IX. Corazones rotos

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Nota:
Contenido sensible; homofobia, agresión y/o posibles enfermedades mentales.
Se recomienda discreción al lector.










[...]

3 años antes.
Guadalajara, México.

Sergio no podía dejar de ver lo buen bailarín que Saúl era. Su adoración era ver al pelirrojo, y aunque sus amigos decían que esa fijación era rara, él sabía que no era así; era la fijación más bonita que podría tener nunca.

Esa noche, celebraron una gran fiesta, era la última del ciclo en la preparatoria. Pronto todos se irían a la universidad que hubieran elegido y Checo sentía que había desperdiciado mucho tiempo porque nunca había podido expresar plenamente lo que sentía.

Se sentía confundido, aturdido, incluso asustado por lo que los demás dijeran, lo cual era absurdo porque los tiempos habían cambiado, ya no era un crimen de muerte, ni tampoco había una inquisición que lo fuera a castigar por eso.

-¿Otra vez viendo a Saúl?

-Es que no puedo dejar de verlo, Caro -sonrió completamente maravillado con el chico-. Mira lo bien que baila y lo bien que se ve -soltó una risita nerviosa, sin embargo, se puso de pie de su lugar y llevó a la chica consigo a un lugar más apartado del barullo de la música y el resto, donde pudieran hablar más tranquilos y sin que alguien los escuchara-.

-¿Cuándo le vas a decir? Ya sabes. Que te gusta.

-¿Quieres saber exactamente? -ella asintió-. Probablemente nunca.

-¡No seas baboso, Checo! Tienes que decirle, no puedes quedarte con ese secreto para siempre.

-¿Y para qué quieres que le diga? ¿Qué tal que luego se burla y le dice a todos y se burlan de mí? ¡Hombre, no! -negó-.

-Checo, yo no me voy a burlar jamás de ti. Te amo como si fueras mi hermano, yo siempre voy a estar para ti. Nomás acuérdate de eso, ¿está bien?

-Yo también te super amo, Carola -besó su frente con cariño y acarició su cabello castaño-. Voy a pensar lo de Saúl, ¿ok?

-Sale y vale, Chequito. No lo pienses tanto, mi vida.

Los jóvenes a veces podían ser los humanos más maduros y amorosos del mundo, sentir genuina bondad, comprender sentimientos y corresponder a éstos mismos, casi como un ángel; pero también capaces de ser verdugos, crueles seres que podían hacer pedazos la dignidad de otros, seres que hacían desear la muerte propia, incapaces de comprender sentimientos, sin una pizca de decencia o humanidad.

Desgraciadamente, Sergio tuvo que conocer a éste último tipo de seres cuando fue capaz de confesarle a Saúl sus sentimientos. El chico lo miró con asco, lo humilló frente a todos y como si no hubiera sido suficiente, al salir del colegio lo golpeó junto con otros más hasta dejarlo casi inconciente y hasta el casancio.

-¡Jamás se te ocurra dirigirme la palabra de nuevo, puto maricón! Qué asco me das.

-Ya... Por favor -susurró sin fuerzas, sin poder ver siquiera un poco por la hinchazón atroz de sus ojos y la sangre que bañaba su rostro-. Basta...

-Y todavía tienes la osadía de hablar, pinche morro joto -y otro golpe más llegó-. Deberíamos darte un levantón de una vez. Maricones es lo que menos necesita el mundo, pendejo.

-Ya basta...

-¡Checo!

El grito de auxilio de Carola fue lo que alertó a los abusadores, quienes corrieron despavoridos cuando vieron que la chica corría hacia allá. Cuando llegó, soltó un sollozo lleno de miedo y dolor al ver el aspecto y condición de su mejor amigo. Gritó tanto como pudo en busca de ayuda, pues cada segundo que pasaba, sentía que Sergio se le iba. Finalmente, alguien llamó a las autoridades y paramédicos, quienes rapidamente atendieron al pobre chico.

