Imposible no amarte

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El Arrecife era una villa muy especial llena de omegas muy gilipollas.

El Hogar se encontraba dentro de un antiguo centro comercial cuya techumbre de cristal estaba rota, así que el agua de la lluvia se colaba en el interior e inundaba la planta baja, creando una especie de lago o estanque que se unía al río que desembocaba en el mar. Los omegas y alfas podía llegar navegando en barcas repletas de suministros y dejarlas en el departamento de moda femenina y calzado; reservando las plantas superiores para el uso exclusivo de los solteros y el alcalde.

Por supuesto, ya no quedaba nada de los antiguos betas y todo se había readaptado a las necesidades de los animanos. Se habían levantado puentes, colgado lianas, plantado más árboles y plantas de interior, quitado carteles y anuncios, repartido antorchas y fogatas con las que iluminar el lugar...

—Las tiendas son ahora casas; los bancos y plazas, lugares de descanso con hamacas y cojines; la sección de restaurantes, las cocinas y la cantina; y los antiguos cines, mi despacho, el museo de curiosidades y la biblioteca. ¡Tenemos una enorme biblioteca! ¿Os gusta leer? ¡A mí me encanta leer pero nunca tengo tiempo! ¡Es una mierda! Aun así, creo que es muy importante que los alfas y omegas de mi comarca tengan acceso a toda la literatura posible. El alcalde Capri está de acuerdo conmigo, ¡pero nunca invierte en libros tanto como yo! Solo el alcalde Top de Cauce Rápido tiene una biblioteca tan grande, pero claro, eso es fácil cuando la imprenta está en tu Comarca y te quedas con una copia de todos los libros...

—Sí, nos gusta mucho leer, pero ahora mismo querríamos ver a Ballana Má, si es posible —le pedí al alcalde Raccon.

El alfa-mapache era tan anciano como todos los alcaldes que conocía, con larga barba blanca y postura encorvada, ayudándose de un retorcido bastón para caminar por el suelo de linóleo del centro comercial como si se tratara de un débil octogenario que fuera a pasear por allí cada día.

Sin embargo, hasta ahí llegaban las similitudes, porque el resto de Raccon era de lo más estrafalario.

Lo más chocante de él —al menos para mí— era la absurda cantidad de piercings que tenía por todo el rostro y las orejas. Lo segundo más chocante eran las profundas ojeras que hundían sus ojos como si no durmiera nunca nada y cada mañana desayunara cocaína.

Que fuera, además, una persona hiperactiva que no dejaba de hablar, no ayudaba en absoluto a descartar la posibilidad de que fuera cierto que desayunara droga.

Había salido a recibirnos nada más ser informado de nuestra llegada y no había parado desde entonces; marcando el paso con su caminar agitado y sus bastonazos contra el suelo, explicándonos todas y cada una de las maravillas de su villa.

—¡Por supuesto! Seguidme por aquí, nuestra querida Má vive en el Parking subterráneo. Al menos antes era un parking, ahora está inundado y es su casa. ¡Siempre la tiene llena de mierda! Pero claro, es la Má y no se le puede decir nada.
Delfia Namá aún tiene dos dedos de frente y recibe a los heridos en las partes superiores, pero Ballana Má nunca hace eso. Le encanta que los
omegas tengan que nadar hasta la zona más profunda. ¿Habéis venido al Arrecife por ella?

—Sí, nos han dicho que sus rituales de purificación son los mejores —respondió Yeonjun.

—No podrás hacer un ritual en mitad del celo, chico —respondió Raccon, echándole un rápido vistazo antes de volver a dirigirse a mí—. ¿En qué momento se te ha ocurrido ponerle una cuenta mientras estáis de viaje? Ahora tendréis que esperar a que se le pase.

—Oh, vaya... —murmuré—. Pues nos tendremos que quedar por aquí un par de días, supongo.

Nada más mirar a Yeonjun, le vi sonreír a espaldas del alcalde, guiñándome un ojo y mordiéndose la lengua como un niño travieso.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora