Un principe de corona astada

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—Buenos días, San —le saludé.

No le había oído y no le había sentido hasta que había estado demasiado cerca. Justo a mis espaldas, observándome mientras llenaba de cartas y paquetes ese buzón tallado en la piedra.

Ya tenía bastante claro que al salvaje le gustaba sorprenderme y asustarme, porque siempre hacía lo mismo y siempre sonreía cuando le lanzaba una patada del susto.

Con los brazos cruzados, se dejó caer sobre la piedra a mi lado y produjo un leve gruñido de garganta mientras me dedicaba un asentimiento a forma de saludo.

—Ya he buscado el libro que me pediste, pero, al parecer, lo tiene algún alfa de Cauce Rápido, así que tardará una semana más en llegar —le expliqué—. No sé si podrás soportar el suspense después de que el Detective Zorro descubriera que el Alcalde de Cresta Nevada era el auténtico cerebro detrás de las desapariciones...

San puso los ojos en blanco y balanceó la cabeza suavemente, moviendo su extraño pelo grueso y de tonos marrones. Apartó la mano para señalarse el pecho abultado y después la frente.

—¿Ya lo sabías? —deduje que quería decir, a lo que él asintió con orgullo—. Aha, así que eres más astuto que el mejor detective de La Reserva, el famoso alfa Zorro de Dos Picos.

San resopló y, apretando los puños, resaltó sus enormes bíceps. Ese era el gesto que siempre usaba para decir: «soy un enorme y fuerte alfa salvaje».

—Claro, claro —asentí, terminando de vaciar la mochila—. ¿Y crees que si no fueras un salvaje irías de villa en villa resolviendo misterios y dejando atrás corazones rotos?

San asintió sin dudarlo, a lo que yo respondí con una leve carcajada.

—Vale, gran detective San. ¿Tiene usted cartas para que me lleve de vuelta?

El salvaje se metió la mano en el bolsillo y sacó un fajo de cartas para mí, las cuales guardé en la mochila. Después, sacó otra hoja del bolsillo y me la entregó personalmente. Arqueé un instante las cejas y acepté el papel doblado antes de abrirlo y leerlo.

«Hola, Beomgyu. Tengo algunas preguntas que hacerte»

1. ¿De verdad te has leído Los Misterios del Zorro, o solo finges que sí para llamar mi atención? Lo cual, entendería perfectamente.

—De hecho, me he leído solo dos, los últimos. Me entró la curiosidad cuando dijiste que eran tan buenos —respondí a la primera pregunta—: «El Alfa de las Nieves» y «El Secreto de Pico Blanco». Quizá me lea el tercero cuando lo termines, porque odio empezar algo y no saber el final; pero te aseguro que me parecen una mierda.

2. ¿Vas a ir al Festival de Vega de Miel?

—No, no tenía pensado hacerlo, así que tranquilo, te traeré las cartas los mismos días de siempre.

San asintió y, con su dedo de uña negra, palpó la hoja para que leyera una frase en concreto, la 3.3, porque el alfa había añadido opciones dependiendo de la respuesta que le hubiera dado a la anterior pregunta. De haberle conocido desde hacía poco, aquello me hubiera impresionado, pero no ahora. San era de esas personas de mentalidad meticulosa y ordenada que no dejaban nada al azar.

3.3. Me alegra saber que no quieras perder el tiempo con estúpidos alfas de Colina Dorada. Por favor, ven a entregarme las cartas los mismos días de siempre, me agrada mucho tu firme horario de entregas. Sin duda sabías eso de mí y, te puedo decir con total seguridad, que has conseguido llamar mi atención.

Cuando levanté la mirada del papel, vi la fina sonrisa de San, de enormes colmillos inferiores, como los de un orco.

—Me fascina que me digas estas cosas cuando aún hueles al omega que has limpiado esta mañana —reconocí.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora