13. Big dreams

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Grandes sueños

—¿Cómo que nuevo disco? ¡Expresamente pedí un descanso!

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—¿Cómo que nuevo disco? ¡Expresamente pedí un descanso!

Hayden de verdad no podía creer lo que estaba pasando. Había tenido la entrevista y le habían hecho saber (el presentador, ni más ni menos) que lanzaría un nuevo disco. Pero no tenía sentido, por supuesto que no. Había hablado con Liz sobre un descanso, largo, de seis meses, en el cual pudiera volver a su casa con su familia e intentar desconectarse del mundo que tanto lo estaba desgastando.

Pero la mirada de Liz no daba a pensar que aquella petición se volviera realidad, es más, parecía que nunca la habían llegado a considerar del todo. Hayden se sentía tan frustrado que temía perder la razón en ese mismísimo momento.

—Hayden, debes entender... —comenzó Liz, intentando utilizar un controlado tono de voz—. Estás en tu mejor racha desde hace dos años, no puedes solo desaparecerte así como así.

—No sabes cómo es, no publicare ningún disco —replicó él—. Tendré solo... tres canciones escritas, no puedo sacar de la manga doce canciones de la nada.

—Pues deberás —contesto Liz, acomodándose el cabello—, el contrato dice cinco años, vas por el cuarto; no puedes no hacer las cosas que nosotros queremos.

Hayden quedó en silencio, mirando el rostro contraído de Liz. ¿Acaso había oído bien? Estupefacto y como si hubiera recibido una cachetada, trastrabilló un paso hacia atrás.

—¿Me estás amenazando? —dijo, con voz lenta y gruesa. Las palabras se arrastraron como arena por sus labios.

—Hayden, no —contestó ella, negando con la cabeza—. Las órdenes a mí también me vienen de arriba, no puedes simplemente ignorar todo porque estés desanimado.

«No sabes cómo es.»

En ese momento, Hayden lo único que pudo hacer fue girar sobre sus talones y alejarse de allí. Ignoró que Liz lo llamaba, ignoró que salía del estudio de grabación prácticamente corriendo y con la puerta rebotando contra la pared de ladrillo, produciendo un gran alboroto. El viento fresco azotó su rostro duramente, despejándolo. Se encapotó una capucha y comenzó a caminar sin rumbo, deseando que nadie lo reconociese. Mantenía los oídos embotados, las manos entumecidas mientas apretaba contra él la chaqueta de cuero marrón. Un lacerante ruido había comenzado en lo más hondo de su cabeza, como una canica lanzada dentro de una botella de vidrio.

Las cosas suceden así. Comienzas con un gran sueño, lleno de esperanza e ideales sobre él. Algo puro, emocionante, una aventura trepidante... Más tarde llegan los errores. Los compromisos, las obligaciones y las cosas mal hechas. No son capaces de reconocer todos los daños hasta que ya es demasiado tarde, ni cómo esas consecuencias los arrastrarán a algo negativo para ellos. Sueles tener una moral sólida, querer ayudar a la gente. Y en un momento, miras hacia atrás y te das cuenta que has perdido todo eso; sumido en un mar de caos donde la gente se pelea ciegamente por el poder o el dinero.

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