Olvidar, eso es lo que tenía que hacer. No acostumbraba beber, pero la ocasión lo ameritaba, tomó unos tragos, tal vez más de la cuenta. Ni siquiera pudo conducir de regreso a casa, estaba ebrio. Había mirado su celular, tenía llamadas perdidas de Gerard. Tomó un taxi para volver a casa. Tiró las llaves en el intento por abrir la puerta, pero al fin pudo hacerlo.
Al entrar una pequeña lámpara iluminaba la sala, había una silueta, ahí estaba Gerard, su Gerard, o mejor dicho, el Gerard de Frank.
- Rayito, te estuve esperando – Dijo Gee incorporándose, llevaba puesta ya su pijama, compuesta por una playera y un pequeño short, se veía tan hermoso, lástima que no pudiera ser suyo.
- Deberías dormirte – Respondió Ray.
- Necesitamos hablar - Realmente Ray no quería hablar con Gerard, quería besarlo, hacerle el amor, tratarlo con tal delicadeza como seguramente ningún tipo con el que se había acostado lo había hecho, ni siquiera Frank, y entonces llegaron a su cabeza imágenes de Gee entre los brazos de Frank, era algo que simplemente no podía soportar.
- Mañana – Señaló Ray, no quería quedarse más tiempo con Gerard, no estaba seguro de lo que pudiera hacer. Gee se acercó a él, lo miró tan de cerca. Hermoso, sus ojitos verdes brillantes y ese olor tan enviciante que emanaba su cuerpo.
- ¿Estás bien Rayito? - Dijo Gerard acercándose a él, llevando una de sus manos a su rostro y ese tacto tan cálido, no lo podía resistir. Quería tomar a Gerard por la cintura, acercarlo sólo un poco más, besarlo, luego lanzarlo al sofá, desnudarlo y hacerlo suyo, pero no, él no era una basura como todos esos tipos con los que Gee había estado. Cerró fuertemente los ojos, tomó a Gee de los brazos y lo alejó de él.
- No estoy bien Gerard, por favor, vete a dormir. Hablamos mañana
- Rayito, perdóname – Ray abrió los ojos, lo miró, tan hermoso, tan vulnerable, tan irresistible. Sus deseos estaban por ganarle, el alcohol en su organismo hacía su efecto, pero no, él no era un canalla.
- Sólo lárgate, lárgate de aquí, maldita sea – Dijo con furia, no quería tener a Gerard cerca, porque no sabía de lo que podía ser capaz. Pero se arrepintió de decirle aquello, los ojos de Gerard comenzaron a cristalizarse, después miró al pasillo, ahí estaba el pequeño Mikey, lo había despertado con sus gritos.
- ¿Qué pasa? - Preguntó Mikey, Ray no sabía qué decir, Gerard se limpió las lágrimas, se giró para verlo.
- No pasa nada, por favor Mikey, ve a dormir
- ¿Estás seguro? - Dijo mirando a ambos, Gerard asintió y Mikey, con algo de desconfianza, se giró para regresar a la habitación. Gerard se le quedó mirando hasta que desapareció por el pasillo. Luego miró a Ray, quien lo observaba con una mueca que no pudo descifrar. Las lágrimas comenzaron a rodar nuevamente por las mejillas de Gerard – Volveré por él mañana- Fue lo único que dijo aproximándose a la puerta y saliendo del apartamento. Ray se le quedó mirando, lo vio tomar su teléfono y su cartera y salir de su casa y de su vida. Él mismo lo había corrido, pero es que no podía resistirse, no quería hacerle algo de lo que se arrepintiera después, pero entonces algo hizo clic en su cabeza. Gerard había salido de casa en medio de la noche y vestido así, podía ser víctima de un imbécil, sin más tomó sus llaves y salió, encontrándolo aún en el pasillo.
- Gerard- Le dijo y éste se giró. Fue hacia él y lo abrazó – No quiero que te vayas, perdóname
- Perdóname tú a mí Rayito, perdóname por no decirte la verdad
- Ya no importa Gee, sólo quédate
- No debí mentirte
- Tuviste tus razones
- Soy un idiota por estar enamorado de él
- No lo eres Gee – Mencionó Ray, tomándolo del rostro, mirándolo fijo y acercándose, no resistiendo más y besándolo en la boca, probando al fin esos suaves y apetecibles labios. Se sintió sumergido en una nube al poder al fin probar los labios de Gerard, pero la burbuja se rompió cuando sintió unas manos empujarlo por el pecho, entonces se separó de Gee, lo miró, sus labios más rojos después de ese beso, había sido brusco. - Perdóname, no quise hacerlo – Dijo Ray, no sabía ni qué decir ni hacer, había cedido a sus instintos.
- Lo sé Rayito. Deberíamos entrar – Gerard entendía que Ray estaba ebrio, probó el sabor del alcohol en ese beso, sabía que en sus cinco sentidos no se atrevería a hacer tal cosa, aunque lo desconcertaba que lo hubiera hecho ¿a caso estaba enamorado de él? Y él, tan estúpido, nunca se dio cuenta.