Capítulo 27 - Vísperas y el gran día

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Narrador omnisciente

Cuando las amistades de los Lombardo se enteraron que su hijo se casaba, no lo podían creer. Les parecía increíble que alguien hubiera atrapado al magnate; en especial porque sabían lo duro, implacable y arrogante que podía llegar a ser. Pensaban que sería el eterno soltero que viviría en clubes de alterne divirtiéndose hasta que cumpliera los cincuenta.

Al saber que la afortunada no era otra más que la multimillonaria viuda petrolera, Petra Novikova, sus caras de asombro no se hicieron esperar y más aún con la noticia de que en unos meses serían padres. Escuchar del mismo Emiliano que esa rusa lo había enamorado con su dulzura y sinceridad mucho antes de él saber que ella era rica, les encantó.

Habían visto nacer a ese muchacho y sabían de buena fuente todo lo que había sufrido intentando buscar la felicidad. Por eso se alegraban de que su matrimonio fuera por amor y no un negocio concertado para alcanzar más prestigio y poder.

Los hacía felices ver reflejado en su cara al adolescente dulce y soñador que se perdió debido a la desilusión.

Si bien no conocían los pormenores de su pasado, no eran tontos y deducían que el cambio radical del hijo de sus socios con respecto a las mujeres se debía al desamor. Porque nadie tan dulce, romántico y servicial, se convertía en un ser frío de la noche a la mañana. Por lo que no cabían en sí sabiendo que recuperarían al Emiliano duro pero cariñoso que conocían.

En la familia de Petra la cosa estaba más o menos igual. Sus cuñados sabían que a partir de ese momento, pasaban a ser ex y se alegraban por ella de todo corazón; en especial uno de ellos, que le agradecía el que enviara a su amiga Nina como el CEO de la Petrolera. Quería enamorar a la pelirroja y le había pedido permiso a Petra para hacerlo, aún sabiendo que estaba embarazada.

Sus ex suegros la felicitaron y le desearon lo mejor. No se enfadaron porque se casase tan rápido; entendían que como la mujer joven que era, tenía todo el derecho de rehacer su vida, y más luego de verla tan perdida y deshecha por la muerte de su hijo y nieta no nata. La abrazaron y le pidieron que no se olvidara de ellos, que los dejara seguir formando parte de su vida porque ella era el único recuerdo latente que les quedaba de su hijo.

Habían pasado quince días desde que se formalizara su compromiso y se fijara la fecha del enlace. Parecía que las horas transcurrían demasiado lentas para Petra y Emiliano que gracias al castigo de Yerik, no podían verse. Ella lo necesitaba, deseaba que estuviera a su lado y que la mimara y abrazara en las noches. Y él, desesperado por no poder estar cerca de su princesa y bebé, se desvelaba, no pudiendo conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada.

Aunque les pareció absurda la petición del anterior jefe Dmitriev, la cumplirían a rajatabla; por eso ni siquiera se comunicaban por teléfono. Sufrían, pero sabían que el día de su boda y en especial la noche, sería espectacular e inolvidable. Los demás miembros de la familia reían porque, si la pareja, en vez de callarse hubiesen hablado a tiempo, ahora podrían estar compartiendo habitación juntos como pasó con Ailín y Nikolay.

Su unión había aparecido en las primeras planas de todos los principales periódicos internacionales. Era la boda del siglo y así lo dejaban ver los medios de comunicación. Ni siquiera el primer enlace de Petra había tenido tanta repercusión y eso tenía a nuestra protagonista más nerviosa de lo habitual.

Ahora, ella era una multimillonaria petrolera debido a que Fiodor fundó las químicas luego de casarse, y Emiliano, para esa época estaba creciendo pero no era un magnate de los negocios como en la actualidad; sin contar que era la primera boda del soltero más cotizado de Italia, Europa y América.

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