6. Empathy

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Empatía

La habitación apestaba a alcohol rectificado y a cables quemados

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La habitación apestaba a alcohol rectificado y a cables quemados. La luz de la lámpara blanca en el techo era demasiado brillante en comparación con la escasa cantidad que había unos minutos atrás en el bar. Marie resopló, cansada y con los pies adoloridos, deseando irse de allí de una vez. Pestañeó varias veces intentando humedecer sus ojos.

—Así que..., ¿estará bien? —preguntó Judit por tercera vez.

—Sí —dijo el médico, chequeando la tablilla frente a él—, es más, ya se pueden ir... todos ustedes.

Marie ahogó una risa. En la habitación, Judit y James estaban sentados en la camilla; la primera peinando el cabello manchado de sangre del segundo. Edurne y Jeremy jugaban al Candy Crush en el teléfono de Jeremy con la insoportable música a tope de volumen. Y Marie mirándolos a los cuatro.

—¿Debe tomar algo?

—No, solo descansar.

—Pero y si le duele la cabeza...

El médico puso los ojos en blanco.

—Una pastilla para el dolor.

—Gracias, doc —dijo James, levantándose de la silla.

Unos minutos después, los cinco caminaban por el largo pasillo del hospital rumbo a la casita de Marie, que en el estado calamitoso que se encontraban todos, excepto ella, no podían conducir hasta ninguno de sus apartamentos. Marie iba conduciendo la gran camioneta, mientras que en el asiento de copiloto iba Jeremy —el que más lúcido estaba de los otros cuatro— y por detrás Edurne, James y Judit. La primera roncaba, el segundo tenía los ojos entrecerrados pero no dormía, y Judit tenía la frente apoyada contra el cristal del vidrio. Estaba comenzando a empañarlo con la respiración.

—¿Has conocido a alguien? —preguntó Jeremy.

—No, solamente hablé con alguien.

Jeremy la miró de reojo y con cara de estupefacción.

—Marie, eso es conocer a alguien.

—No porque no sé su nombre.

—¿Cómo que no sabes su nombre? —exclamó el trigueño—. Edurne se entera y te mata.

—¿Yo qué? —preguntó la aludida.

Marie pensó que parecía dormir con la oreja parada.

—Nada...

—Que Marie conoció a alguien y no sabe su nombre.

Marie puso los ojos en blanco mientras doblaba por su calle.

—¡¿Qué?! —exclamó.

Marie puso los ojos en blanco, justo cuando estacionó la gran camioneta frente a la puerta de la casita. Quitó el cinturón de seguridad e ignoró las quejas de Edurne, que terminaron por despabilar a Judit y James. Estos dos fueron los primeros en subir a la casita en busca de la única habitación de invitados con las que contaba. Judit ya había entrado al lugar así que solo tuvo que cerrar la puerta tras su espalda.

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