Capítulo 7 - Denuncia policial

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Emiliano

Verla dormir es la cosa más refrescante que he hecho en mucho tiempo. Sus suspiros que parecen gemidos me tienen encandilado; desearía saber con qué o con quién sueña. Parezco un acosador, mas no puedo evitar sentirme así cuando la tengo cerca.

Algo me dice que esta rusa me llevará al cielo y al infierno con la misma intensidad.

Abro la ventana y me paro del lado opuesto a donde apunta su cabeza. Mi idea no es asustarla cuando se despierte, pero necesito que aclaremos todo cuanto antes. Muero por tener entre mis manos esa piel tersa y experimentada; estoy seguro que me hará sentir todo el firmamento, será glorioso.

Comienza a removerse en la cama, mira el reloj y susurra: «¿Por qué me pasan estas cosas?». Inmediatamente contesto haciéndola recular en la cama. Comenzamos con un tira y afloje hasta que le digo las reglas de nuestro acuerdo.

Esta mujer me desconcierta. Tiembla de miedo por lo que puedo llegar a hacerle como mi sumisa, dándome a entender que no tiene mucha experiencia en cuestiones sexuales.

Su actuar me confunde, por un lado se viste, bebe, baila y coquetea como una femme fatale y por el otro, se comporta tímida, miedosa y retraída.

No puede ser cierto que sea inexperimentada; me niego a creerlo. No puedo caer otra vez con una mujer como ella que se parece tanto a Gianna en su forma de camelar a los demás.

Luego de consolarla le expliqué cómo sería nuestro acuerdo. Si se oponía como lo esperaba, sería la mejor oportunidad para cancelar todo y sacarla de mi empresa, pero la muy condenada aceptó mis condiciones de manera estoica dejándome casi sin palabras.

Pero eso no fue todo; lo peor llegó con su único punto.

No sé por qué me hirvió de esa manera la sangre escucharla decir que cuando se enamore me manda a la porra.

Sus palabras me hicieron sentir tan pequeño como cuando Gianna le restregó a Anya que yo no había sido más que su monigote para conseguir a su gran amor, Patrick.

Estoy que me lleva el diablo. Pensar en que, otra mujer me utilice, para luego dejarme por otro, me encrespa los pelos. No debería importarme porque lo único que me une y unirá a Petra es el sexo, ese que aún no comienza, mas estoy seguro será alucinante.

Solo espero que mi maldito corazón no se encapriche con ella porque estaré jodido.

Todas las féminas son unas mentirosas ególatras, capaces de cualquier cosa por un poco de dinero y posición social. Aunque conmigo lo llevan claro, eso se acabó. Prefiero arrancarme el maldito órgano del pecho antes de volverme a enamorar.

Perdido en mis pensamientos llego a la Estación de Policía. Debo formalizar la denuncia o estos infelices estarán fuera en menos de lo que canta un gallo. Tal vez exijan la declaración de la morena, y en ese caso, deberá enfrentarse a la rueda de reconocimiento y al examen del perito forense. Quería evitarle a Petra ese trago amargo, pero si no se puede, no se puede.

—Señor Lombardo, ¿qué lo trae por aquí? —pregunta al verme el comisario jefe.

Conozco a Roger hace muchos años. Cursamos algunas materias juntos en la universidad y desde allí nos hicimos amigos. Si bien no estamos tan unidos como cuando no teníamos responsabilidades, intentamos juntarnos cada vez que las circunstancias lo permiten para ver algún partido, tomar algo y ponernos al día.

—Vengo a formalizar una denuncia en contra de unos detenidos que tenéis aquí —contesto con mi típico mal humor.

—¡Si son los dos que vinieron descamisados y bastante golpeados tienes mucho que explicar, Emiliano! —inquiere y respiro profundo.

Te enseñaré lo que es amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora