11. To disappear

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Desaparecer

Nadie entendía el porqué de que Marie decidiera trabajar en la librería Sculls

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Nadie entendía el porqué de que Marie decidiera trabajar en la librería Sculls. Tenía buen «sueldo» gracias a su libro Sin título y al trabajo en la editorial, por lo que sus amigos no entendían cuando ella decía que iba a trabajar. Sí, estaba consiguiendo ideas para comenzar otro libro además del ya publicado, pero no era que trabajase porque no tuviese dinero. Lo hacía porque le gustaba hacerlo, estar rodeada de madera y libros viejos le recordaba a épocas pasadas, como el retumbar de un tambor lejano. Y no es como que cobrara, lo hacía simplemente porque quería.

Además, Emily le caía bien desde que su primera presentación, a la cual habían ido unas veinte personas, fue en su biblioteca. Tampoco es que Emily recibiese muchos currículums para presentarse a trabajar y que la presencia de Marie estorbase nuevos dependientes. La ayuda siempre venía bien.

Suspirando, Marie remojó el pañuelo de tela en lustrador para muebles y continuó refregando el circulo que formó la taza de café que había apoyado sobre la balaustrada del mostrador.

—Cariño, ¿no se va haciendo hora de que vayas a casa? —preguntó Emily, apareciendo por el costado de ella y pasando un brazo por arriba de sus menudos hombros.

—¿Qué hora son?

—Las ocho y poco.

Marie asintió, sin querer irse. Porque irse significaba tener que preparar la maleta, llamar a sus amigas para preparar el viaje al aeropuerto, y después el hotel y la maldita premiación...

—Déjame terminar de limpiar esto —dijo ella, mientras seguía refregando la mesada.

Emily arrebató el trozo de tela de las manos de la chica y lo escondió detrás de su cuerpo.

—Vamos, ve a casa. Seguro que no tienes nada preparado.

Marie soltó un «ufa», mientras suspiraba otra vez y caminaba hacia la parte trasera de la librería, buscando las cosas que había dejado antes de comenzar a trabajar. Aún había algunas personas en la librería, como la chica de lentes que leía Ciencia Ficción, el moreno alto que seguía en la sección de Romance, y el hombre mayor buscando un libro de pesca.

Cuando Marie juntó todas sus cosas, se despidió de Emily con un abrazo y salió de la librería. Afuera ya había anochecido, por lo que Marie apretó el paso hasta su casa. Seguramente Perejil estaría esperándola, famélico, y los maullidos resonarían por toda la casa como un extraño eco casi fantasmal.

Cuando el 36 del Buckingham Gate apareció delante de ella, Marie dobló y se acercó a una de las puertas, para así finalmente poder entrar dentro de la calidez de la salita. Al hacerlo, encendió la luz fría con el codo, iluminando así toda la estancia frente a ella. La soledad pesaba en ella como toneladas de piedra. Dejó las llaves y las bolsas de la ropa sobre la mesa del comedor, mientras revolvía su cartera en busca del teléfono celular. Cuando lo encontró, texteó rápidamente dentro del chat que compartía con su amiga Edurne.

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