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Paramos frente a una puerta de tonos negros y dorados

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Paramos frente a una puerta de tonos negros y dorados. Tras entrar, teníamos una habitación con cama bastante grande, escritorio y un  vestidor.

¿Y el baño? ¿Tanta casa enorme y no hay baño privado?

—- ¿Y el baño? —se adelantó en preguntar el peliverde.

Lo miré raro, ¿ahora nuestras mentes están conectadas?

—- Está en el pasillo, justo en la puerta de enfrente. Compartimos baño, así que espero que no seas de los que se tiran horas ahí adentro.

—- ¿En serio debo cagar en el mismo baño que tú? prefiero hacerlo en el jardín.

—- Mejor no respondo a eso… Los dejo solos, bajen cuando estén listos para cenar.

El chico de sonrisa perfecta cerró la puerta tras su paso, dejándome sola con el peliverde. Este se lanzó en la cama sin ningún tipo de pudor.

—- Esto si es un colchón de verdad y no lo que nos pone mi padre en la universidad. Aquí follar debe ser el paraíso.

—- Qué lástima que nunca lo sepas. —Solté, mientras agarraba la bolsa de ropa para llevarla al vestidor. No tenía muchas ganas de sacar la ropa de ahí, para dos días.

Pero si la dejaba se iba a arrugar todo. Me sobresalte cuando el peliverde me abrazó por la espalda pegando su anatomía a mi cuerpo y aplastando un poco contra el armario.

—- ¿¡Que diablos haces, estás loco!?

—- ¿Quién dice que nunca lo sabré? Puedo hacerlo ahora mismo. —susurró sobre mi oreja, para continuar dejando pequeños besos húmedos sobre mi cuello.

—- Debes parar Min.

—- ¿Vas a detenerme? Porque no parece que quieras hacerlo, estás deseando que te toque.

Su anatomía cada vez me apretaba más contra el armario, poniéndome cada vez más nerviosa. Estoy en casa de mi padre, hacer esto sería una locura.

Pero no fui capaz de responder nada más, mi mente no reaccionaba y me volvía una completa sumisa para él. Lo irónico es que me gustaba sentirme así, tal vez la Red Flag soy yo y mis gustos culposos.

El adentro sus manos por debajo de mi camisa, acariciando todo mi abdomen. No tardó en ir bajando sus manos hasta adentrarlas por debajo de mi falda. Cerré los ojos e intenté relajar mi respiración, deseaba que él no fuera consciente de lo nerviosa que estaba.

Sin esperar mi permiso bajo mis bragas, dándome un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Separó sus manos de mi anatomía, para desarrollar su pantalón y volver a por mi camisa, la cual desapareció en segundos, dejándome vulnerable a él y aún sin poder mirarlo por la extraña postura elegida por él.

Ladrón de bragas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora