excepto el alfa de siempre, por supuesto. Él era especiaaalll.

—Tenemos que enjaular a todos los animales, ordeñar a las vacas y dejarles alimento de sobra a los cerdos, y revisar que no se anegue el pozo, y después tendríamos que subir la madera para la estufa y preparar la comida para estos días. Había pensado en matar un cordero para la ocasión, así que, si tú te encargas de los animales, yo puedo asarlo y limpiar la piel antes de que se pudra. También iremos a buscar algo de fruta para ti y hornearé pan. Ah, y el agua, claro. Necesitamos llenar un par de cantimploras y tener suficiente para lavarnos. El celo se puede poner un poco sucio a veces. Me queda jabón de lavanda y otro de flores silvestres, ¿cuál prefieres?

Bebí un sorbo de mi té y después respondí un lento:—Estás enfermo de la cabeza.

Yeonjun puso una mueca seria de labios apretados y ladeó ligeramente el rostro.

—Nosotros no podemos permitirnos pasar tres días de fiesta, Beomgyu—me dijo—. El celo será nuestra fiesta, pero para que, al terminar, no se haya jodido la mitad del territorio, hay que hacer preparativos.

—Aha... —murmuré—. Oye, querría hacerte una pregunta, Yeonjun.

—Claro. ¿Es sobre los animales? Los cerdos se ponen un poco tontos, pero tú dales con la vara y espabilan. Sé que los azotes te encantan... —y sonrió.

—No, es sobre El Tema —resalté la palabra con los ojos abiertos y una expresión muy dramática.
Yeonjun perdió de un plumazo la sonrisa e incluso dejó de cortar el queso y colocarlo en su rebanada de pan. Prestándome toda su atención, preguntó con un tono aburrido y frío:
—¿Qué pasa con eso?

—En El Pinar dicen que no puede elegir realmente al alfa con el que vas a pasar el celo, sino que tu propio cuerpo te guía al que más deseas.

Yeonjun continuó a la espera, pero cuando arqueé las cejas, se limitó a encogerse de hombros.

—¿Y crees que no vas a venir conmigo? —preguntó al fin antes de soltar un bufido y negar con la cabeza—. Beomgyu, por favor... —murmuró, como si estuviera tan seguro de que iría con él como de que al día siguiente saldría el sol.

Puse los ojos en blanco y, con una profunda exhalación, dejé mi vaso de té en el suelo. Con los codos en las rodillas e inclinado hacia delante, busqué la mirada del alfa y le dije con tono serio: —¿Y si aparecen otros omegas, Yeonjun? Y si llega alguno antes que yo y te pilla cegado por la excitación y...

—No —negó al instante antes de señalarme con la navaja, esa que supuestamente le había regalado—. Es tu celo, Beomgyu, no el mío. El único que se va a volver loco eres tú, yo estaré muy bien hasta que aparezcas y me induzcas el celo con tus feromonas sobrexcitadas. Pero no antes ni después —me aseguró.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora