HENRYK
Sigmund es suave, desnudo como está justo ahora me deleito con su piel, los besos que compartimos desde que llegué no han parado; él se apoderó de mi boca y yo la verdad no me quejo, sólo me soltó para cerrar bien la puerta y asegurar las cortinas, luego yo me dediqué a quitarle la ropa, esta noche quiere quedarse en su anexo y no ir a la caldera, me pareció extraño pero si él se siente seguro aquí entonces yo también.
Caminamos despacio hasta su cama, es la primera vez que lo hacemos de esta forma, en un lecho y no sobre sacos de heno; la sola idea enciende mis sentidos al máximo, terminamos recostados en el colchón, Sigmund completamente desnudo exponiendo su cuerpo ante mí, yo también estoy así y dejo que él me acaricie a su gusto; yo no me quedo atrás y exploro su piel, estimulo sus zonas mas sensibles y le arranco suspiros de su preciosa boca, lo cual es demasiado para mí.
-Henryk...¡ah!-. Sigmund gime ante las atenciones que le doy a su entrepierna y yo me concentro en este estímulo combinandolo con besos en su cuello y pecho; me detengo un momento a mirarlo, él tiene los ojos cerrados, sus mejillas rojas y su respiración está entrecortada, también tiene la pequeña manía de morder su labio inferior cuando esta por llegar al orgasmo y justo ahora está así, esto me anima a seguir provocandole sensaciones de placer; yo me acerco a su oído para decirle todo lo que me hace sentir.
-Eres lo más hermoso que he visto, te deseo de formas en las que jamás había deseado a alguien-. Yo seguí diciendole muchas cosas que erizaban su piel, sobre su belleza, sobre su cuerpo y lo que provoca en mi tenerlo así; esto hizo que su orgasmo llegara más rápido y pude sentir cómo temblaba bajo mi toque.
-Hen...¡Ahhh!-. Él gimió dejando todo su placer en mi mano, yo me apresuro a besar sus mejillas, su cuello y su boca, poco a poco se relaja debajo de mi; yo decido colar mis dedos a la zona más íntima de su cuerpo y con gentileza comienzo a prepararlo, Sigmund reacciona a mi tacto moviendo su cuerpo con suavidad y acariciando mis brazos.
Yo termino de prepararlo pero antes de siquiera pensar en posicionarme entre sus piernas él se incorpora haciendo que yo me siente en la cama y él mismo se coloca sobre mi regazo, se abraza muy fuerte a mí y me besa de una manera que me roba el aliento mientras toma mi pene en su mano y lo estimula robándome unos cuantos suspiros de placer; entonces despacio se desliza con delicadeza en mi entrepierna, la penetración ahora es a su ritmo y poco a poco llega hasta el final dejándome sentir su cálida estrechez que me fascina.
Él une su frente y la mía, sus ojos están cerrados y nos quedamos así por varios minutos, con nuestros cuerpos unidos y poco después el empezó a moverse despacio, sube y baja primero con cuidado y después con más firmeza; yo no puedo evitar tomar sus gluteos entre mis manos y acariciarlos, después tomé su cintura para hacer que el ritmo sea mas marcado, lo que nos arranca gemidos de placer.
-Ahhh...Sig...esto es...-. no soy capaz de completar una simple frase, él y yo nos perdemos en el momento ardiente, el placer es tanto que en un momento Sigmund aferró sus piernas con fuerza en mis caderas y hecho la cabeza hacia atrás arqueando su espalda, yo lo sostuve porque por un momento pensé que iba a desmayarse, pero luego se incorporó y siguió besándome para después abrazarme y esconder su rostro en mi cuello, el gimió de manera contundente y volvió a correrse, esta vez en mi abdomen, puedo oír sus suaves jadeos.
-Henryk...eres todo para mí-. Él me dice ahora en un tono que se oye triste, puedo sentir lágrimas en sus mejillas, yo beso su hombro y quiero entender porque llora, pero Sigmund marca el ritmo de nuevo con fuerza logrando que yo alcance el orgasmo dentro de su cuerpo.

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AMOR PRISIONERO
DiversosHenryk y Sigmund se conocieron en el peor momento y lugar posible, ambos estaban destinados a odiarse, pero a pesar de esta circunstancia entre los dos nace un amor imposible y una pasión desenfrenada; este amor prohibido los envuelve en una burbuja...