La cacería del zorro

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Ni en mis más oscuros y aterradores sueños, me hubiera imaginado el día en el que Yeonjun se
reuniera cara a cara con los gemelos de la Garra. Era como imaginarse un pingüino en la sabana, o un dinosaurio en el polo norte, o una ballena en mitad del amazonas. Simplemente, estaba tan fuera de lugar que era absurdo.

Pues bien, esa imposibilidad se hizo real en el momento en el que Yeonjun el salvaje se acercó a la cabaña de los cazadores y, con una espeluznante sonrisa en los labios, les dijo:
—Así que vosotros sois Impotencia y Eyaculación-precoz.

—Joder... —murmuré, llevándome una mano al rostro. Solo Yeonjun tenía esa increíble habilidad para darme vergüenza ajena hasta el punto de sonrojarme. A mí: un militar—. Son Hyunjin y Felix—le corregí—, y son buenos amigos míos, así que, por favor, sé educado.

—Aaaahm —vocalizó el salvaje—... tus amigos—repitió, mirándoles intermitentemente de uno a otro, resaltando justo las palabras que había que resaltar en aquella frase.

Hyunjin dio un ligero paso adelante y, con las manos en su cinturón de cuero, alzó levemente la cabeza. Ya habían perdido la barba blanca y, que yo pudiera percibir, no había rastro alguno de menta y miel en ellos; pero eso no quería decir que los gemelos no fueran animanos orgullosos que se fueran a dejar intimidar, ni siquiera por el psicópata de Yeonjun.

—También nos llaman Martillo y Clavo, por si te suena más —le dijo.

—No, no me suena en absoluto —respondió el salvaje antes de encogerse de hombros con total indiferencia—. ¿Y cómo es eso del incesto? —preguntó de pronto—. ¿Divertido?

Ambos gemelos apretaron con fuerza los dientes, pero fui yo el que le dio un codazo a Yeonjun en las costillas, haciéndole perder el aire por un momento. Mientras se inclinaba y resoplaba por la punzada de dolor, miré a los alfa-lobo.

—Perdonad —me disculpé—. ¿Necesitabais contarnos algo?

A Felix le llevó un momento dejar de mirar al salvaje, igualando la posición de su hermano y cruzándose de brazos, respondió:
—Sí. Queríamos hablar un momento contigo sobre... ese tema.

—¿Habéis encontrado algo? —pregunté.

Los gemelos intercambiaron una rápida mirada y después miraron al salvaje.

—Yeonjun lleva ayudándome desde el principio —aclaré—, sabe tanto como yo.

Eso no fue determinante para que los alfas de la garra confiaran en él, pero sí para invitarnos a ambos a acompañarles a un lugar más discreto donde poder hablar sin miedo a oídos curiosos. Ese lugar, resultó la parte trasera de la tienda de los cazadores, allí donde descuartizaban a los animales antes de colgarlos, el suelo estaba humedecido por la sangre y había un fuerte olor metalizado en el aire.

Nunca me sentía tan transportado al medievo como en aquellos escenarios tan diferentes al mundo beta, allí donde la carne venía ya envasada y te ahorrabas los horrores de ver cómo se conseguía.

—Queríamos saber si ya habías planeado el siguiente movimiento —preguntó Hyunjin—. Ha pasado una semana y no hemos sabido nada de ti. Empezábamos a... preocuparnos.

—Beomgyu estaba ocupado pasando la menstruación bajo mi atenta y cariñosa mirada —intervino Yeonjun, porque ese «preocuparnos» fue directo a su orgullo—. Y después estaba ocupado montándome hasta que no pudo m...

Otro codazo, más fuerte que el anterior, le dejó de nuevo sin aliento.

—Con la menstruación, los omegas traidores tampoco habrán podido hacer gran cosa —les expliqué, ignorando por completo al salvaje, al igual que hicieron los gemelos—. Pero he estado recabando alguna información y creemos haber encontrado el motivo por el que han atacado Mina Negra.

Un omega diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora