CONCIENCIA

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La lluvia en Polonia es helada, los días en Auschwitz son oscuros y cada vez es peor, pronto vendra el invierno y con el la nieve; los trenes llegan una vez por semana, las personas bajan divididos en grupos que son distribuidos en alguna de las tres zonas que conforman este lugar; Auschwitz 1 que es el campo de concentración, Auschwitz-Monowitz el campo de trabajos forzados y Auschwitz-Birkenau que es el campo de exterminio; donde a las personas que no se les encuentra utilidad se les desaparece hasta literalmente convertirlas en cenizas.

Hoy tuve que ir a la zona de los hombres que llevan el triangulo rosa en su uniforme de rayas, los que el estado Alemán acusa de homosexualidad, fue una ronda rutinaria, se suponía que el Sargento Müller lo haría solo, pero me pidió que lo acompañe porque según sus propias palabras "no quiere que esos desviados intententen algo con el" yo me quedé pasmado con semejante ridiculez, pues además que es obvio que en estas circunstancias esos pobres hombres solo viven con miedo y decir que el Sargento es un hombre poco agraciado es quedarse corto. Cuándo vi los rostros de esos prisioneros me entristeci aún más, son hombres de diferentes edades y nacionalidades, acusados de delito moral por amar a un varón; ahora estan aquí, obligados a trabajar forzadamente y maltratados, en "la jerarquía de los prisioneros" están por debajo incluso de los Judíos, se les da menos comida y son castigados por cualquier gesto que parezca "inmoral" me pregunto si amar a un hombre es tan malo, porque yo no lo creo, desde mi punto de vista no es algo como para terminar en un lugar así.

El rostro del jóven rebelde llegó a mi mente, me pregunto si todavía esta vivo, yo logré que lo pusieran a trabajar en el taller mecánico, pues ahí los prisioneros son mejor tratados y se les alimenta correctamente para que los vehículos esten bien cuidados; pero con la forma en que ese chico es talvez ya consiguió que lo maten. Al terminar la ronda con el Sargento me dirijo hasta el taller, pedí que entre mis responsabilidades esté la de vigilar a los prisioneros que trabajan allí, para asegurarme de que él este bien, lo bueno es que a nadie le gusta estar ahí porque es tranquilo y muchos se aburren, al parecer prefieren estar participando de la horrible rutina de las otras zonas del campo, cosa que a mi me perturba.

Al llegar hago un recorrido, los trabajadores están en los suyo, revisando motores, poniendo neumáticos y todo lo relacionado a los vehículos; uniformados con el típico traje enterizo de rayas y todos son Judíos pues llevan cosido en la camisa la estrella Israelí, a lo lejos distingo al muchacho del tren, ahora viste igual que los otros y se encuentra agachado cambiando el neumático de un automóvil; yo un poco nervioso me acerco hasta él y al darme cuenta de su concentración me recuesto un poco en el capó del vehículo tratando de parecer casual, él hace contacto visual conmigo rápidamente y después continúa con lo suyo.

-Veo que sigues vivo, yo creí que ya habías logrado que te disparen-. Le comenté intentado "sonar gracioso" pero él sólo me devolvió una mirada de desprecio con esos ojos turquesa que destacan en su rostro enmarcados por sus pobladas cejas negras y sin decir nada siguió con su actividad ignorándome...Odioso, no se porque me preocupo por él, tiene suerte pues otro en mi lugar lo habría castigado sólo por ese gesto; decidí seguir con mi rutina pero vigilándolo de cerca y mas tarde me ofrezco como voluntario para servir la comida también, procuro dar las cantidades correctas a todos los prisioneros, pero a él le doy más; esto hace que me mire otra vez con ese ceño fruncido que ya es característico de él y cuando se sienta come con ganas, seguro llevaba días alimentándose mal y un hombre tan alto y esbelto debe comer bien.

Al terminar me dirijo al patio a tomar aire un momento, pero cerca me fijo en una chiquilla, no debe tener más de quince años, la pobre registra los desechos seguramente en busca de comida; me sentí mal, así que busqué el caldero que aún tenía una porción de comida y me acerco hasta ella; la niña me mira y suelta los sacos de basura asustada para después agachar la mirada resignada, mi corazón se estrujo con esta imagen, a veces no soy consciente del terror que causa el uniforme que llevo. Yo la miro y le doy el caldero tratando de parecer frío y desagradable aunque por dentro me muero por consolarla y decirle que no tema.

AMOR PRISIONERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora