Narrador Omnisciente
Emiliano colocó cada pinza en un pezón de Petra, luego dejó caer la cadena, se posicionó a su espalda, se agachó y pasó su mano suavemente por su centro haciéndola delirar.
La rusa estaba perdida en las emociones nuevas que le proporcionaba su amo, aunque cuando este pasó la sujeción por toda su hendidura y la ató en sus muñecas, creyó que le daría algo.
Un gemido fuerte escapó de sus labios haciendo sonreír a su señor. Nunca se imaginó que al tensar las argollas estas jalarían de sus pezones proporcionándole un escozor placentero.
Su jefe abrió sus nalgas permitiendo que el frío del metal mezclado con el calor de su centro le diera una emoción diferente. Se retiró de su lado y cogió un plug anal mediano; lo llenó de lubricante y poco a poco comenzó a estimular su anillo.
Acarició su orificio, se inclinó y dejó un beso negro que hizo que el cuerpo de Petra temblara y se aflojara. Le encantaba verla perdida por el deseo que le provocaba, por eso jugó tocando y besando esa parte prohibida y tabú para muchos hasta que introdujo el dilatador cuando explotó en un gran orgasmo que la dejó sin habla.
—Adoro lo sensible que eres a mis toques princesa; por eso quiero llevarte al límite y que disfrutemos como nunca de esta segunda sesión... —dijo con la voz ronca por la excitación.
Se apartó de ella y comenzó a admirar ese cuerpo que lo volvía loco, aunque era ella la que revolucionaba sus hormonas convirtiéndolo en un completo adicto a su piel. Volvió a acercarse, la tomó por la nuca con una de sus manos y besó sus labios; primero con ternura, una que duró poco ya que, a los segundos, la intensidad subió hasta convertirse en un remolino dispuesto a arrasar con todo a su paso.
Sus lenguas se compenetraban a la perfección haciendo que ninguno fuese el vencedor de esa lucha de poder que los tenía encendidos y con ganas de quemarse en el infierno.
Mientras le hacía el amor con la boca, su otra extremidad acariciaba los pezones irritados sacándole jadeos que lo incentivaban a seguir un poco más al sur.
Posicionó su mano en su entrepierna y comenzó una danza que la hizo cortar el beso y tirar su cabeza hacia atrás. Cada movimiento de Emiliano lograban ponerla en jaque llevándola más cerca del precipicio. Introdujo dos dedos en su canal mientras enrollaba en el pulgar la cadena.
A medida que entraba y salía, jalaba de su agarre haciendo que las pinzas dentadas friccionaran sus botones produciéndole un dolor agudo que se mezclaba con el placer extremo que sentía en su parte baja. La cadena rozaba su clítoris nublando su raciocinio. Quería gritarle que parara, pero estaba tan concentrada en sentir que solo podía rendirse a su amo y gemir.
—Emi... Emiliano... ahh... por lo más sagrado... déjame acabar... —pudo articular luego de que él le cortara el orgasmo por cuarta vez.
A diferencia de lo que harían otras, ella no estaba enfadada, al contrario, quería que siguiera llevándola a las estrellas. El problema era que se sentía mareada y creía que al liberarse se calmaría, pero Emiliano, tenía otros planes para ella esa noche.
Volvió a estimularla y por fin la dejó romperse porque él también quería hacerlo, aunque antes, debía jugar un poquito más.
Se agachó sin dejarla reponerse, movió la cadena y comenzó a lamer su nudo de nervios hinchado; ella se estremeció porque otra vez la fricción en sus pechos la estaba poniendo a mil.
Se decía que si ese hombre seguía en ese plan, la mataría. Todas las veces anteriores había sido intenso, pero como él no la tocaba ni besaba, no había tanta agresividad. Ahora era todo muy explosivo y necesitaba que la follara duro porque estaba segura que solo eso la satisfaría bajando la intensidad del fuego que la quemaba.
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Te enseñaré lo que es amar
RomanceEmiliano es un magnate de los negocios; su trabajo es lo único que aplaca sus demonios. Luego de que jugaran con él y le rompieran el corazón de la peor manera, se juró no fiarse de ninguna mujer cerrándose a la posibilidad de volver a amar. Su dulz...