XXV: ...y en las buenas

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1 año después.
Nueva York.

—¡Güero, quedé en el bufete! ¡Quedé! ¡Quedé! —gritó con emoción mientras lanzaba sus cosas al sofá más grande que adornaba el apartamento—.

—¿Qué? —aquel grito salió desde la cocina, donde parecía que Max trabajaba arduamente, pues había música y cuando salió, tenía un delantal lleno de alguna especie de masa—. ¡Hola, mi amor! —agitó su mano—.

—¡Quedé en el bufete! ¡Me dieron el trabajo!

El rubio, de inmediato se quitó el delantal, se limpió las manos ahí y corrió a abrazar efusivamente al menor, levantándolo y haciendo que sus piernas rodearan su cintura.

—¡Muchas felicidades, pecas! ¡Ah, yo sabía! ¡Sabía que no se iban a quedar sin la oportunidad de tener al mejor abogado de México y de Estados Unidos! —abultó sus labios con la intención de que el menor le diera un besito y así fue—. ¿Ya puedo llamarlo licenciado Pérez?

—No, no seas igualado —rió—. Tú tienes que decirme mi amor, mi vida, mi cielo, mi noviecito lindo, mi futuro esposo...

—¿Sí quieres que te llame así? —con cuidado se dirigió al sofá y se sentó ahí de forma que Checo quedó sobre él—. ¿Mi futuro esposo?

—Sí, ¿tú no quieres llamarme así?

—Uh, no —negó con cierta indiferencia, lo que logró borrar la sonrisa de Sergio—.

—¿¡Cómo que no!?

—Sí, no quiero llamarte futuro esposo —se encogió de hombros—.

Mira, Max Emilian Verstappen, que si tú me vuelves a decir eso te corto las bolas y se las tiro de comer a...

—¡Checo! —carcajeó—. ¡No digas eso! Déjame terminar —entonces lo tomó por las mejillas—. No quiero llamarte futuro esposo porque quiero llamarte orgullosamente mi esposo —añadió con voz bajita—. Mío.

Eso logró calmar la rabieta del menor y agrandar de nuevo su sonrisa, sin embargo, ahora la sonrisa de Max se desvaneció cuando pareció recordar algo.

—¡Tengo que ir a la cocina!

Corrió despavorido y Sergio junto a él; cuando entraron, Max abrió la waflera y un gesto de completa decepción y sorpresa se dibujó en su rostro.

—¿Qué carajos pasó aquí? —murmuró, aunque rió cuando la carcajada del pecoso resonó—. No te rías. Quería darte una sorpresa de que ya usé la waflera que nos dió mi mamá y mira nada más, es un completo desastre.

—Oh, no, Maxie... —soltó una risita—. No te preocupes. Te ayudaré a limpiar y haremos esos waffles.

—No, no, no. Yo voy a limpiar ésto, licenciado. Mejor usted platíqueme cómo va a estar todo ese asunto del bufete. Soy todo oídos —sonrió a la vez que ponía manos a la obra a limpiar—.

—Bueno, aún está en proceso lo de la contratación y todo; voy a tener que pasar por el proceso de novatos, ya sabes, ayudar en pequeños casos o siempre estar consultado por abogados senior pero no importa —negó con una sonrisa llena de ilusión—. Me hace muy feliz todo ésto. Voy a iniciar el lunes.

—¿¡El lunes!? ¡Oh, mi bebé ya va a trabajar! —añadió con un orgullo notable—. Qué orgulloso me siento de ti, pecas. Ésto lo tienen que saber los demás —y tomó su teléfono para comenzar a escribir en aquel chat que compartían con los chicos—.

—¡No, no, no! ¡No van a dejar de llamarme!

Y antes de que algo más pudiera ocurrir, su timbre comenzó a sonar una y otra vez de forma incesante.

—Ahora veo lo negativo de que Carlos y Charles se hayan mudado al apartamento del final del pasillo —murmuró el rubio con un gesto apenado—. Mi culpa, mi amor. Perdón. Yo los atiendo —besó su frente con devoción y fue a abrir la puerta—.

—¿¡Cómo está eso de que ya lo contrataron!? —Charles, que llevaba al pequeño Leo en sus brazos, fue el primero en hablar y entrar directamente hasta donde Checo estaba—. ¡Cuéntanos!

¿Qué tal, amigo? —Sainz, por su parte, saludó con calma y entró junto a Max hasta la cocina, donde Leclerc no paraba de atiborrar al de pecas con cientos de preguntas—. Charlie, una pregunta a la vez, cielo —rió—.

—¡Es que...! ¡Jamás creí que...! ¡Juraba que iba a trabajar con su padre! —lo señaló—. ¡Oh, amigo! ¡Me alegra mucho saber que no serás un nepo-baby! —y lo abrazó de lado con efusividad—.

—¿Debería agradecerte los cumplidos? —murmuró sarcástico, aunque luego rió—. A mí también me alegra mucho ésto, Charles. Quería trabajar y hacer algo por mí mismo, no siempre depender de mi papá.

—¿Y el Ferrari y el Mercedes?

—Ah, esos me los regaló. Son míos —carcajeó—. Oigan, hablando de cosas felices, ¿cómo van con...? —levantó repetidas veces las cejas, haciendo reír a los demás—. ¿Ya fijaron fecha y lugar?

El castaño volteó a ver a su novio, quién sonrió y asintió mordiendo suavemente su labio inferior.

—Será a finales de octubre.

—¡El mes de tu cumpleaños! —Max señaló al monegasco, quien asintió—. ¿Y en dónde?

—La familia de Carlos ha dado la idea de que sea en su propiedad de Madrid —señaló—. Realmente es un lugar precioso, pero... Creemos que lo mejor es que sea aquí mismo y que sea algo íntimo, entre nuestras familias y amigos más allegados. Ya sabes, Caro, George, Lance y su novio el señor mayor... —bromeó—.

—¡Mira, Perceval! ¡Que aparte de Carola y esos dos gorrones tus más allegados son éste dúo de guapetones! —se señaló a sí mismo y al rubio que no podía dejar de reír junto a Carlos ante la conversación—. ¡Yo tengo que ir a tu boda y ser tu padrino! ¡Yo!

—No, mi padrino va a ser Leo —levantó al perrito a la par de su rostro y este se removió inquieto y juguetón—. Él va a llevar los anillos. Si tú quieres tener una participación puedes ser el niño de los pétalos —rió—.

—Le quedaría perfecto —Max asintió aún riéndose, sin embargo, al ver la mirada de pocos amigos de su novio, retomó la seriedad—.

—Pero aún falta para nuestra boda, ahora hay que enfocarnos en una sola cosa. ¡En el licenciado Pérez!

—¡Ay, ya sé! ¡Qué emoción! ¡Qué emoción me da! ¡Mi mejor amigo ya es prácticamente un licenciado!

—Y no saben lo mucho que me enorgullece eso —el rubio se acercó a él, besó su frente y luego acarició su cabello con inmensa ternura—. Es el chico más inteligente que haya conocido jamás, y estoy casi seguro que será el mejor de todos los abogados del mundo. Mi niño de pecas... Altijd met jou. (Siempre contigo).

—¿Y qué vamos a comer?

—¡Charles, cariño! ¡Les arruinaste el momento!












[...]

Bodyguard [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora