El amor
Cuando despertaron eran cerca de las cuatro de la tarde. En realidad, lo que despertó a Marie, primero, fue uno de los otros gatos de su madre, Felipe, saltándole por encima de la cabeza. Ella masculló, con la cabeza hundida en la almohada, y levantó el rostro para mirar al animal. El peludo —y gordo, muy gordo— gato negro la miraba con intensidad, pareciendo que gritaba con los ojos «aliméntame ahora mismo, humano». Ella pateó las sábanas y entrecerró los ojos con molestia cuando la luz dorada golpeó en su rostro.
Al levantarse de la cama, Hayden despegó el rostro de la almohada, con aspecto desorientado.
—¿Qué hora es?
Marie buscó su teléfono, encontrándolo sobre la pequeña mesa que hacía de escritorio.
—Las cuatro menos diez.
Hayden se levantó de la cama, apoyándose en el borde antes de incorporarse por completo de la misma. Sus ojos escrutaron la habitación y fueron a parar en su cuerpo, dándose cuenta que aún tenía la ropa de calle. Marie estaba igual; puesto que ninguno había llegado a hacer otra cosa más que caer en la cama y dormir.
—Creo que quiero una ducha.
—La habitación al final del pasillo —dijo ella, señalándole el camino.
Hayden tomó, aleatoriamente, algo de ropa y caminó hasta el baño para poder ducharse. Marie ordenó la habitación, que consistió en estirar las sábanas sobre la cama, y después ella misma tomó ropa limpia. Con el montón de ropa bajo el brazo, descendió las escaleras y tomó una ducha en el baño de abajo.
No pasaron más de veinte minutos cuando ella salió del baño, con el cabello trenzado. Hayden estaba en la cocina, sentado en una silla mientras aguardaba por ella. Al verla entrar a la habitación, sonrió en su dirección.
—¿Tienes hambre? —preguntó ella, mientras volcaba algo de comida dentro de los tarros para las mascotas—. No comemos nada desde la cena de ayer.
—Un poco, sí. ¿Qué tienes para preparar? —Hayden se levantó de la silla y caminó hasta las gavetas de la cocina para poder revisarlas. Ella lo siguió, ojeando también.
—Bueno, no mucho —arrugó la nariz, desconforme—. Y aquí no hay muchas entregas a la casa.
Hayden asintió y cerró la gaveta, antes de girarse para mirarla.
—¿Restaurante? Yo invito.
Ella sonrió y, después de algunos minutos, ambos hicieron su camino hasta el pueblo. Recorrieron el camino con lentitud porque, de todas formas, tenían todo el tiempo del mundo. Ella señaló, al pasar, el edificio al que había asistido en la escuela y pasaron por enfrente al instituto de secundaria al que también había asistido. «Lo odio», dijo ella, escrutando la edificación; lo que arrancó una carcajada de parte de Hayden.
—¿Aún te hablas con tus amigos de la secundaria? —preguntó Hayden, luego de haberse alejado de la calle del instituto.
—No con muchos; pero sí. —Ella se encogió de hombros—. Antes tenía un grupo de amigos grande, pero la gente cambia con el tiempo y es normal separarte de amistades que, si bien antes podías tener muchas cosas en común, ahora no las tienes para nada.
—Es bastante común. Sin embargo, Judit y James son de aquí, si mal no recuerdo.
—Sí, dos de los pocos amigos de Gales que aún tengo. —Ella apretó los labios, con la vista fija en el frente—. Siempre fui algo diferente sobre mis intereses respecto al resto de mis amigos. No especial, simplemente diferente. Supongo que muchos de ellos no supieron ver que así era yo y, en vez de aceptarme, me alejaron.
ESTÁS LEYENDO
Sin título
RomancePorque él era un libro en blanco y ella la mejor escritora. MikaylaLlambi, 2015-2016©. Editada en 2019©. #13 en Romance. #3 en Libros.