El cazador cazado

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Había demasiadas cosas en las que pensar, demasiados problemas que podrían ser o no ser
ciertos, demasiadas interrogantes y demasiadas posibilidades.

Por el momento, decidí centrarme en lo que sí podía controlar y en lo que sí sabía a ciencia cierta: que debía esconderme de los omegas de Mar Bravo y que era mejor salir corriendo hacia Garra de Piedra lo antes posible.

Mi primera reacción había sido volver al territorio de Yeonjun e informarle de que su teoría de la bomba podría ser cierta, pero me detuve en seco y cambié de idea, porque eso no iba a cambiar nada en absoluto. Necesitaba pruebas, más información, investigar... y daba la casualidad de que había dos sexys gemelos lobo esperándome en la otra punta de Mil Lagos. Clavo y Martillo, los mejores rastreadores y cazadores de la Comarca.

Empezaría por allí.

Tres horas saltando de rama en rama y recorriendo a toda prisa valles y laderas pedregosas, da mucho tiempo a pensar. Mi mente era un hervidero de teorías, a cada una más absurda que la anterior. La posibilidad de colocar una bomba en La Reserva era... estúpida. ¿Por qué? ¿Cómo de valioso podría ser lo que buscaban como para intervenir de esa manera tan radical? Los cajones del Naufragio eran una cosa, pero un ataque directo era otra muy diferente.

Con el corazón bombeando con fuerza y el cuerpo plagado de sudor, alcancé Garra de Piedra en un tiempo récord. Esperé impaciente en el borde del precipicio de la grieta y saludé rápidamente a los alfas que había allí, ordenando los almacenes en lo alto o esperando como yo por el ascensor.

—Si buscas a Hyunjin y Felix, no están en la villa —me informó uno de ellos, otro de los solteros.

—¿No? —pregunté con sorpresa—. ¿Y dónde están?

—Cazando —respondió su gemelo, inclinándose levemente hacia delante para poder mirarme tras su hermano—. Aunque cada vez tienen peor barba, quizá no merezca la pena que vayas a buscarles.

Su gemelo le dio un codazo y le lanzó una mirada de advertencia, sin embargo, al girarse hacia mí, alzó la cabeza y sonrió.

—Si te gustan los cánidos, que sepas que los perros somos mucho mejores —me aseguró, agitando su rizada cola de mastín, a juego con su pelo corto color crema—. Cuando nos sacas barba, nos desvivimos por nuestros omegas.

—Los lobos siempre son mucho más independientes... —le apoyó su hermano junto con un gesto vago de la mano sin apenas garras—, nada cariñosos. Nosotros somos muy cariñosos.

—Muchísimo —sonrió el otro.

Mirando aquella escenita, solo pensaba en que la situación debía ser grave. Había dejado solos a Hyunjin y Felix demasiado tiempo: primero debido al enfado y, después, debido al viaje. Era normal que los demás alfas tuvieran el valor de intentar «robarme», o que creyeran que estaba pensando en dejarles al fin.

—¿A dónde se han ido a cazar? —pregunté.

El gemelo frente a mí perdió la sonrisa y puso una mueca aburrida.

—Al bosque de la montaña —señaló una dirección—, pero no creo que consigas encontrarles. Es mejor que te quedes.

—Aha —murmuré, quitándome la mochila llena de cartas para tirarla sobre su pecho y decirle un breve—: reparte esto por mí, por favor.

—No, espera. ¡Es peligroso! —exclamó, pero yo ya estaba corriendo por el valle en dirección a la montaña boscosa.

Hyunjin y Felix eran unos maravillosos cazadores y nunca dejaban rastros que los animales pudieran detectar. Sabían esconderse, tener paciencia y rastrear a su presa durante kilómetros a la espera de encontrar el mejor momento posible para atacar. Yo era igual, solo que entrenado para perseguir a personas.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora