4. LIV

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  Mi papá, Álvaro, y el papá de Thiago, Daniel, se conocieron en los últimos años de la secundaria. Se hicieron inseparables. Se casaron el mismo año y tuvieron hijos cercanos en edad.
Criaron a Bruno y Thiago casi como hermanos, y como yo era la más cercana a su edad, me hice muy amiga de él también. Con la única diferencia que yo estaba loca por Thiago. Me acuerdo cuando nos “casamos”, con solo 4 años. No sabíamos que estábamos haciendo. Él vestido de Spiderman y yo de La Cenicienta. Me dio un beso en la nariz y yo sentí que me derretía de amor, como diría la Olivia de 4 años.
  Pero volviendo a lo importante. Cuando yo tenía 6 años, Thiago desapareció de un día para el otro y no me quisieron decir que pasó. Nunca lo volví a ver. Hace un par de años mi papá me contó que se había peleado con Daniel porque lo había cagado en un negocio o algo por el estilo, nunca supe bien qué fue lo que pasó.
  Pasaron 10 años desde que Thiago se fue y se llevó un pedacito de mi inocente corazón con él.
- ¿De qué hablas? -dije confundida.
- ¿Necesitas formalidad? Thiago, Liv. Liv, Thiago. -ve que había gente en la barra- Me tengo que ir. -se va.
- No puedo creer que no te reconocí -dijo- me resultabas muy conocida. Tu nariz redonda. Me acuerdo cuando te daba besos ahí. -ríe y yo le devuelvo la risa.
- Y yo me moría de amor cada vez que lo hacías. -sonríe.
- Estás... distinta. -me mira. Nunca me miraron así. Me sentí indefensa, desnuda- Estás muy linda. -se avergonzó de lo que dijo, lo pude notar.
- Vos también. -sonrío para que se tranquilice.
  Nunca me describí a mí. Así que ahí vamos. Mis ojos son color miel y mi pelo rubio oscuro. Muchos dicen que mi sonrisa demuestra calma, seguridad.
  Levanto la mirada y veo a Mateo, parado en la puerta, mirándome, enojado.
- Me tengo que ir. Allá están los chicos -los señalo y salgo lo más rápido que puedo. Llego a Mateo.
- ¿Quién era ese? -dijo y al instante me di cuenta que le molestaba.
- Un amigo de Bruno. -me agarra del brazo y me aleja de la entrada- Soltame Mateo, me estas lastimando. -me suelta.
- ¿Qué te dije de andar cerca de otros pibes? -levanta la voz- ¿De hablar con otros? Vos sos solo mía Olivia.
  Adentro del bar. Lucas, Nina y Thiago.
- ¿Te dijo a dónde iba? -preguntó Lucas preocupado.
- No. Se la notaba apurada nada más.
- Anda a ver qué pasa -dice Nina y mira a Lucas- por las dudas. -Lucas asiente y sale.
- ¿Pasa algo? -dice Thiago y Nina niega.
  Afuera. Liv y Mateo.
- Ya sé. Y no es nada, solo estábamos hablando. Sabes que nunca te lastimaría. -intento acariciar su mejilla, pero me agarra la mano y la aprieta.
- No me quieras convencer de boludeces. No te quiero volver a ver cerca de él -me suelta con fuerza y caigo al piso. Lucas nos ve y se acerca.
- Para flaco, ¿qué haces? Andate. -lo empieza a empujar para que se vaya- no le vuelvas a tocar un pelo a Olivia en tu vida. -se da vuelta y me ayuda a levantarme- Vamos adentro. -empezamos a caminar. Miro atrás y Mateo me mira. Una mirada que yo sabía muy bien lo que significaba.
Cada vez que mi hermano o Lucas se metían, era peor. Mateo se ponía más violento.
  Conocí a Mateo cuando yo tenía 14 y el 16. Me pintó la vida color rosa, pero poco a poco, ese rosa, se volvió negro. La primera vez que me pegó fue a los dos meses de estar de novios. Le había pedido una tarea a un compañero. Se disculpo más de una vez. Yo le creí, yo lo amaba. Cada vez que se violentaba hacia mí, se disculpaba y yo lo perdonaba. Hasta que lo dejó de hacer y cada vez se ponía peor. Me repetía todo el tiempo que era suya y que nadie más podía estar cerca mío.
  Era lunes. Salíamos del colegio y me fui con Nina a una plaza.
- ¿Qué onda con Thiago? -dice Nina.
- ¿Onda? Ninguna. Además, tengo novio.
- Sí, ya sé, pero a ese mejor perderlo que encontrarlo. Además, te siguen pasando cosas con Thiaguito, me doy cuenta como lo miras.
- No lo miro de ninguna forma. Lo que sentí, ya no existe. Murió el día que me di cuenta que no iba a volver.
- No me hagas reír, Liv.
- No conozco al Thiago de ahora. Yo conocí otro Thiago. Al Thiago que volvió loca a la Olivia de tres años, y al que la de seis tuvo que dejar ir con el corazón en las manos.
- ¿Quién te dice que volvió para que ahora si le puedas entregar el corazón?
- Ya no es lo mismo. Mi corazón ahora está atado con cadenas para que nadie lo pueda volver a romper.

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