DESPUÉS DEL MÁS ALLÁ

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HENRYK

Han pasado dos años desde que salimos de Grecia, dejar nuestra casa después de cincuenta y ocho años se sintió cómo cuando fui llevado del hogar en que nací y donde mi abuelo me crió al Guetto de Varsovia, eso me causo una fuerte depresión, pero lo que importa es que tengo conmigo a Sigmund, él me sostiene, me brinda su amor y apoyo cómo siempre lo ha hecho.

Después de sufrir un preinfarto entendí que lo mejor es estar cerca de nuestra familia, extraño mi casa y la vida en Grecia, mi hogar soñado que disfruté por muchos años, pero estar internado en el hospital con mi vida peligrando me abrió los ojos, no puedo seguir aferrándome a una idea cuando tengo conmigo a Sigmund, él me necesita y si para poder estar más tiempo con a su lado debo dejarlo todo entonces así lo haré.

Vivir con nuestra familia en Estados Unidos no es malo, ellos nos quieren de verdad y cuidan de nosotros cómo si fueramos niños, compramos una pequeña casa al lado de la suya, es linda y acogedora; tiene todo lo que necesitamos e incluso un pequeño jardin delantero donde podemos pasar el rato y con vista al patio interno de la casa de Austin, no es nuestra bella casa en Grecia pero es perfecta para estar bien aquí, por otro lado Fernanda que además de ser esposa y madre también es maestra en una escuela saca tiempo para ayudarnos en la limpieza, nos acompaña a hacer las compras y se asegura que estemos bien.

Austin y Fernanda son un matrimonio jóven y maravilloso, él aunque trabaja duro para mantener a su familia, siempre tiene una sonrisa para nosotros y un trato gentil, ella además de ser dulce y amorosa, es una mujer responsable y una gran madre; la bisnieta de Dina, es una coincidencia que nunca imaginé; es cómo ella amable y fuerte, tiene sus particularidades pues ambos nos dimos cuenta que además de su trabajo también forma parte un grupo de damas que hacen " actividades esotéricas" que la verdad nosotros dos observamos de lejos en silencio como un entretenimiento.

Por último está Fernando, nuestro bebé cómo lo llama Sigmund, él siente una conexión especial con el niño, talvez es porque se parece al pequeño Phillip, además que siempre me dijo que no poder tener la capacidad de darme un hijo le dolía, yo siempre le he dicho que eso no me importa y que soy feliz a su lado y siempre lo elegiría a él; cuando Fernando nació de alguna manera llenó ese pequeño vacío en su corazón y yo de alguna forma también, cuidar de él cuando era un bebé recién nacido hizo que viviéramos la experiencia de la paternidad un poco, verlo crecer ha sido algo hermoso.

Él es un niño muy especial, por sus venas corre sangre de Sigmund y al ser hijo de Fernanda también es tataranieto de Dina, de alguna manera está relacionado conmigo y eso lo hace todavía más importante para mí; Fernando canta y está aprendiendo a tocar el piano con Sigmund que compró uno la llegar aquí, el niño aprende rápido, es un prodigio; tiene el cabello rizado, los ojos claros y los hoyuelos en sus mejillas igual que mi amado, cada vez que lo veo recuerdo sus años de juventud cuando su cabello castaño caía en una cascada de rizos suaves, combinados con sus ojos azules y su sonrisa.

Aquí tenemos una vida tranquila, Sigmund y yo caminamos a un parque cercano todas las tardes, ambos andamos a paso lento sosteniendonos el uno al otro y nos sentamos en un banco bajo un roble a ver jugar a los niños y revolotear a las palomas; es lo más aburrido del mundo, pero al mirar a mi amor a mi lado sonriendo con ternura mientras paseamos hace que todo valga la pena.

Pronto será nuestro cumpleaños, Sigmund cumplirá la edad de 81 años y yo 83, sin duda es mucho tiempo, hemos tenido una larga vida juntos, 62 años desde el día en que nos conocimos; él me ha acompañado en los momentos mas difíciles de mi vida aún cuando apenas soñaba con su figura en forma de un Adonis misterioso, cuando salvó mi vida en Auschwitz y cuando su recuerdo me dió fuerza para sobrevivir a los bombardeos.

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