Extra: Las anécdotas de Max

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No podía negar que la tecnología había cambiado considerablemente hasta entonces. Cuando era más joven, antes incluso de conocer a Sergio, siempre se había considerado bueno en lo que respectaba a la tecnología, pero ahora, con el paso del tiempo y las nuevas innovaciones, tener a su hijo mayor explicándole cómo manejar ciertos aparatos o activar comandos le resultaba algo vergonzoso.

—...y aquí enciendes la cámara. Como ves no es difícil. Digo, sí tiene su chiste pero no es difícil, solo basta que te acostumbres y luego no vas a necesitar mi ayuda.

—¿Y para apagarla?

—Es donde mismo, . Si quieres yo te puedo ayudar a editar o puedo enviarte algunos vídeos de tutoriales super facilitos.

—No, no. No es necesario —negó con una sonrisa—. Creo que puedo hacerlo. Además no quiero que descuides tus estudios por ayudarme en algo que es más un hobbie.

—Pero ahorita estamos de vacaciones. Checo y Penelope se van con la abuela Lu y mientras papá Checo va al despacho yo puedo ayudarte. Bueno, cuando no vayas a la oficina.

—En la oficina ya no me necesitan mucho, Pato —soltó una risita—. Mira que ser ingeniero en jefe tiene sus ventajas y puedo hacer muchas cosas desde aquí.

—Sí, y más si es la constructora de Charles —se burló—.

—¡No seas igualado con tu padre! —el rubio, en su juego, rodeó al chico y comenzó a pasar sus manos por el cabello del menor, alborotándolo en el camino y desatando las risas de éste—. ¡Más respeto que mis estudios me costaron!

—¡Sí, Max! ¡Perdón! —carcajeó—. ¡Ya, ya!

Luego de unos segundos, ambos volvieron a la calma y el chico soltó un suspiro.

—¿Y de qué van a tratar tus videos? ¿Vas a enseñar ingeniería civil en cinco sencillos pasos o...? —rió—.

—Cinco sencillos pasos —lo miró de reojo—. No. Quiero contar historias de mi vida, de mi familia, mis amistades... No me importa si tengo visualizaciones o no, solo quiero tener un testimonio para un futuro y para mi descendencia —sonrió suavemente—. Que sepan lo que Max y Sergio hicieron, cómo se conocieron, y pronto, si ustedes quieren, podrán contar también sus propias historias.

La vista de Patricio viajó por el rostro del mayor y sonrió cuando se dió cuenta del brillo que había en esos azules y abrigadores ojos de su rubio padre.

—¿Y si grabas algo ya? ¿Por qué no me cuentas a mí cómo te sentiste cuando conociste a Checo? —encendió la cámara y ésta comenzó una proyección en la pantalla de la computadora en el escritorio—.

—¿Seguro que quieres oírlo? —el menor asintió—. Uhm... Bueno. No es ningún secreto que tu papá siempre altera la historia y cuenta su versión dramática de que yo le hacía la vida imposible —rió—.

—Preséntate primero, .

—¿Eh? Oh, sí —sonrió mientras veía directamente a la cámara y trataba de acomodarse mejor—. Uh... Hola —levantó su mano y sonrió—. Mi nombre es Max Verstappen y voy a contar simples anécdotas de mi día a día desde que nací si es posible hasta lo más reciente. Uh, ¿ya? —volteó a ver al chico—.

—Ujum. Ahora sí, puedes contarme.

—Te decía: Sergio siempre altera y arma su propia versión de la historia —soltó una risita—. Bueno, ha dicho que era un idiota al principio y que luego vió la realidad de las cosas.

>>Cuando conocí a Sergio, el tenía veintiún añitos. Es el hijo menor de tres, consentido por mamá hasta por respirar, y la verdad era muy prepotente, presumido, llorón... Y no voy a mentir en decir que era odioso, bastante odioso.
En ese entonces yo me había dado de baja del ejército apenas hacía un par de años, y me decidí en trabajar en una agencia de seguridad privada donde una vez me asignaron a un cliente nuevo. Resultó que un hombre de negocios y mucho dinero quería seguridad para uno de sus hijos porque decía temer por su integridad física, y el primer día que llegué, me topé con un niño malcriado, enojón, llorón, dramático... Pero lindo. No puedo negar que desde entonces lo ví y me dije que era bastante lindo, pero esa fijación se fue cuando me dijo una sarta de cosas dignas de un muchacho veinteañero estúpido.

—¿O sea que lo viste lindo pero te caía mal? —rió—.

—Uhm, no podría decir que me cayera mal, solo que... No sé —frunció sus labios mientras buscaba una respuesta—. Era algo que no había visto antes. Una forma de ser nefasta pero un físico que no podía ignorar. ¿Haz visto como tus pequitas parecieran brillar solitas cuando recién despiertas? —tanteó con suavidad la nariz del chico, quien asintió algo sonrojado—. Así se veían las pequitas de tu papá todos los días, así le ponía mucha atención cada mañana que iba por él para llevarlo a la universidad —soltó una risita—. Era un sentimiento extraño verlo salir con su cara de enojo y esos saludos secos para mí, y luego escuchar que le decía a sus amigos que me iba a sacar de su casa a como dé lugar.

—¿¡De veras hizo eso!? ¿¡Enfrente de ti!? —el chico se escandalizó un poco, tratando de no soltar una estruendosa carcajada—.

—Sí lo hizo, no enfrente de mí, pero es que papá y sus amigos nunca han sido discretos —rió—.

—¿Y esos amigos que dices se la pasan entre nosotros? —el rubio asintió—. ¡Charles era uno!

—Y Carola la otra, pero ella siempre ha sido la voz de la consciencia, experiencia y razón.

, ¿y cómo te diste cuenta que te gustaba Checo?

—Esa historia te la cuento después. Córtale ahí.

La cámara se apagó, la grabación se guardó y ambos salieron de la habitación abrazados por los hombros del otro.

—¿De veras sí me vas a contar?

—Sí, Pato. Pero quiero que Checo esté aquí también para que la cuente conmigo. Ya sabes el don que tiene de dramatizarlo todo, y ésta historia lo amerita.

—¿Y de cuando yo iba a nacer también me pueden contar?

—Todo lo que quieras, chaparro —besó delicadamente su frente sin dejar de caminar—.

















[…]

¡Sorpresa! ¿Qué tal? ¿Cómo están?




• July •

Bodyguard [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora