Capítulo-10

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El lunes por la mañana llegó con un aire de anticipación. El profesor de Educación
Física había mencionado que hoy sería un día especial, pero no había dado detalles.
Mientras me dirigía al gimnasio, me encontré con Sophie y Robert, ambos con expresiones curiosas en sus rostros.

—¿Tienes idea de lo que haremos hoy? — pregunté, ajustando la correa de mi mochila.

—No tengo ni idea, pero espero que no sea otra sesión interminable de ejercicios—respondió Sophie, haciendo una mueca— Estoy un poco cansada después del fin de semana.

—Yo también —añadió Robert, encogiéndose de hombros—. Pero podría ser algo interesante. Escuché que vamos a salir del campus.

—¿Salir del campus? —repetí, sorprendida.—,Eso suena... inusual.

Cuando llegamos al gimnasio, el profesor ya estaba allí, acompañado por tres figuras familiares. Eva Boodmrth estaba de pie, su postura tan perfecta como siempre, y a su lado estaban, la profesora Moonshadow y la profesora Alara, ambas conocidas por su seriedad.

—Hoy, vamos a hacer algo diferente,—anunció el profesor de Educación Física, captando de inmediato nuestra atención—,Vamos a explorar una parte del bosque que rodea el instituto. Vamos a aprender sobre botánica, específicamente sobre plantas medicinales y venenosas. Es importante que presten atención, porque el conocimiento que obtendrán hoy podría ser útil en el futuro.

—¡Esto será interesante! —murmuró Sophie a mi lado, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Nos organizamos rápidamente en grupos y comenzamos a caminar hacia el bosque. A medida que nos adentrábamos en la espesura, el ambiente se volvía más fresco y oscuro, con la luz del sol apenas penetrando el denso follaje.

—Miren esto —dijo el profesor, deteniéndose frente a una planta con bayas negras—. Esta es la belladona, una de las plantas más venenosas que encontrarán. Es hermosa, pero muy peligrosa.

—No quiero estar cerca de eso —comentó Robert en voz baja, retrocediendo un poco.

—¿Qué otras plantas vamos a ver? —preguntó Mikel, que estaba observando la belladona con una mezcla de fascinación y respeto.

—Veremos plantas con usos medicinales también —respondió la profesora Moonshadow—. Por ejemplo, esta aquí es la equinácea, muy útil para fortalecer el sistema inmunológico.

Continuamos explorando el bosque, y aunque la información era fascinante, no podía deshacerme de una extraña sensación de inquietud que crecía dentro de mí. Algo no estaba bien, pero no podía identificar qué era.

Mientras el grupo avanzaba, comencé a sentirme diferente. Un calor intenso comenzó a subir por mi pecho, y mi corazón empezó a latir más rápido. De repente, me di cuenta de que me estaba quedando atrás.

—Helena, ¿estás bien? —preguntó Sophie, notando que me estaba retrasando.

—Sí... solo necesito un momento - respondí, aunque no estaba tan segura.

Pero cuando traté de continuar, sentí una oleada de ira y confusión. Algo dentro de mí estaba a punto de estallar. De repente, escuché un ruido detrás de mí, y me giré rápidamente, solo para encontrarme cara a cara con Eva y la profesora Alara, quienes habían notado que me estaba quedando atrás,me miró con cara de preocupación al verme agitada.

—Helena, respira hondo —dijo Eva acercándose a mí,—Tranquila—me agarró de los hombros despacio,—respira.

Pero no podía tranquilizarme. Algo estaba mal, muy mal. El calor en mi interior aumentaba, y sentí que mis ojos ardían, como si estuvieran en llamas. Sin pensarlo, empujé a Eva con fuerza, retrocediendo instintivamente.

—¡No me toques! —grité, sorprendida por la ferocidad en mi propia voz.

Eva se quedó inmóvil, sus ojos verdes esmeralda se abrieron con sorpresa al verme. Alara también se quedó helada, claramente sin saber cómo reaccionar. Pero Eva, después de un segundo de duda, avanzó hacia mí con una determinación fría.

—Helena, escúchame —dijo Eva, su voz firme—. Necesitas calmarte. Ahora.

—¡No puedo! —exclamé, y en ese momento, sentí un estallido de energía que no pude controlar. Mi visión se volvió extraña, como si el mundo se estuviera distorsionando.

—¿Qué le está pasando a sus ojos? — escuché murmurar a Alara, con incredulidad en su voz.

Eva se quedó sorprendida por lo que estaba viendo, reaccionó rápidamente. En un movimiento rápido, me acorraló contra un árbol cercano, sus manos firmemente sujetando mis brazos. Su rostro estaba tan cerca del mío que podía sentir su respiración.

—Helena, concéntrate en mí —dijo, su tono era autoritario pero calmado—. Respira conmigo.

—suéltame— gruñí, no sabía que me estaba pasando y estaba desesperada.

—mírame a los ojos— ordenó, por instinto la miré fijamente, ahí me di cuenta que sus ojos estaban de un color rojo intenso.

—tus ojos— la miraba fijamente cuando me vi a través de los de ella, mis ojos estaban de un rojo encendido, como si fuera fuego.

Bajé mis ojos a sus labios, cuánto lo deseaba, me mordí los labios lentamente cuando volví mis ojos a los suyos, estaban completamente negros, el calor en mi interior era demasiado, y antes de que pudiera protestar, sentí los labios de Eva sobre los míos. El beso fue rápido, intenso, y al principio no supe cómo reaccionar. Pero algo en ese gesto me ancló al presente, y poco a poco, el fuego en mi interior comenzó a apagarse.

Sin embargo, la intensidad del momento fue demasiada para mí. Sentí que el mundo comenzaba a desvanecerse, y antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, todo se volvió oscuro.

Escuchaba voces pero aún no había abierto los ojos.

—todo esto está muy confuso—escuché decir a alguien, sus voz sonaba conocida, abrí los ojos lentamente pero la luz me hizo cerrarlos, cuando al fin me acostumbre a la luz,

—ya despertó—, al girar la cabeza, vi a la directora Rose, la profesora Eva, y a la profesora Alara, todas de pie junto a mi cama.

—Helena, ¿cómo te sientes? —preguntó Rose, su voz calmada pero con un tono de preocupación.

—Estoy... bien, creo —respondí, aunque mi mente seguía confusa.
—¿Recuerdas lo que pasó en el bosque? — preguntó Eva, sus ojos clavados en los míos.

Traté de recordar, pero todo era borroso. Solo tenía fragmentos: el calor, la confusión, y luego... el beso. Mi cara se sonrojó instantáneamente al recordar ese momento, pero me convencí de que debía haber sido un sueño, algo que mi mente inventó en medio del caos.

—Recuerdo estar en el bosque, y luego... me desmayé —dije, evitando los ojos de Eva mientras mi corazón latía con fuerza.

Eva y Rose intercambiaron una mirada rápida, pero no dijeron nada. Finalmente, Rose asintió y me dio una sonrisa tranquilizadora.

—Descansa un poco más, Helena —dijo,—No hay prisa.

Asentí, agradecida por la oportunidad de evitar más preguntas. Cuando salieron de la habitación, me quedé sola con mis pensamientos, tratando de dar sentido a lo que había sucedido. Aunque sabía que algo había cambiado dentro de mí, no estaba lista para enfrentar esa realidad. Al menos, no todavía.

Mientras me acomodaba en la cama, el recuerdo del beso de Eva volvió a mi mente, y aunque intenté descartarlo como un producto de mi imaginación, no pude evitar que una pequeña sonrisa se asomara en mis labios antes de cerrar los ojos y descansar.

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