Emiliano
Estos meses de casado están siendo los mejores de mi vida. Sé que vendrán muchos más que me llenarán de dicha y felicidad, esa que creí que jamás alcanzaría pero que con mi pelinegra tengo a raudales.
Mi hija Brina, me llena de alegría. Cada vez que me ve o que le susurro cuánto la amo, sus sonrisas y gorjeos derriten mi corazón. Petra y mi piccolina son lo mejor que me ha pasado en la vida; no tengo cómo agradecer a Dios y a mis cuñados por forzar ese encuentro que nos llevó a sanarnos mutuamente.
—Amor, ¿podrías cambiar y vestir a Brina, por favor? —dice la mujer de mi vida.
—Por supuesto, princesa —contesto viéndola entrar a la ducha.
—¡Muchas gracias mi italiano hermoso! —chilla para que la oiga a través del agua que corre.
Camino hacia la habitación de mi niña y la miro embelesado. Ella al verme, me estira sus bracitos y comienza a balbucear. La cojo en peso y se abraza a mi cuello llenándome de baba la mejilla en un beso desbordado del más puro amor que pueda existir.
—Piccolina, tenemos que sacarte el pipí... —musito colocándola en la mesita cambiadora.
—Papaaa... papaaa... —balbucea y me derrito como cada vez que lo dice.
Cojo todos los implementos y me dispongo a quitar su pijama. Cuando llego al pañal, mi nariz se contrae...
«¡Joder...!» —digo mientras comienzo a despegar las bandas que lo fijan a su pequeña cinturilla.
Inspiro profundo dándome ánimos para atreverme a continuar.
«Sí, es mi hija, pero su caca huele fatal... puajjj...», musito haciendo arcadas.
—¡Petra, ¿qué coño le das de comer a la piccolina?! —pregunto y me es inevitable toser de forma estrepitosa cuando el aroma de mi niña me invade.
—Lo que comen todos los bebés, amor... Ahora que tiene diez meses, el pediatra me ha dicho que a la papilla le puedo poner proteína animal y es lo que hago, así ya dejo de darle el pecho haciendo que se acostumbre a la fórmula para fortalecer sus defensas; ¿por qué lo preguntas? —comenta mientras se acerca conteniendo las carcajadas.
—Princesa, amo mucho a nuestra hija, no tengo problemas en ducharla y cambiarle el pipí, pero cada vez que defeca, parece que se desata el infierno en su interior... ¿Cómo puede ser que un bebé tan pequeño cague estas plastas que huelen a muerto? Porque déjame decirte que no es un poquito, noo... cada vez que me toca cambiarla parece que lo supiera la muy condenada y hace blando ensuciándose hasta la coronilla... —Al acabar de sacar mi frustración miro a mi esposa que está roja aguantando la risa.
La observo alzando una ceja y me descuido de Brina; en ese momento, mi piccolina dobla sus piececitos y los mete en el pañal que aún no acababa de sacar, acto seguido alarga su extremidad y la lleva a su centro ensuciándose toda una manita. La ojeo de forma incrédula y ella no hace más que balbucear y reírse como si lo que hizo fuera una gracia. A mí la verdad no me da ninguna.
—Amor, tendrás que acostumbrarte porque dentro de ocho meses cuando ya nuestra beba no lleve pañales tendremos otro al que cambiar... —Sus palabras me paralizan y mi corazón se salta un latido.
—¿Me estás diciendo que seremos padres otra vez? —pregunto con la voz entrecortada.
—Sí, mi amor. Parece que las pastillas anticonceptivas que me recetó el ginecólogo mientras sigo lactando no han surtido el efecto esperado... No me sentía bien y por las dudas antes de ducharme me he hecho un test que ha dado positivo —contesta mordiéndose el labio y a ese punto deja de molestarme la caca, el olor y todo lo que pasa alrededor.
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Te enseñaré lo que es amar
RomanceEmiliano es un magnate de los negocios; su trabajo es lo único que aplaca sus demonios. Luego de que jugaran con él y le rompieran el corazón de la peor manera, se juró no fiarse de ninguna mujer cerrándose a la posibilidad de volver a amar. Su dulz...