Capítulo-27

49 3 0
                                    

La mañana siguiente, mientras caminaba por los pasillos del instituto, sentía como si el aire fuera más pesado, como si cada paso que daba me acercara a algo inevitable. Tenía claro que necesitaba hablar con Eva, pero lo que no sabía era cómo hacerlo sin que se sintiera... raro.

Después de la primera clase, me encontré con Sophie en la cafetería, como de costumbre. Nos sentamos con nuestros amigos, pero apenas presté atención a las conversaciones que giraban en torno a la mesa. Mi mente seguía atrapada en lo que había ocurrido la noche anterior.

—Helena, estás en otro mundo —dijo Sophie, mirándome con curiosidad mientras tomaba un sorbo de su café.

—Lo siento, solo estaba pensando en... cosas —respondí, tratando de sonar despreocupada.

—¿Cosas, eh? —intervino Mikel, levantando una ceja—. ¿Qué tipo de cosas?

—Cosas normales... ya sabes, exámenes, entrenamientos... —mentí, aunque sabía que no estaba convenciendo a nadie.

Sophie me observó un momento más antes de encogerse de hombros y cambiar de tema.

—Bueno, mejor que sigas concentrada en eso. Nadie quiere repetir los exámenes finales.

El resto de la conversación pasó en un borrón mientras intentaba planear lo que diría a Eva. Sabía que no podía dejar pasar mucho tiempo antes de hablar con ella. Necesitaba respuestas, y también necesitaba entender qué significaba todo esto para nosotras.

Después de clases, fui directamente a buscar a Eva. Finalmente, la encontré en una de las aulas vacías, sumergida en un libro como siempre. Respiré hondo antes de entrar, intentando calmar la mezcla de nervios y expectativa que se agitaba en mi interior.

—Eva, ¿podemos hablar? —pregunté, mi voz salió un poco más fuerte de lo que esperaba.

Ella levantó la vista, su expresión era tranquila, pero había algo en sus ojos que delataba que también había estado pensando en nuestra última noche.

—Claro, Helena —dijo, cerrando el libro y señalando una silla frente a ella—. Siéntate.

Me senté, tratando de encontrar las palabras correctas.

—Anoche... —comencé, pero me detuve, buscando la manera de expresar lo que sentía—. No puedo dejar de pensar en lo que pasó.

Eva me miró fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra antes de responder.

—Para ser honesta, yo tampoco puedo dejar de pensarlo —admitió—. Pero sé que esto es complicado. Hay muchas cosas en juego, y no quiero que te lastimes.

—No creo que pueda lastimarme más al no saber lo que está pasando —respondí, mi voz era más firme de lo que esperaba—. Solo quiero entender qué es esto, qué somos.

Eva suspiró y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Helena, lo que pasó entre nosotras fue... —hizo una pausa, buscando las palabras—. Fue más de lo que esperaba. Pero eso no significa que sea fácil o simple. Estoy... preocupada por ti.

—¿Preocupada? —pregunté, sorprendida—. ¿Por qué?

—Porque estás en una situación en la que no deberías estar —dijo, su tono era más suave ahora—. Eres joven, estás descubriendo quién eres y... y esto podría complicar las cosas para ti.

—Eva, sé que no es fácil. Pero tampoco quiero que te alejes solo porque es complicado —respondí, sintiendo cómo mi frustración crecía—. No quiero que te alejes de mí.

Eva se quedó en silencio por un momento antes de asentir lentamente.

—No quiero alejarme, Helena. Pero tampoco quiero hacerte daño. Lo último que quiero es que te sientas presionada o atrapada en algo que no entiendes por completo.

—No me siento atrapada —dije, acercándome un poco más—. Lo que quiero es intentar. Quiero ver a dónde nos lleva esto, aunque sea difícil.

Eva me miró con una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no podía identificar del todo.

—¿Estás segura de eso? —preguntó, su tono era cuidadoso, como si estuviera intentando protegerme de algo que no podía ver.

—Estoy segura de que no quiero dejar pasar esta oportunidad. Quiero intentarlo, Eva. Quiero... quiero ver qué podemos ser juntas —respondí, dejando que mis palabras colgaran en el aire.

Eva me observó durante lo que parecieron minutos, y luego, lentamente, una pequeña sonrisa comenzó a formarse en sus labios.

—Si estás dispuesta a intentarlo... entonces lo haremos —dijo finalmente, su voz era suave, pero firme—. Pero tenemos que ser cuidadosas. Y siempre debes saber que puedes detener esto cuando quieras, sin ningún tipo de presión.

—Lo sé —respondí, sintiendo cómo la tensión en mi pecho comenzaba a relajarse—. Pero no quiero detenerme. Quiero ver a dónde nos lleva esto.

Nos quedamos en silencio por un momento, permitiendo que nuestras palabras se asentaran. Sabía que esto no iba a ser fácil, pero también sabía que no podía renunciar a lo que sentía. Estaba dispuesta a enfrentar cualquier desafío que viniera, siempre y cuando fuera con Eva a mi lado.

me levanté para irme, pero antes me acerqué a Eva muy cerca de sus labios y le chupe el labio inferior,cuando iba a despegarme me agarró del cuello y me besó, sentí todo mi cuerpo activarse no duró mucho y que se alejó, vi sus ojos que estaban negro, di por echo cuando sus ojos están negro es porque está excitada.

Me volví a la puerta y me paré antes de salir.

—Entonces, ¿mañana en la piscina? —pregunté, intentando mantener un tono ligero.

Eva sonrió, asintiendo.

—Mañana en la piscina —confirmó, y con esa simple promesa, supe que habíamos dado el primer paso hacia algo nuevo.

Instituto BloodworthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora