XIII. La voz de un ángel

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Cohibido por no saber si interrumpir o no, Max abrió solo un poquito la puerta de la habitación y sonrió cuando pudo ver las fachas de Sergio y el sentimiento con el que cantaba. El rubio no entendía ni un carajo de lo que decía la dichosa canción, pero sabía que le gustaba a Sergio porque disfrutaba con cada fibra de su cuerpo cuando algo le gustaba, y eso estaba haciendo en ese momento.

Cuando la canción terminó, Charles giró aleatoriamente hacia la puerta y vió a Verstappen. Su mirada curiosa fue directamente a la de Sergio y de nuevo hacia la puerta, cosa que hizo voltear al mexicano y sonreír apenado y hasta confundido.

—¡Max! ¿Qué estás haciendo aquí?

El belga aclaró su garganta, volvió a esa postura erguida y un rostro neutro, fingiendo no haber visto nada de lo anterior.

—Es... Uh... El señor Pérez me pidió que viniera a... Algo dijo de un ojo —murmuró confundido—. ¿Que te diera mi ojo?

Echar un ojo. Significa que me vigiles —rió—. ¿Por qué hoy? ¿Que no se supone que es tu día de descanso?

—Ah, no, no pasa nada. No tenía nada qué hacer —murmuró tratando de mantenerse lo más serio posible, pero sus mejillas y oídos colorados lo delataron—. Preferí venir porque... Los señores me lo pidieron como un favor. Pero los dejo solos para que sigan con... Lo que sea que estén haciendo —los señaló—.

—¡No! —Carola lo detuvo con una sonrisa—. Acompáñanos. Vamos a tomarnos un cafecito mientras Checo se da una buena bañada y platicamos todos, ¿te parece?

Caro, no me quiero bañar.

Hueles a puro zorrillo, Checo, guácala. Báñate y quítate esa barba, ponte guapo y bonito. Vamos a salir.

—¿Salir? ¿Dijeron salir? —Leclerc sonrió al entender de menos una palabra de lo que los otros hablaban—. ¿A dónde vamos a salir?

—Vamos a tener una cita, niños. Llama a Carlos —se acercó para decir despacio en el oído del castaño mientras sentía la mirada confundida de Sergio y Max sobre ella—. Todos ustedes, conmigo.

[...]

—Cuando dijiste que íbamos a tener un cita, de veras creí que iríamos a un lugar increíble, no a la sala de mi casa a jugar con el karaoke —murmuró con una ligera molestia expresada en su rostro—.

—¡Sí, sí! Hace mucho frío como para andar en la calle, además, estabas muy inspirado cantando, así que queremos que sigas igual —le dió unos empujoncitos mientras le daba el micrófono—. Vas a ser el primero.

Antes de que comenzaran a afinar gargantas, la profunda mirada de Carlos Sainz se hizo presente; les saludó con educación a todos por igual, pero cuando su atención fue hasta Charles, su sonrisa deslumbró.

—Ya estoy aquí. Perdón por la tardanza —murmuró sin dejar de ver al castaño—.

—No pasa nada. Ven, siéntate aquí conmigo —señaló a su lado—.

—¿Estás segura que quieres que cante, Caro? —Sergio continuaba algo inseguro de eso, más cuando veía la cara y la sonrisa de Max—. Tú no te rías —lo señaló—.

—¡No me estoy riendo! Estoy ejercitando mis mejillas.

Una mirada de pocos amigos fue la única respuesta, y entonces, la música sonó. Los otros aplaudieron y le dieron ánimos al de pecas, quién parecía querer salir corriendo de ahí, aunque pronto pareció olvidarlo y comenzó a cantar. Algo bajito para el gusto de los demás.

Voy a hacer una ronda por tu cumpleaños
Un poema mil veces por año
Ya así me entiendas cuánto te amo

Silbaré como silba un jilguero en el día
Borraré todas tus pesadillas
Y en tu boca me refugiaré

—¡Vamos, Checo! ¡Grítalo! —Carola lo alentó cuando sabía que el coro venía—.

Buscaré tierra nueva en el campo
Le rezaré a un santo al atardecer
Nadaré mar adentro en tu milla
Y de una costilla te haré mi mujer...

—¡No me gustan las mujeres! —aclaró rápidamente y continuó cantando quitado de la pena—.

Y es que escuchar a Pérez cantar era toda una historia, era mágico, pues aunque el chico no gozaba de una privilegiada y entonada voz, siempre que lo hacía lo disfrutaba y lo daba todo; por supuesto que las risas de Carlos y Charles no se hicieron esperar, aquello los entretenía y divertía, y Carola también reía, aunque más que de diversión, lo hacía de felicidad, porque su Chequito se veía feliz.

Solo un rostro mantenía una misma expresión, el de Max, una expresión que decía miles de palabras; el chico sonreía, y no dejaba de ver a Sergio casi ensimismado con él, sus ojos parecían brillar por sí solos y casi como si miles de estrellitas revolotearan a su alrededor.

Cualquiera que lo viera diría que lo miraba con ojos de amor.

Cuando la canción terminó, el rubio fue el primero en aplaudir y celebrar; Sergio agradeció como si de un gran artista se tratara y soltó una carcajada al ver qué las risas de los otros no podían controlarse.

—¡Ya, ya no quiero cantar! ¿Quién sigue?

Los otros tomaron el micrófono y comenzaron a cantar juntos mientras Sergio tomaba asiento junto a Max, quien no podía despegar su mirada de él.

—Magistral actuación, señor.

—Gracias, ya lo sé —acomodó su cabello en un ademán bastante vanidoso, aunque luego rió y negó—. No, ¿qué te pasa? Canto horrible.

—La voz de un ángel, no puedo definirlo de otra forma.

—Pues te urge un lavado de oídos —bromeó—.

—No, en serio. Cantas muy bien. La canción de hace rato parecía ser difícil y la interpretaste sin ningún problema —asintió satisfecho—.

—¿¡Me escuchaste!?

—Sin querer —rió—. ¿Quién es el intérprete?

—Un cantante mexicano: Juan Gabriel. A mi mamá le gusta mucho y cuando éramos niños, en Guadalajara, ella lo escuchaba todo el tiempo y fue un gusto que tomé también como mío, pero no le digas a nadie —lo señaló—.

—Prometido —llevó una mano a su pecho—.

—¿Cuál es tu música favorita, Max?

—¿Música favorita? Bueno, nunca me he puesto a pensar en eso, siempre he escuchado de todo. ¡Aunque! —enfatizó de repente llamando la atención de Sergio—. Mi hermana siempre escucha a Britney Spears y semejantes. ¡Oh! Me gusta mucho I Believe I Can Fly.

—Uhm, interesante —sonrió y volteó fugazmente a ver a los otros tres—. ¿Ellos también tienen la voz de un ángel? —preguntó burlón, esperando que Max carcajeara con él—.

—No. Sólo tú —afirmó con una suave sonrisa que de nuevo cubrió—.

—Deja de cubrirte cuando sonríes. Es una orden, Verstappen.

—¿Por qué? ¿Quiere ver mi sonrisa, señor? —bromeó—.

—Y si fuera así, ¿qué tiene? —se encogió de hombros con una sonrisa tímida—. Ya te dije que es una orden.

—¡Sí, señor!

Y de nuevo rió, ahora sí, sin tapar su sonrisa.













[...]

Cada día más cerca, cada día más sonrientes, cada día más esquizofrénica yo 😘☝🏻

P.D. ¡P7, P7! ¡REMONTADA ESPECTACULAR!
(Otra vez madrugué)

Bodyguard [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora