—¿Todo bien? ¿Qué pasó con Pérez? —no hubo respuesta—. Perceval...
—Discutimos. No pasó nada más.
—¿Y por qué estás tan alterado, entonces?
—Carlos, no me preguntes más cosas porque no quiero responderte mal o decirte algo hiriente —bajó la mirada mientras continuaba caminando por el recibidor de su casa—.
Durante el camino de regreso de la universidad a casa, Carlos preguntó varias veces hasta que Leclerc le dijo un 'te digo en casa', que parece que el mayor no había olvidado. Pero es que Charles ya no quería hablar más de eso, estaba triste, enojado y confundido.
—No me importa que me digas cosas hirientes —murmuró muy seguro—. No me gusta verte afligido.
—Sólo olvídalo, Sainz. Quiero estar solo, diles a los demás que no quiero que nadie me moleste.
Con la mirada baja, fue hasta su habitación y se encerró ahí para estar en completo silencio.
Él y Sergio se conocían ya desde hacía casi tres años, ambos habían congeniado muy bien al tener estilos de vida semejantes, además de que al monegasco le resultó llamativo el saber que Checo era mexicano.
Los dos, incluyendo también a Carola, habían formado una de las amistades más icónicas que hubiera imaginado jamás, y eso lo hacía sentir tan bien; nunca habían tenido problemas, nunca había sucedido una pelea o discusión fuerte, siempre habían sido muy unidos, incluso aún más cuando Checo le contó su historia y el por qué había dejado Guadalajara.
Aquello lo hizo empatizar aún más con él, pues aunque Charles no pasó por cosas totalmente similares, admitir abiertamente su sexualidad fue una bomba para toda su familia de Mónaco.Los tres juntos habían hecho locuras increíbles, como aquella vez que Pérez quería quitarse la atención indeseada de un chico mayor, y fingieron tener una poli relación y se besaron entre ellos tres frente al sujeto.
Y ahora todo eso parecía esfumarse de repente sólo porque Sergio le había mentido y tenía unas intenciones horribles.
Solo porque no quería que Carlos la pasara mal por culpa del mexicano. Porque Carlos ahora le importaba mucho.
No se dió cuenta cuándo fue el momento en que comenzó a llorar y a abrazarse a sí mismo; estaba tan sensible. Realmente se sentía mal, pero tampoco podía permitir que Sergio hiciera algo contra los otros dos. No, señor.
Estuvo varios minutos así, llorando con la única intención de sacar todo eso que llevaba dentro y sentirse tranquilo, hasta que poco a poco se fue calmando. Sus ojos ardían y su garganta parecía raspar, sin embargo, su pecho había dejado salir ese nudo que ahora lo dejaba respirar mejor; inhaló y exhaló profundamente un par de veces, y cuando pensó que quizá debería hablar con Carola, mientras miraba su teléfono sobre la cama, un toque a la puerta lo alertó y lo hizo limpiarse las lágrimas con prisa y torpeza.
—¡Dije que quería estar solo, no me molesten! —alzó la voz solo para ser escuchado—.
Sin embargo la puerta se abrió y mostró el rostro apenado del español.
—Lo siento. Escuché que la señora Leclerc no te ha hecho tus galletitas —sonrió—. Te traje unas —con ello, levantó una pequeña bandeja con muchas galletitas de chispas de chocolate y un vaso de leche tibia—.
—¿Tú las...? —sonrió—. No era necesario —murmuró sintiendo sus mejillas arder—.
—Mira, cuando yo era niño, mi mamá también me daba galletitas y un vaso de leche tibia cuando andaba llorón, y me hacía sentirme mejor. Sentía que la leche se llevaba esos nudos en mi garganta que tenían las ganas de llorar, y las galletas con su azúcar aliviaban mi tristeza —entonces se sentó junto a él en la cama y le extendió la bandeja—. Así que quizá te sirva también a ti para que te sientas mejor.
—Gracias, Carlos —agradeció con esa suave y aún un poco triste sonrisa, luego volvió al silencio mientras tomaba una galleta y la remojaba en el vaso—.
—No es obligatorio que me cuentes lo que pasó con Pérez si no quieres hacerlo, pero si quieres y necesitas que alguien te escuche, aquí estaré, Perceval.
—No me llames Perceval.
—De acuerdo, Lord Perceval —ambos rieron—. Mira nada más esos ojos todos hinchados. Ni siquiera cuando duermes doce horas te quedan así.
—¿Tú qué sabes de mis horarios, Sainz?
—Yo controlo tus horarios, Leclerc —lo señaló burlón y victorioso—.
—Uh, Carlos...
—Dime.
—Gracias por las galletitas —susurró con la mirada apenada y baja—. ¿Tú las hiciste?
—¿Que si las hice? —preguntó con algo de confusión—. No, las compré. Soy pésimo para cocinar pero la intención es lo cuenta, ¿no? —rió—.
—Sí, la intención es lo que cuenta. Muchas gracias de todas maneras, Carlos —sonrió—.
Y siguiendo su instinto, el monegasco recargó su cabeza en el hombro del mayor, consiguiendo una tranquilidad que nunca en su vida había sentido. Así mismo, cerró los ojos mientras seguía deleitándose con el sabor de las galletitas compradas y una sonrisa se dibujó grande en sus labios.
Y el mayor, en respuesta a la acción del castaño, recargó su cabeza en la de éste y sonrió al sentir el aroma embriagante natural a menta que lo envolvía.
Ninguno se daba cuenta, pero uno al otro se estaban dando tranquilidad y felicidad, emoción y paz, cariño y consuelo. Uno al otro comenzaban a sentir cosillas inexplicables pero no les preocupaba porque no eran cosas malas que no pudieran explicar, al contrario, eran un montón de sentimientos que revoloteaban curiosos, pero aún así no sabían cómo explicarlos.
Entonces ahí, mientras escuchaban la respiración uno del otro, Charles cayó en cuenta que, lo que había temido por ese tiempo, pasó: le gustaba Carlos Sainz, le gustaba su guardaespaldas; y ahí, sintiendo su corazón latir como loco, Carlos cayó en cuenta que desde que conoció a Leclerc, no sólo le llamó la atención molestarlo, sino él mismo: a Carlos le gustaba el joven Charles Leclerc.
[…]
Capítulo un poco más corto pero con lo que muchos ya queríamos ver. :)
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Bodyguard [Chestappen]
FanfictionSergio se ve obligado a llevar a un odioso guardaespaldas con él que le da órdenes todo el tiempo. •Chestappen | Perstappen | Sergio Pérez x Max Verstappen. •Pareja secundaria: Charlos | Carlos Sainz x Charles Leclerc. •Historia de ficción con fines...