Capítulo 34

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5 días después Violeta recibe el alta con la condición de que va a reposar.
Ahora mismo se encuentra en una silla de ruedas recibiendo indicaciones de Marina y Chiara está a su lado.

—Por favor Violeta, hazme caso y no hagas esfuerzos innecesarios. —Habló la doctora en un tono preocupado, sabía que la pelirroja a veces era muy terca. La pelirroja asintió. —Te voy a echar de menos Hódar. —Y tras esto, la abrazó porque Marina y Violeta habían creado al fin y al cabo una amistad.

—Gracias por todo Marina.

Y tras esto, Chiara empujó la silla de Violeta hasta la salida, cuando la pelirroja sintió la brisa fresca del invierno acariciar su rostro cogió mucho aire y luego lo soltó. Libertad. En eso se resumía todo, nunca había apreciado tanto que le diera el sol, nunca había apreciado tanto la sensación de que la brisa te roce el rostro o mirar el cielo azul lleno de nubes.

Los verdes árboles se menean por el viento, los pajarillos cantan y vuelan por el cielo. A lo lejos puede ver personas paseando y niños correteando. Ve vida.

—¿Estás bien? — Pregunta Chiara al verla tan metida dentro de sus pensamientos y la pelirroja asiente con una sonrisa de oreja a oreja y con un oyuelo enorme en su mejilla.

La morena le acaricia el pelo y vuelve a empujar la silla hasta su coche que está aparcado en el parking del hospital.
Cuando llegan, ayuda a Violeta a sentarse en el asiento de copiloto y la chica se tensa totalmente cuando se encuentra sentada allí. La morena guarda la silla en el maletero y se sienta en el coche, observa a Violeta, tiene el cinturón puesto y lo agarra con fuerza... Sabe que tiene miedo.

—Vio, ¿Te da miedo? —La pelirroja niega lentamente. —No me mientas.

—Sí, me da miedo Kiki. —La inglesa acerca una de sus manos a la de Violeta y la agarra con delicadeza para después dejarla reposar entrelazadas sobre su muslo.

—Confía en mi ¿Vale? —Tras ver que la chica asentía arrancó el coche y puso rumbo a casa de Violeta.

Habían decidido ir porque sabían que allí no se encontraba Susana y podrían recogerla y coger las cosas de Violeta para el viaje a Menorca.

—Kiki... No vayas tan rápido.

—Amor, voy a 30 kilómetros por hora.—Chiara apretó la mano de Violeta y siguió su rumbo, no podía ir más lento porque si no formaría una caravana pero si podía tratar de hacer sentir segura a su novia.

Tras una media hora en coche, las chicas llegan al barrio de la pelirroja. Violeta sabe que Chiara va a ver cosas que le partan el corazón ahí dentro pero no pude hacer nada.

Cuando están en el umbral de la puerta, Violeta suspira y saca la llave para entregarsela a Chiara, abre la puerta y empuja la silla hacia adentro.
La casa sigue igual, bueno, más sucia y con colillas y botellines por todas partes pero a Violeta lo que más le duele es que nadie ha recogido nada y sabe que Chiara lo va a ver todo.

La inglesa aun no se ha percatado de la ropa tirada por el suelo y mejor no hablar de las asquerosas manchas del suelo. Además del vaso roto en el suelo que recuerda perfectamente el ruido que hizo al quebrarse.

—¿Tu habitación es la de arriba? —La motrileña asintió. —Pues empecemos limpiando eso y sacando tus cosas. —La sonrisa en los labios de la menorquina era notoria, ella no sabía lo que encontraría.

Tras un rato intentando subir a Violeta por las escaleras llegaron y se adentraron a la habitación.
Está igual, las sábanas siguen esperdigadas por el suelo y hay muchísima cosas tiradas. Ahí fue cuando Chiara se dió cuenta. Estaba entrando a la habitación donde Violeta había sido violada y lo último que quería era a Violeta allí recordándolo todo.

A Escondidas / KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora