Una larga espera

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Kai supo que estaba de mal humor, así que tuvo el detalle de rebajar un poco su nivel de
altruismo y superioridad moral durante nuestro camino a Vallealto.

—¿Ha ocurrido algo con Topa, Mentita? —se atrevió a preguntarme cuando alcanzamos la colina.

—No —negué de forma seca—. Solo tengo un mal día.

—Estabas bien en el desayuno.

—Sí, lo estaba.

—Pero no ha pasado nada con Topa Má...

Giré el rostro hacia él, aunque el omega-conejo estuviera mirando al frente con su misma expresión aburrida de siempre.

—¿Quieres que te deje aquí tirado y sin ninguna excusa para ir a espiar a Soobin? —pregunté. Kai alzó la cabeza con mucho orgullo y soltó un «tss» entre los labios; aunque, por sorprendente que pudiera parecer viniendo de él, no insistió más.

Verle a él molesto o enfadado, era lo normal. Verme a mí molesto o enfadado, era una alerta de peligro.

—Solo te diré que es mejor que alegres esa cara —murmuró al acercarnos a la villa medieval—, o el subnormal de Taehyun va a pensar que vienes a dejarle para siempre.

No fue un mal consejo, así que tomé una profunda bocanada del fresco aire de finales de primavera e hice mi mejor esfuerzo por recuperar la normalidad. En mi cabeza se había repetido en bucle mi discusión con la chamana: las cosas que quizá debería haberle dicho, las cosas que quizá debería haberme callado y las cosas que quizá había sido cruel contarle.

No creía que yo tuviera la razón absoluta en todo ese asunto, pero se habían juntado demasiadas cosas; su traición, la cuenta, mi actitud defensiva, su negativa a darme las pociones... Topa Má no podía decidir a que alfa iba a ver y a cual no.
Simplemente, no podía.

—Cuanto tiempo, Beomgyu—nos asaltó una voz.

Al volverme, vi al ahora famoso Capirco, a Coballo y Troro. Los tres alfas estaban a la vera del río, a un lado del puente. Era bastante temprano, pero deberían llevar un buen par de horas despiertos para dar de comer a los animales, recoger los huevos y ordeñar a las vacas; ahora solo estaban disfrutando de un merecido descanso al sol antes de tener que hacerse cargo de los rebaños.

Como era de esperar, se habían quitado el jubón nada más olernos, adoptando una postura indiferente y relajada en la hierba fresca; pero una que destacara sus cuerpos musculosos y compactos.

—Patético —murmuró Kai, poniendo los ojos en blanco y girándose de espaldas antes de apoyarse en la piedra del puente.

—Lo hacen solo por ti —le recordé en voz baja. A mí hacía mucho tiempo que ninguno de los alfas de Vallealto se me exhibía, solo se metían conmigo y me hablaban de Taehyun—. Buenos días, chicos —los saludé mientras rebuscaba en la mochila—. Tengo un par de cartas para ti, Capirco.

—Oh... ¿ya se ha extendido por la Reserva la noticia de que me he quedado soltero? —preguntó, apartando una mano de detrás de su cabeza para pasarla por su pelo revuelto y rizo entre sus grandes cuernos de cabra—. Estos omegas no pueden ni esperar una semana a que se me caiga del todo la barba...

—Pues no lo sé, pero algunas vienen de Presa de Arce, así que serán de tu hermana —respondí, alargando el brazo para ofrecérselas.

Kai soltó tal carcajada que se debió poder oír hasta en el otro lado del pueblo. Con una mueca de labios tensos, Capirco se levantó de la hierba y caminó hacia nosotros. Tomando las cartas de mi mano, fingió mirarlas con interés mientras, nada sutilmente, se dejaba caer al lado del omega- conejo.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora