Capítulo-29

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El aire frío de diciembre me envolvía mientras caminaba hacia la sala de entrenamiento, mis pensamientos divididos entre la proximidad de mi cumpleaños y la sensación de que algo grande se avecinaba. No podía ignorar la tensión en el ambiente, pero había algo más que me mantenía en vilo: la idea de pasar más tiempo con Eva.

Cuando entré en la sala, Eva ya estaba allí, su figura imponente proyectaba una sombra larga bajo la luz tenue. Su mirada se encontró con la mía, y por un instante, vi un destello de algo más profundo en sus ojos, algo que hacía que mi corazón latiera un poco más rápido.

—Helena, justo a tiempo —dijo, su voz era suave, pero había un tono de diversión en ella—. Lista para más lecciones de autodefensa.

—Como siempre —respondí, intentando parecer tranquila, aunque la proximidad de su presencia siempre me ponía nerviosa.

Eva sonrió y se acercó a mí, sus pasos eran lentos y deliberados. Podía sentir su mirada recorriendo cada centímetro de mi rostro, lo que hizo que mis mejillas se sonrojaran ligeramente.

—Hoy vamos a trabajar en algo importante —dijo, su voz era baja, casi un susurro—. Quiero que aprendas a protegerte, no solo con tu fuerza física, sino también con tu mente. Necesitas estar preparada para lo inesperado.

—Estoy lista para aprender —respondí, aunque sentí un pequeño nudo de ansiedad en mi estómago.

—Bien, entonces empecemos —dijo Eva, colocándose detrás de mí, sus manos se posaron suavemente en mis hombros—. Quiero que cierres los ojos y te concentres. Siente la energía a tu alrededor, y aprende a manipularla a tu favor.

Cerré los ojos y traté de seguir sus instrucciones, pero la cercanía de su cuerpo, el calor que irradiaba, y su aliento suave en mi oído dificultaban mi concentración.

—Eva... —murmuré, intentando no perderme en la sensación—. Es un poco difícil concentrarme así.

—¿Difícil? —respondió Eva con un tono divertido, sus manos se deslizaron lentamente por mis brazos—. ¿Qué te distrae, Helena?

Abrí los ojos de golpe, sintiendo cómo el rubor se extendía por mis mejillas. Su mirada estaba fija en la mía, y podía ver la satisfacción en sus ojos al notar mi reacción.

—Nada... solo... bueno, es un poco intenso —dije, intentando no sonar demasiado nerviosa.

—La intensidad es necesaria —dijo Eva, su voz era un susurro suave y seductor—. Necesitas aprender a controlar tus emociones, incluso cuando estás distraída.

Sentí un escalofrío recorrerme mientras intentaba seguir sus instrucciones. Pero antes de que pudiera responder, la puerta de la sala de entrenamiento se abrió de golpe, y Isabella entró, con una sonrisa confiada en su rostro.

—¿Interrumpo algo? —preguntó Isabella, su tono era falsamente dulce mientras sus ojos se fijaban en Eva.

—Estamos entrenando, señorita Isabella —respondió Eva, con un tono más frío del que había usado conmigo—. ¿Qué necesitas?

—Nada en particular. Solo pasaba por aquí y pensé en venir a saludar. Ya sabes, para ver cómo va todo —dijo Isabella, acercándose un poco más a Eva, su mirada estaba llena de coqueteo.

Sentí una punzada de celos al ver cómo Isabella se acercaba a Eva, como si tuviera derecho a estar tan cerca de ella. Pero antes de que pudiera decir algo, Eva dio un paso hacia mí, interponiéndose entre nosotras.

—señorita Isabella, estamos ocupadas. Si no tienes nada importante que decir, te sugiero que te vayas —dijo Eva con firmeza, su tono era autoritario, pero también protector.

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