Gerard iba rumbo al hospital, empujaba la silla de ruedas de Mikey, lo llevaba a su revisión, confiaba en que podría vencer el cáncer. La cita de ese día sin duda cambiaría sus vidas, pues al fin sabrían si tantos meses de quimioterapias habían dado resultados, si esa maldita enfermedad había dejado por fin el cuerpo de su hermanito. Sin duda que nada haría más feliz a Gerard que saber que Mikey había logrado vencer el cáncer, sobre todo luego de todo lo que habían pasado. Si bien Frank le había ofrecido que ambos fueran a vivir con él, lo que más deseaba era poder recuperar su hogar.
No había querido aceptar la oferta de Frank porque tanto Linda como su padre estaban quedándose con él, por supuesto con el señor Iero se había llevado bastante bien, no así con su madre, pues había notado la forma en cómo lo miraba, cómo lo saludaba, apenas si le dirigía la palabra. Sabía que no era de su agrado y que no le parecía en lo absoluto que estuviese con Frank.
En tanto avanzaban rumbo al hospital vio precisamente a Linda a lo lejos, a su lado iba Jamia, la ex de Frank. Gerard no quería hablar con ninguna de las dos, pero al mirarlo, Linda de inmediato fue a su encuentro.
— Hola Gerard ¿cómo estás? — cuestionó Linda y Gee pudo notar un tono extraño en sus palabras. Apenas si respondió con un bien, cuando Linda miró a Mikey — ¿y él quién es? Debe ser tu hermanito, un gusto conocerte pequeño.
Mikey le sonrió, Gerard igualmente fingió una sonrisa, aunque estaba algo tenso, no le gustaba la actitud de Linda y todo lo que quería era avanzar, estar lejos de esas mujeres, pero antes de siquiera poder dar un paso adelante, Linda dejó salir todo su veneno.
— Así que trabajabas en un burdel — comentó Linda, mirando a Gerard, quien sintió que se le iba la sangre del cuerpo. ¿Cómo supo de su pasado? Y por qué estaba diciéndole eso ahí, enfrente de Mikey, quien no sabía nada sobre el tema. Jamás le contó todo lo que tuvo que pasar para poder pagar su tratamiento, pero ahí estaba Linda, para recordarle su pasado y que sumado a ello, su hermanito se enterara de ello.
Mikey igualmente tenía una expresión de sorpresa en su rostro ¿Qué mierda estaba diciendo esa mujer?
— De qué habla, señora — preguntó Mikey, Linda lo miró con una sonrisa en el rostro y escupió más de su veneno.
— ¿Qué acaso no lo sabías? Tu hermano es un prostituto, se vende por dinero ¿no te lo había dicho?
— Cállese, este no es el momento... — dijo Gerard, las lágrimas amenazando con salir de sus ojos. Trató de avanzar, pero Linda continuaba interponiéndose en su camino, igualmente Jamia, quien pudo notar, estaba disfrutando aquella escena.
— ¿Y Frank lo sabe? ¿Sabe que te ofreces a otros hombres? — mencionó Linda con toda la intención de lastimar a Gerard, quien no sabía qué decir. Empujó la silla de Mikey para que ambas mujeres abrieran el paso y así continuar su camino. Se desplazó lo más rápido que pudo, las lágrimas ya nublaban su visión. Se paró afuera del hospital y no pudo resistirlo más, se soltó a llorar ¿Por qué esa mujer era tan cruel? ¿Por qué se había atrevido a decir aquello frente a su hermanito?
Mientras el llanto lo ahogaba sintió como alguien tomó su mano, abrió los ojos y miró a Mikey. No necesitaba preguntarlo, Mikey supo que lo que decía esa mujer era cierto por la forma en cómo esas palabras habían afectado a su hermanito, pero no lo juzgaba, sus razones tendría, no tenía nada qué reprocharle a Gerard, ninguna razón para avergonzarse de él.
— ¿Por qué no me lo dijiste? — cuestionó Mikey, mirando a Gee tan afligido. Gerard se hincó para quedar a su altura.
— No encontraba trabajo, no sabía cómo conseguir dinero para pagar tu tratamiento, yo... no quería que te avergonzaras de mí — mencionó Gerard, soltándose a llorar.
— Hey Gee, jamás me avergonzaría de ti, eres el mejor hermano, entiendo por qué lo hiciste. Te amo y lo que diga esa señora no lo cambiará — manifestó Mikey, abrazando a Gerard.
— Perdóname Mikey — dijo Gerard sollozando.
— No tengo nada qué perdonarte Gee. Eres el mejor hermano que pude haber tenido — indicó Mikey. Gerard respiró hondo, tratando de calmarse, mientras las palabras de Mikey se filtraban en su corazón, llenándolo de una calidez que logró contrarrestar el frío de la vergüenza y el dolor que Linda había intentado imponer. Limpió sus lágrimas, asintiendo lentamente.
— Siempre estaré para ti, como tú has estado para mí — mencionó Mikey, reconfortando el corazón de Gerard. Ambos sonrieron y se dispusieron a ingresar al hospital, enfocándose en lo realmente importante: la salud de Mikey y en ese amor tan grande que los unía.
