Capítulo 23 - Jugando a cupido

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Emiliano

Caminaba por los pasillos con mi corazón latiendo a mil.

Al llegar a una esquina tomamos un ascensor privado y subimos en este hasta la cuarta planta; bajamos en neonatología y nos dirigimos a la habitación donde se encontraba mi mujer. En el momento que nos acercábamos a la puerta de Petra, un médico salió de esta con cara de preocupación y otra vez mis alarmas se encendieron.

—Buenas tardes, debo informarle que hemos tenido que sedar a la paciente porque al despertar se puso histérica gritando y clamando por un tal Emiliano. No hemos podido decirle que está embarazada porque no escuchaba razones —comenta el sanitario.

—Yo soy Emiliano, su prometido —dije con el alma en un puño por el miedo que sentía por ellos.

—Mire señor, le vuelvo a repetir lo que les dijo mi colega a todos fuera de la puerta de Urgencias: La señora necesita tranquilidad, la tensión es algo de mucho cuidado en una embarazada porque una subida muy alta puede matar al feto o lo que es peor hacer que se le decrete una preeclampsia a la madre y no llegue a las 28 semanas de gestación poniendo la vida de los dos en peligro mortal si no se detecta y soluciona a tiempo —explica con seriedad haciendo que un escalofrío me recorra entero.

—Algo he leído sobre el tema y sé que esa es una complicación del embarazo bastante común y peligrosa, por lo que debe diagnosticarse y tratarse rápidamente por medio del parto. No se preocupe doctor, a mi mujer e hijo no les pasará nada; los cuidaré con mi vida —contesto en consonancia con lo que él me ha dicho y asiente.

—Esta situación no se puede repetir —vuelve a decir con seriedad.

—Le juro que no se volverá a alterar de esta manera —prometo y me abre la puerta para que acompañe a Petra.

Los minutos se me hacen horas, me han comentado que dormirá un largo rato y que lo mejor es que esté en la habitación para cuando despierte. Necesito verla, sentirla y besarla para hacerle saber que todo va a estar bien de ahora en adelante porque he sobrevivido a la prueba de fuego o al menos eso creo...

Suspiro con el corazón latiendo a mil porque si les llega a pasar algo no sé lo que será de mi vida. Ella se ha convertido en mi todo y el solo hecho de imaginar que algo malo le suceda me pone a temblar.

Las siguientes horas me las paso cavilando y soñando despierto con el futuro que nos espera junto a nuestro bebé.

—¡Emiliano... Emiliano! —balbucea moviéndose en la cama y el monitor comienza a pitar debido a que las pulsaciones cardíacas se elevan.

—Shh... calma cariño... no te alteres que aquí estoy princesa —digo acariciando su rostro mientras la cojo de la mano.

—Mi hermano te iba a matar... —musita abriendo los ojos para mirarme a la cara y comienza a llorar con desconsuelo—, mira cómo te ha dejado... —continúa sin poder evitar hipar por el dolor que siente al verme medio desfigurado.

—Amor, por favor, no te alteres, eso no te hace bien... —susurro con un nudo en la garganta procurando tranquilizarla mientras beso sus labios haciendo un esfuerzo sobrehumano por el dolor que tengo en las costillas al intentar doblarme.

—¡Pero si te ha dejado como un cromo! —inquiere con lágrimas en los ojos.

—Pero ya me ha aceptado en la familia, gracias a Ailín no me mató hace un rato —sonrío al decir esto último porque quién diría que un hombre como Nikolay Dmitriev se comportaría como cachorrito regañado ante las palabras reprobatorias de su esposa.

—Tiene razón mi cuñada, es un troglodita. Se va a enterar cuando salga de aquí, le diré cuatro cosas y me da igual si me cachetea, esto no se va a quedar así. ¡No voy a permitir que vuelva a golpearte, es un salvaje! —inquiere y veo que comienza a subirle la tensión.

Te enseñaré lo que es amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora