Capítulo-18

56 1 0
                                    



Las horas pasaban lentas en la oficina de la directora Rose, donde me dedicaba a organizar papeles, limpiar estantes y realizar cualquier tarea monótona que me asignara. El castigo era tedioso, pero lo peor era el sentimiento de culpa que no me abandonaba.

Esa noche, después de un día agotador, me fui a la cama temprano, esperando que el sueño me proporcionara algún alivio. Pero el descanso fue esquivo, y cuando finalmente logré dormir, me vi atrapada en una pesadilla que me heló la sangre.

Me encontraba en un lugar oscuro y opresivo. Las sombras se alargaban a mi alrededor, y la sensación de inquietud crecía en mi interior. De repente, una figura apareció.

—Helena... —su voz resonó como un eco en la oscuridad, profunda y llena de una autoridad que me hacía temblar.
Era alto, con una presencia imponente, y sus ojos eran oscuros y profundos, como dos pozos de misterio. Aunque su rostro seguía siendo extraño para mí, había algo familiar en su mirada, como si de alguna manera lo conociera desde siempre.

—¿Quién eres? —logré preguntar, aunque mi voz temblaba.

—Mi, nombre es Lucien —respondió, acercándose un poco más—. Y tú, Helena, eres más importante de lo que crees. Nuestro destino está entrelazado, y no podrás escapar de ello.

Sentí que mi corazón latía descontroladamente. Todo en él irradiaba poder, y aunque quería huir, mis pies estaban clavados al suelo, incapaces de moverse.

—¿Qué quieres de mí? —logré preguntar, aunque el miedo me tenía atrapada.

Lucien sonrió, pero era una sonrisa fría, calculadora.

—Pronto lo sabrás —dijo, su voz era un susurro en la oscuridad—. Muy pronto.

Antes de que pudiera reaccionar, la oscuridad me envolvió por completo, y el frío que me recorrió fue tan intenso que sentí que me asfixiaba. Traté de gritar, pero mi voz se perdió en el vacío.

De repente, me desperté de golpe, mi cuerpo empapado en sudor y mi corazón latiendo con fuerza. El grito se ahogó en mi garganta, pero mi respiración era errática, y sentía que la habitación se cerraba sobre mí.

La puerta se abrió de golpe, y allí estaban Eva, la directora Rose y la profesora Alara. Sus rostros mostraban preocupación, pero había algo más en sus miradas, algo que me hizo sentir que sabían más de lo que estaban dispuestas a admitir.

—Helena, ¿qué pasó? —preguntó la directora Rose, acercándose rápidamente a la cama.

—.Un.... un hombre llamado, Lucien —logré decir, mi voz era un susurro—. Estaba en mi sueño, y parecía tan real.

Al escuchar el nombre, vi cómo las tres mujeres intercambiaban miradas de sorpresa y preocupación. Era evidente que el nombre no les era desconocido, y la gravedad de sus expresiones me hizo sentir un escalofrío.

—¿Lucien? —repitió Eva, con un tono de voz que era más un susurro, como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

Asentí, y vi cómo la directora Rose se inclinaba un poco más hacia mí, su rostro era serio, casi sombrío.

—Helena, ¿qué te dijo exactamente? —preguntó, su voz era firme, pero en sus ojos había una urgencia que no había visto antes.

—Dijo que nuestro destino estaba entrelazado, y que no podría escapar —respondí, sintiendo el peso de las palabras incluso después de pronunciarlas—. Dijo que pronto lo sabría.

Eva y Alara intercambiaron otra mirada, y por un momento, el silencio fue abrumador. Sabía que había algo que no me estaban diciendo, algo que era demasiado importante como para ignorar.

—Helena, lo que estás experimentando no es una simple pesadilla —dijo Alara, finalmente rompiendo el silencio—. Hay cosas que suceden en este mundo que no siempre entendemos, pero debes saber que no estás sola en esto.

La directora Rose asintió, su expresión aún preocupada.

—Vamos a protegerte, Helena, pero necesitamos que confíes en nosotras. Si vuelves a soñar con Lucien, si sientes algo extraño, no importa qué hora sea, debes decírnoslo.

Asentí lentamente, no podía hablar.

Eva fue la última en hablar, su tono era suave pero firme.

—Recuerda, Helena. Lo que sea que esté pasando, vamos a enfrentarlo juntas.

Y con esas palabras, sentí un pequeño alivio en medio del caos. Pero mientras las tres mujeres salían de la habitación, no podía evitar pensar en lo que Lucien había dicho, y en el miedo que aún latía en lo más profundo de mi ser.

Instituto BloodworthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora