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Por la mañana desperté antes que el peliverde, quien dormía despanzurrado y roncando. Aproveche eso para poder ir a ducharme, odio que se me cuele en el baño ya que no es un baño privado y las duchas son compartidas.

Pero eso al idiota no le importa, se mete en la mía sin tapujo y encima va de sobon.

Agarré mi toalla y mis champús para salir de la habitación y meterme en el baño, una de mis compañeras estaba lavándose los dientes. La saludé cordialmente y me adentre en mi ducha, somos tres y cada una tiene asignada su ducha. No tenemos mucha relación entre las tres, pero no tengo quejas hacia ellas, son bastante ausentes en la hermandad y no se han quejado nunca de ver al peliverde por aquí.

Me quité el pijama y lo dejé sobre la puerta de la ducha para que no se mojara. Las duchas son bastante grandes y el espacio está bien distribuido.

Abrí el agua caliente y dejé que las gotas fueran cayendo por mi cuerpo dándome una sensación de paz y tranquilidad. Tranquilidad que se vio interrumpida cuando literalmente me estamparon contra la pared de la ducha, sabía que era el peliverde por no era la primera vez hacía, dándome un susto de muerte.

Sus manos subieron por mi cintura hasta terminar sobre mis pechos apretandolos sacándome un gemido de dolor. El estúpido es tan bruto. Llevó sus labios a mi hombro y fue dejando pequeños besos hasta llegar a mi cuello. Me costaba mantener la compostura con este tipo, más si siento su erección rozando mi trasero.

Separó una de sus manos de mi pecho y volvió a bajarla lentamente mientras me apretaba contra la pared de la ducha. Su mano llegó hasta mí pelvis y se tomó la libertad de abrir un poco mis piernas. Ya sabía cómo iba a terminar esto, más cuando me hizo inclinarme hacia delante teniendo mis posaderas con mejor disposición para sus malévolos planes.

Entró sin avisar, mientras apretaba mi cintura con su mano. No pude evitar soltar un gemido de placer al sentirlo dentro. Ya me había acostumbrado a su brusquedad y mi cuerpo rápido desea más. Ni siquiera nos hacía falta alguna clase de lubricante, él conseguía con solo una caricia que mi cuerpo se derritiera.

No tardó en comenzar con sus bruscas embestidas y tampoco se molestaba en disimular o acallar sus gemidos. Rezaba porque ninguna de mis compañeras de baño estuviera dentro o fuese a entrar.

Lo que no esperaba es que tras llevar unas cuantas embestidas saliera y me diera la vuelta para mirarme. Me sentí demasiado pequeña estando entre la pared y su anatomía, más si me miraba como si me fuera devorar. Mi espalda chocó con la pared y él no tardó en levantar mi cuerpo agarrando mi trasero, acomodó mis piernas a los laterales de su cintura y sin mucho esfuerzo su masculinidad entró de nuevo en mi.

Esta vez mi gemido fue callado por sus labios. ¿Me estaba besando en pleno acto? Eso no era muy del peliverde. Me besaba de forma intensa adentrando su lengua en mi boca, mientras su cadera no dejaba de moverse. No podía negar que este tipo me estaba llevando al cielo. Más cuando ambos llegamos al mismo tiempo a un orgasmo, sus embestidas fueron más rápidas y no tardé en sentir esa sensación de calor intenso.

Apoyó su frente sobre mi hombro intentando recuperar el aliento, pero aún con su cosa palpitando dentro de mí. Yo no podía moverme, aún tenía mis piernas en su cintura y apresada por su cuerpo contra la pared. Además de que aún está recuperándome también de este gasto de energía.

-- ¿Repetimos, ranita? -preguntó acompañado de una sonrisa traviesa.

-- Estás loco... -susurré aún con la respiración entrecortada.

Soltó con cuidado mis piernas separando su anatomía de la mía. Pero aún parecía querer más, supe que esto no terminaba cuando él tomó asiento en el suelo bajo el agua y comenzó a tocarse preparando su cosita para continuar. Me hizo subirme a horcajadas sobre él, mientras él agua caía sobre mi cuerpo y él se deleitaba mirándome. Volvió a adentrarse en mí y él se encargaba de guiar mi cintura a su antojo.

Ladrón de bragas +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora