34. Why me?

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¿Por qué yo?

No sabrían decir cuánto tiempo habían estado fuera de la casa, pero al volver no había nadie dentro de la sala ni en la cocina

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No sabrían decir cuánto tiempo habían estado fuera de la casa, pero al volver no había nadie dentro de la sala ni en la cocina. Las luces estaban apagadas, excepto las del jardín, y el único sonido eran las pisadas de los dos rumbo al piso superior. Al entrar en la habitación, Marie encendió la luz superior y observó la cama con aspecto somnoliento. Hayden cerró la puerta a sus espaldas y se estremeció de frío.

—¿Te cambias en el baño? —preguntó Hayden, en voz baja.

—Sí.

Marie tomó la ropa de su valija, arrugándola entre sus manos y metiéndose dentro del cuarto de baño. Minutos después, salió del mismo y vio como Hayden estaba estirando todo lo posible sobre la cama de dos plazas. Marie no alcanzaba, ni de cerca, el final de la cama; pero Hayden la alcanzaba y con creces, incluso sobresaliendo de ella.

Marie caminó hasta el borde del lado derecho, sentándose sobre la cama y metiéndose dentro. A los pocos segundos, Marie se durmió. Hayden, a su lado, lo había hecho segundos después de que él mismo se acostase. Ambos, sin lugar a duda, habían estado demasiado cansados a causa del viaje.

A la mañana siguiente, Marie despertó con la luz del sol filtrándose a través de las finas cortinas de la ventana. La habitación, casi en penumbras, estaba fría y completamente en silencio. La cama, sin embargo, estaba caliente y Marie no tenía ninguna intención de abandonarla demasiado rápido. Sin embargo, tenía algo de hambre y la luz de la habitación no la dejaba dormir con comodidad. Hundió nuevamente la cabeza en la almohada, soltó un ligero suspiro, y abrió las sábanas para salir de la cama. El frío la envolvió como una burbuja. La alfombra era suave bajo sus pies descalzos. Luego de tomar un pantalón de deporte cómodo y un buzo de lana, ató su cabello en un desaliñado moño y se metió dentro del baño. Enjuagó su rostro varias veces antes de salir silenciosamente del baño privado. Observó a Hayden en la cama, con el cabello enredándosele sobre el rostro, los labios entreabiertos, y un brazo extendiendo hacia donde ella había estado durmiendo. Con una sonrisa, Marie se dirigió al pasillo.

El reloj del pasillo marcaba cerca de las nueve de la mañana. Escaleras abajo, ella pudo oír voces apagadas y el suave sonido de la música de una radio que había en la cocina. Bajando la escalera, que soltó un crujido en un determinado escalón, Marie atravesó la sala de estar y finalmente llegó a la cocina. Dentro de la misma, Charlotte y Jane estaban sentadas en el desayunador con tazas de café, pan rebanado, tocino y huevos, además de una gran cantidad de frutas. Había un delicioso aroma en el aire y Marie llenó sus pulmones con él.

Jane alzó la cabeza y, al verla, sonrío en su dirección.

—Buen día, siéntate donde quieras.

Marie saludó a su vez y se encaminó hasta uno de los taburetes. Ella advirtió que la música parecía ser blues, y cuando se sentó, advirtió que Charlotte movía la cabeza siguiendo el ritmo de la canción. Marie no lo reconoció, pero el ritmo era bastante pegadizo y alegre.

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