Narrador omnisciente
Petra se sentía muy abochornada. Entre la declaración a la policía, identificar a esos hombres y desvestirse ante desconocidos para que sacaran fotos de sus lesiones, estaba más que agobiada.
Ahora, su jefe le decía que se duchara y lo esperara desnuda en la cama; su cabeza quería estallar. Aún así, se llenó de ánimos para obedecer y no huir de allí.
A pesar de su nerviosismo deseaba experimentar eso que Emiliano le ofrecía. No sabía en lo que terminaría ese arreglo entre ellos y quería averiguarlo.
Amaba la manera en que Fiodor con tanta delicadeza y pasión le hacía el amor; tal vez por eso anhelaba probar otras cosas, para olvidar y dejar de llorar por un hombre al que no volvería a ver ni a sentir jamás.
No se imaginaba que desde el mismo momento en que cruzó palabras con Emiliano, su corazón se puso en jaque; porque él era exactamente lo que amaba de un hombre y, aunque ahora estuviera muy dolido, poco a poco, el empresario, dejaría ver eso que la haría caer rendida a sus pies.
Ella lo intuía, por eso su cuerpo le daba alertas y su conciencia le insistía para que se alejara de él. Pero como un imán al hierro, no podía decirle que «no» a nada, y aquí estaba, a punto de entregarse a ese hombre que podría romperle el corazón en miles de pedazos.
Se duchó con agua bien caliente, se persignó y salió del lavabo envuelta en una bata de baño dispuesta a lo que fuera. Se sentó en la cama apretando y tapando lo más posible su cuerpo; era una niñería, lo sabía, pero por más que lo intentaba, no podía dejar caer el albornoz.
Su corazón latía demasiado rápido, su boca se le secaba y quiso correr hacia el sanitario para encerrarse allí.
En el momento en que se estaba poniendo de pie, Emiliano entró a la habitación y se la quedó mirando fijamente. Llevaba una toalla atada a la cintura dejando al aire su torso bien trabajado. Tenía un poco de vello adornando sus pectorales; para Petra esa imagen era demasiado erótica.
Él la miró alzando una ceja y ella se mordió el labio con tanta fuerza que casi se saca sangre.
—Me parece que llevas demasiada ropa —pronunció y Petra agachó la cabeza llena de vergüenza.
—Es que... estoy nerviosa... y, aunque no me has creído, el único hombre que me ha visto desnuda ha sido mi ex. —puntualizó.
Sus palabras oscurecieron el rostro de Emiliano llenándolo de una posesividad que no conocía.
Se acercó a ella, la hizo levantarse y la giró de espaldas a él. Acto seguido vendó sus ojos con un pañuelo de seda negro, lo ajustó lo suficiente como para que ella no viera nada. Luego, quitó el cinturón que ataba la bata y comenzó a deslizarla por sus hombros dejándola caer al suelo. Cuando la tuvo completamente desnuda, la llevó hacia la cama y la hizo acostar en ella.
—No tienes por qué tener miedo, princesa. Hoy solo gozarás, no habrá nada de dolor implícito en esta sesión. Quiero que me conozcas y que tu cuerpo se acostumbre a mis manos —ella asintió y comenzó a relajarse.
—¿Así está bien? —preguntó al acomodarse cómo le había dicho él que la quería.
—Muy bien, Petra. Veo que has recordado lo que dije que te haría. Comenzaré por tus manos y luego tus pies —explicó para que esa confianza que comenzaba a generarse no se perdiera.
Con mucha cadencia ató sus muñecas, las dejó un poco flojas para que no se lastimara; aunque sería imposible soltarse del agarre que le había hecho y eso acrecentaba el morbo que sentía al verla en esa posición de sumisión.
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Te enseñaré lo que es amar
RomanceEmiliano es un magnate de los negocios; su trabajo es lo único que aplaca sus demonios. Luego de que jugaran con él y le rompieran el corazón de la peor manera, se juró no fiarse de ninguna mujer cerrándose a la posibilidad de volver a amar. Su dulz...