Capitulo-11

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El lunes por la mañana comenzó con la misma rutina de siempre, Mientras me preparaba para enfrentar el día, la decisión que había estado postergando finalmente se aclaró en mi mente: iba a aceptar unirme al equipo de baloncesto. Después de todo, el deporte siempre había sido una parte importante de mi vida, y quizá era justo lo que necesitaba para canalizar toda la energía que parecía estar acumulándose dentro de mí.

Cuando llegué al comedor, me encontré con Sophie, Mikel, Robert y Rashel, que ya estaban sentados en nuestra mesa habitual. La atmósfera era ligera, y me sentí aliviada al poder disfrutar de un momento de normalidad con mis amigos.

—Buenos días, Helena —me saludó Sophie con una sonrisa—. ¿Listos para otro día de locura en el instituto?

—Siempre estoy lista —respondí, sentándome junto a ellos—. Y hablando de estar lista... he decidido unirme al equipo de baloncesto.

—¡Eso es genial! —exclamó Mikel, golpeando su mano contra la mesa con entusiasmo—. Sabía que tomarías la decisión correcta.

—¿Y cuándo empiezas? —preguntó Robert, visiblemente emocionado.

—Creo que esta semana —respondí, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción—. El profesor mencionó que los entrenamientos serían intensos, pero estoy lista para el desafío.

—Definitivamente te irá bien —dijo Rashel, sonriendo—. Y será una buena manera de distraerte.

El desayuno transcurrió entre risas y bromas, con Mikel y Robert compitiendo para ver quién podía hacer el comentario más ingenioso sobre mi decisión de unirme al equipo. La energía en la mesa era contagiosa, y por un momento, me sentí completamente en paz.

Después de las clases de la mañana, me dirigí al gimnasio para mi primera sesión de entrenamiento con el equipo de baloncesto. El profesor me recibió con una sonrisa aprobatoria y me presentó al resto del equipo. Todos parecían emocionados de tenerme a bordo, y cuando empezamos a entrenar, supe que había tomado la decisión correcta.

El tiempo en la cancha pasó volando, y antes de que me diera cuenta, ya era hora de mi clase de natación. Me dirigí a la piscina, donde me cambié rápidamente y me sumergí en el agua fría. La natación siempre había sido mi refugio, un lugar donde podía desconectar y concentrarme solo en mis movimientos y respiración.

Al salir de la piscina, me encontré con Sophie, que también había terminado su clase.

—¡Estás en llamas hoy! —dijo, riendo mientras me entregaba una toalla—. Primero baloncesto, ahora natación... ¿qué sigue? ¿Una maratón?

—Mejor no me tientes —respondí, riendo junto a ella—. Aunque hoy me siento llena de energía.

—Eso es bueno —dijo, sonriendo—. Después de todo lo que ha pasado, es genial verte tan animada.

Nos cambiamos y nos dirigimos juntas al comedor para el almuerzo. Cuando llegamos, el comedor estaba lleno de estudiantes hablando animadamente. Al buscar una mesa, mis ojos se detuvieron en una escena que hizo que mi corazón se encogiera: Isabella estaba de pie junto a la mesa de los profesores, hablando con Eva. Había algo en la forma en que Isabella sonreía, en cómo sus ojos brillaban al hablar con ella, que me hizo sentir una punzada de celos.

Intenté ignorar el sentimiento y continué caminando con Sophie hacia nuestra mesa, pero no pude evitar lanzar otra mirada hacia Isabella y Eva. ¿Por qué me importaba tanto? Era absurdo, pero la imagen de Isabella, tan emocionada al hablar con Eva, me perturbaba más de lo que quería admitir.

—¿Estás bien? —preguntó Sophie, notando mi distracción.

—Sí, solo... —comencé a decir, pero luego cambié de tema—. Solo estaba pensando en el entrenamiento de baloncesto.

—Seguro que fue intenso —dijo Sophie, aceptando mi respuesta sin hacer más preguntas.

Nos unimos a Mikel, Robert y Rashel, que ya estaban en la mesa. La conversación pronto se desvió hacia los planes para después de las clases, y decidimos pasar la tarde en la sala común, como habíamos hecho el día anterior.

Durante el almuerzo, traté de concentrarme en la conversación con mis amigos, pero mi mente seguía volviendo a la escena entre Isabella y Eva. No podía dejar de sentirme incómoda cada vez que lo recordaba. Sin embargo, decidí no mencionarlo a nadie; después de todo, probablemente solo estaba exagerando.

La tarde pasó rápidamente. Después de las clases, nos reunimos en la sala común, donde pasamos un rato riendo, jugando y simplemente disfrutando de la compañía mutua. Mikel y Robert intentaron enseñarnos algunos trucos en los videojuegos, mientras Sophie y Rashel y yo nos dedicábamos a burlarnos de ellos cada vez que fallaban.

—¡No puedo creer que hayas perdido de nuevo! —dijo Rashel, riendo mientras Robert se hundía en el sofá, fingiendo estar derrotado.

—¡Fue pura suerte! —se defendió Robert, aunque no pudo evitar reír también.

El ambiente era relajado y cómodo, y por un momento, me olvidé de todos mis problemas. Sin embargo, esa sensación de tranquilidad no duró mucho.

Al final de la tarde, cuando nos preparábamos para salir de la sala común, me encontré inesperadamente con la directora Rose en el pasillo. Su presencia siempre me ponía nerviosa, pero hoy parecía más seria de lo habitual.

—Helena, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, su tono era amable, pero había una firmeza en su voz que no podía ignorar.

—Claro, directora —respondí, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

Mis amigos intercambiaron miradas antes de despedirse rápidamente, dejándome sola con la directora.

—He oído que te uniste al equipo de baloncesto —dijo Rose mientras caminábamos juntas hacia su oficina.

—Sí, profesora —respondí, tratando de no mostrar mi nerviosismo—. Pensé que sería una buena manera de mantenerme ocupada.

—Me alegra escuchar eso —dijo Rose, sonriendo levemente—. Sin embargo, quería hablar contigo sobre lo que ocurrió en el bosque. Sé que lo que pasó fue... inusual, y solo quiero asegurarme de que estás bien.

Sentí un escalofrío recorrerme al recordar lo sucedido en el bosque, pero asentí.

—Estoy bien, directora —dije—. Fue un poco abrumador, pero estoy bien.

Rose me observó por un momento, como si estuviera evaluando si decía la verdad. Finalmente, asintió y colocó una mano en mi hombro.

—Si alguna vez necesitas hablar con alguien, estoy aquí para escucharte —dijo—. Y recuerda, no estás sola en esto.

—Gracias, directora —respondí, sintiéndome un poco más tranquila.

Después de nuestra breve conversación, me despedí de la directora y me dirigí a mi dormitorio. El día había sido largo y lleno de emociones, pero a pesar de todo, sentí que había avanzado un paso más hacia descubrir qué estaba pasando realmente en mi vida.

Me prepare para dormir, Cerré los ojos, dejando que el cansancio me arrastrara al sueño, con la certeza de que, aunque el camino por delante sería difícil, estaba lista para enfrentarlo.

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