-Checo... Chequito, tienes que aguantar. Tu familia vendrá rápido, solo resiste -sollozó mientras viajaban en la ambulancia a la más alta velocidad-. No me puedes dejar sola.

Afortunadamente, al llegar al hospital más cercano, fue atendido.

-Tiene seis costillas fisuradas, dedos de la mano izquierda también fisurados y tuvimos que intervenir quirurgicamente de emergencia porque tambien tenía un pulmón en peligro de perforación y la nariz desviada. Por suerte hemos logrado solucionar estos problemas y ahora el muchacho está recuperándose favorablemente.

El médico se fue, dejándolos a todos con un montón de cosas que pensar.

Mientras que el chico, en esa fría habitación, abrió los ojos, y por primera vez en su corta vida, deseaba no haberlo hecho ya. Las lágrimas se asomaron rápidas y sin esperar en sus ojos, un fuerte nudo en su garganta y un ardor en su pecho no lo dejaban en paz.

"Dicen que el amor te da la libertad, pero no es cierto; yo he sido prisionero de mi amor por Saúl durante mucho tiempo. Un amor que en lugar de ser dulce y cálido, resultó ser la peor experiencia, una no correspondida y que me eleva las ganas de morir de una vez por todas. No fuiste el ángel que esperaba, fuiste el demonio que me está llevando a conocer lo más horrible del infierno en la Tierra".

-Checo, mi vida.

La voz rota de Marilú relució en la habitación cuando el llanto tan doloroso de su hijo fue lo primero de lo que se percató.

-Me dijo que le daba asco -susurró con voz rota-. Me dijo que... Que las personas como yo son lo que menos necesita el mundo.

-¿De quién hablas, cariño? ¿Quién te hizo ésto?

-Saúl -susurró volviendo a cerrar sus ojos-. Saúl me aborrece y yo lo quería tanto -sollozó-.

Decir que los siguientes meses de recuperación fueron fáciles, habría sido una total mentira. La recuperación física fue tardía, pero llegó, sin embargo, la recuperación mental y emocional fue un desastre. Sergio no salía de su habitación en todo el día, lloraba todas las noches hasta quedarse dormido y cuando llegaba la hora de despertar, se repudiaba una y mil veces por ello; agregando también que no podía vivir sin sus pastillas.

-¡Checo, tienes que salir de la cama! ¡Mira lo bonito que está el día! -Carola señaló por el ventanal de la habitación del chico-. Las vacaciones comenzaron por fin, tenemos que divertirnos.

-Carola, déjame. Déjame morirme ya de una buena vez -murmuró totalmente inexpresivo-.

-¿Qué? Checo... No te puedes ir, yo te necesito. Y tú necesitas ayuda. Deja que tus padres lo hagan. Ya me dijo tu mamá sobre el psiquiatra.

-¡No! ¡No, ya dije que no! ¡Nunca! ¡Entiendelo, no quiero! ¡No te metas en lo que no te importa!

Y a pesar de las lágrimas, los berrinches y la negación, Sergio estuvo todavía varios meses en tratamiento psiquiátrico y psicológico, mismo que lo ayudó bastante, sin embargo no lo suficiente.

Luego de ello, les hizo saber a sus padres que no quería quedarse en Guadalajara, quería huir de ahí para no tener la posibilidad de ver a Saúl alguna vez más en su vida, y ellos accedieron a irse entonces a Nueva York. Eso para ellos no era un problema.

Carola, al ser su amiga más cercana, le pidió lo mismo a sus padres, y claro que también accedieron a los deseos de su pequeña y única niña.

Sergio tenía la oportunidad de comenzar una nueva vida, y lo hizo, pero refugiándose en una nueva actitud arrogante, petulante y bastante odiosa; se refugió en cientos de fiestas y en el alcohol, que aunque no era en exageración, tenía que beber siempre que tuviera la oportunidad. Solo eso le hacía olvidar lo desgraciado que había sido hacía tantos meses.









[...]







Vengan, vamos a golpear a Saúl.

Bodyguard [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora