29. Soulmates

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Almas gemelas


—Voy a decirle a mis padres que iré contigo al salón —anunció Marie, alzando los ojos para observar el marcado perfil de Hayden

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—Voy a decirle a mis padres que iré contigo al salón —anunció Marie, alzando los ojos para observar el marcado perfil de Hayden.

—Te espero en el coche —respondió, señalando un exquisito coche negro aparcado cerca de las escalinatas.

Marie asintió y dirigió sus pasos hacia su familia, que hablaban animadamente con los padres de Judit y James. Al haber crecido juntos era lógico que sus padres se conocieran y, además, se llevasen bien. A fin de cuentas, Marie, Judit y James habían pasado gran parte de su vida juntos. Lo que también hacia lógico que James terminase siendo la pareja de una de ellas dos y Marie no podía estar más feliz al saber que había sido Judit. Ella siempre lo había querido, incluso desde pequeños, y James a ella también. Hubiera sido extraño que a James le gustase Marie, y ambos lo sabían y solían bromear sobre eso.

—Iré con Hayden —anunció Marie a sus padres cuando terminó por alcanzarlos. Amanda y Joseph se giraron a observar a su hija.

—¿A dónde?

—Al salón, papá —respondió Ffransis, poniendo los ojos en blanco—. ¿Dónde más?

Marie sonrió, mas los ojos de Ffransis la miraron con una hermosa broma en los ojos.

—¿Y por qué no viene él con nosotros? Queremos hablar más con él.

La respuesta pilló a Marie con la guardia baja.

—Porque él tiene coche.

—Mmmh.

—Ay, papá, ¿en serio?

—¿Qué? —Amanda soltó una ligera risa entre dientes, palmeando la espalda de su esposo.

—Nos vemos allí, Marie —respondió su madre.

—Creo que Judit lo ha puesto en su mesa, así que no te preocupes por eso —dijo Helen, la madre de la novia. Marie agradeció el gesto y se alejó de allí.

De pronto, Ffransis apareció a su lado, rápidamente. Marie vio que llevaba los cordones de las zapatillas blancas sucias y desatadas, y no pudo evitar poner los ojos en blanco ante el desaliño de su hermano. Tenía el borde de la camisa salido hacia afuera.

—Átate los cordones, Ffransis. —Él hizo caso omiso a la petición.

—Papá quería hablar con él para conocerlo más.

—Sí, me di cuenta.

—Pero porque notó cierto interés del chico hacia ti... —dijo Ffransis, sonriendo de costado.

—No inventes —susurró ella.

Dejó de caminar a unos veinte metros de Hayden, que estaba recostado sobre su coche y ojeaba su teléfono celular.

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