24. LIV

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  21 de Julio. Volvíamos. Fue uno de los mejores viajes de mi vida. Estuve con mis amigos y Thiago, que no sé muy bien que somos, pero estoy segura que amigos no. Lucas está enganchadísimo con una chica del otro colegio. Nina hizo la suya. Y Thiago y yo nos dejamos llevar. Me divertí, baile, tomé, sentí.
  Llegamos al aeropuerto. Volví a casa. Era tarde y estaba muy cansada así que me fui a dormir.
  Miércoles 22. Bruno me viene a despertar.
- ¿Cómo la pasaste? -me corre para sentarse a mi lado.
- Bien. -sonrío- Fue hermoso, todo.
- Me alegro. Me gusta verte así. -lo miro- ¿Pasó algo? -asiento ¿Qué? -sonríe.
- Estuve con Thiago. Estuve de estar. ¿Me entendés? -asiente y se ríe.
- Me encanta como se te iluminan los ojitos cuando lo nombras, se nota que lo querés. No te voy a preguntar si te cuidó porque lo conozco y se que lo hizo, más que nada, pero quiero saber si vos estabas bien.
- Estaba bien, sí. Él me hizo sentir bien, cómoda, segura. Me hizo falta mucho tiempo.
  Esa noche fui a lo de Thiago. Daniel no estaba porque había salido, y siempre que lo hacía, no volvía. Estábamos en su cama. Yo estaba jugando con mi cadenita.
- ¿Qué es eso? -pregunta.
- ¿No te acordás? -me la saco y la pongo en su mano, la agarra y la mira- No me la saqué nunca. Es raro que no me la hayas visto en todo este tiempo.
- Sí la vi. Pero no pensé que era eso. -sonríe y me mira.
  Cuando teníamos 5 años, nos "casamos". Sin papeles claramente, era simbólico, los únicos invitados eran Bruno y Lucas. Solo queríamos demostrarnos el amor que nos teníamos. Thiago le contó a Clara, su mamá. Ella le dijo que nos teníamos que poner algo como los casados, algo que simulara los anillos. Entonces nos compró dos cadenitas de oro, una de un corazón y otra de una llave. Eran dos dijes chiquitos. Yo me quedé con el corazón y él con la llave. Desde ese día nunca me lo volví a sacar.
- Yo tengo el mío acá. -abre el cajón de su mesita de luz y de adentro de una cajita de madera saca el dije- Lo guardo desde siempre ahí. Cuando era chico me daba mucho miedo perderlo entonces lo guarde. Cuando te extrañaba lo agarraba y lo apretaba con todas mis fuerzas como si por eso aparecerías a mi lado. Era una forma de sentirte cerca. -lo miro y apoyo mi mano en su mejilla.
- Estamos casados, no te olvides. -ríe suave- Ahora te lo vas a tener que poner porque si no voy a ser una esposa perdida, un corazón sin llave. -sonrío.
- Vos tenés la llave de mi corazón. -se me acerca.
- No. -niego- Vos tenés la llave del mío. -lo beso, con amor y suavidad.
  Pusimos el dije en una cadenita y después se lo puse. Él me puso la mía.
No estábamos casados, y no sabíamos si en algún momento lo íbamos a estar, pero era algo nuestro, algo que vivía en nosotros. La idea de algo mejor, la idea de ser felices, nosotros, juntos.
- ¿Cómo se tomó tu papá que nos estés viendo? -le pregunto- Todo lo nuestro.
- Bien. Va, no bien. No me dijo nada y me extraña bastante. Yo estoy seguro que está esperando para actuar, va a hacer algo. Lo conozco y si las cosas no son como él quiere, no son.
  Me preocupaba que hable así, pero decidí no darle mucha importancia. Al final es su papá, no sería capaz de lastimarlo ¿no?

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