HENRYK
Los años pasan por nuestras vidas dejando huellas imborrables, las décadas terminan y empiezan; Sigmund y yo cumplimos cincuenta y ocho años desde que nos conocimos, ver su cabello castaño volverse blanco ha sido lo más conmovedor para mí, hace poco celebramos nuestro cumpleaños, después de la guerra llegar a nuestra edad él 77 y yo 79 años es algo significativo, pues muchos jóvenes de nuestra generación fueron víctimas mortales y perdieron la vida a corta edad.
Sigmund y yo estamos jubilados, él dejó de ser maestro y ahora vive tranquilo en casa, en cuanto a mí le cedí el taller a un jóven llamado Darío al que queremos cómo un hijo; el muchacho es el hijo menor de nuestro querido cartero, cuando nació su padre nos lo presentó orgulloso y nos pidió que fueramos sus padrinos, aceptamos contentos; Horacio nuestro mensajero estuvo con él por seis años, pero lamentablemente enfermó y falleció y antes de morir él nos pidió a los dos que cuidaramos del niño porque lo dejaba muy pequeño.
Nosotros le prometimos que veríamos por su futuro y él se fué en paz, el chico vivía con su madre y hermanos pero siempre nos visitaba y yo lo llevaba conmigo al taller, le enseñé mi oficio de mecánico y el muchacho aprendió de maravilla, con el paso de los años yo le hice mi socio y ahora es el encargado del taller porque yo decidí jubilarme debido a mi avanzada edad, aunque no le he vendido la totalidad pues sigo siendo socio mayoritario tengo planes de dejarlo bien claro en mi testamento.
Testamento...esa palabra le pone los nervios de punta a Sigmund, le cuesta mucho hablar del tema mientras que yo tomo esas cosas con mucha tranquilidad, el siempre me dice que no puede ni pensar en mi ausencia física, cada vez que hablamos de eso se precipita a preguntarme si estoy bien o si tengo algo, yo sólo me río y le pido que se calme, siempre le digo que la muerte es lo más natural del mundo y lo mejor es dejar siempre todo en orden, mi amado, si él supiera que que quien no soportaría su ausencia soy yo, si él se va antes definitivamente lo alcanzaría de inmediato.
Sigmund por su parte sigue teniendo sus rizos pero ahora mucho mas cortos y peinados pues al igual que mi cabello antes negro también se volvió blanco; ya no somos hombres sanos y fuertes pero a pesar de eso siempre lo lleno de besos y le digo que es mi blanca paloma ahora, los dos hemos vistos cientos de amaneceres y atardeceres juntos y cuando llegue nuestra hora quiero estar abrazado a él, porque sí, Sigmund tendrá que llevarme aquí no me quedaré yo sólo lidiando con el dolor de su partida.
En cuanto a la familia de Sigmund, durante años vinieron a Grecia una vez al año cómo lo prometieron, hasta que con el paso del tiempo su padre ya no pudo viajar por su edad y el fallecimiento de Alice, su hermano Colin vino siempre con ellos hasta que cumplió dieciocho años y paso aquí un verano antes de ir a la universidad, en esas semanas se enamoró de Graciela una bella chica local que le robó el corazón, tanto que hasta dejó sus planes de estudiar y se comprometió con ella, pero un año después rompieron por la infidelidad de Graciela y Colin terminó con el corazón roto, se fué de Grecia sin novia y sin oportunidad de recuperar su cupo universitario; él nunca quiso volver, no por nosotros pues él en sus cartas decía extrañarnos mucho, pero aquí todo le recordaba a su ex novia y no quería lidiar con eso.
Su hermano se dedicó a trabajar de electricista y se mudó a Seattle con una jóven llamada Susan con quien casó en Estados Unidos años después, tuvo un hijo al que llamó Austin y siempre nos enviaba fotos de él, un tierno bebé regordete de cabello rubio y ojos azules, nuestro sobrino al que cada vez que podemos enviamos regalos, ahora es un jóven recién casado y al parecer pronto le dará un nieto a Colin.
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AMOR PRISIONERO
De TodoHenryk y Sigmund se conocieron en el peor momento y lugar posible, ambos estaban destinados a odiarse, pero a pesar de esta circunstancia entre los dos nace un amor imposible y una pasión desenfrenada; este amor los envuelve en una burbuja que les i...