Capítulo-33

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El 10 de diciembre llegó finalmente, un día que sabia en mi vida.
Desde que desperté, sentí una extraña mezcla de emoción y nerviosismo. Era como si una parte de mí supiera que nada volvería a ser igual.

Después de las clases, Sophie me insistió en que la acompañara a la cancha de baloncesto. No entendía por qué tanto afán, pero decidí seguirla. Al llegar, la cancha estaba sumida en la oscuridad.

—¿Qué pasa aquí? —pregunté, confundida.

—Solo entra, Helena, confía en mí - respondió Sophie, con una sonrisa enigmática.

Di un paso adelante y, de repente, las luces se encendieron, revelando a todos mis amigos, profesores, y... mis padres.
Todos gritaron "¡Sorpresa!" al unísono. La emoción me golpeó como una ola y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

-¡Oh, Dios mío! —exclamé, cubriéndome la boca con las manos.

Mis padres avanzaron hacia mí con sonrisas cálidas. No pude evitar correr hacia ellos, envolviéndolos en un abrazo.
Las lágrimas comenzaron a caer mientras sentía el confort de sus brazos alrededor de mí.

—Lo siento tanto... por todo —susurré entre sollozos.

-Shh, mi niña —dijo mi madre, acariciando mi cabello—. No tienes nada que lamentar.

—Estamos tan orgullosos de ti, Helena - agregó mi padre, su voz llena de emoción. —Siempre lo hemos estado.

Solté una risa nerviosa mientras me secaba las lágrimas.

—Es solo que... han sido tantas cosas.

—Sabemos que ha sido difícil, pero siempre estaremos aquí para ti—,respondió mi madre con firmeza.

Después de un largo abrazo, me aparté y miré a mi alrededor. Todos estaban ahí, sonriendo, compartiendo este momento conmigo. Sentí que por primera vez en mucho tiempo, las piezas de mi vida encajaban.

—¡Feliz cumpleaños, Helena! -gritó Mikel, alzando una copa en mi dirección.

-Gracias, chicos. Esto... esto es increíble
-dije, aún asimilando la sorpresa.

Eva estaba un poco apartada, observándome con una sonrisa que me hizo sentir un calor especial en el pecho.

Me acerqué a ella, y sin dudarlo, la abracé.

—No puedo creer que hiciste todo esto - susurré en su oído.

—Queríamos que tuvieras un cumpleaños inolvidable —respondió ella, envolviéndome en sus brazos.

-Lo es, sin duda —dije, mirándola a los ojos.

La fiesta continuó con risas, música y comida deliciosa. Pero a medida que la noche avanzaba, noté que Eva y yo intercambiábamos miradas cargadas de significados que solo nosotras comprendíamos. Cuando la fiesta comenzó a terminar, supe que el día aún no había concluido.

Más tarde, ya en mi habitación, escuché un suave golpe en la puerta.

—¿Quién es? —pregunté, aunque ya lo sabía.

—Soy yo —respondió Eva, entrando con un paquete envuelto en un lazo rojo.

—Eva... —dije, sonriendo mientras me acercaba a ella—. ¿Qué haces aquí?

—Tenía que darte esto personalmente - dijo, entregándome el paquete.

Lo abrí con cuidado, revelando un hermoso collar de plata con un pequeño colgante en forma de luna creciente. La delicadeza del diseño me dejó sin palabras.

—Es precioso, Eva. No tenías que...

—Sí, tenía que hacerlo —interrumpió ella, colocándome el collar alrededor del cuello.

—Quiero que recuerdes este día siempre.

Sentí una oleada de emociones al mirarla, y antes de darme cuenta, la había besado. Fue un beso suave, lleno de todos los sentimientos que había acumulado en los ultimos meses.
Eva correspondió el beso, y lo que comenzó como un gesto tierno se transformó rápidamente en algo más apasionado. Sin romper el contacto, me guió hacia la cama, deslizándose junto a
mí.
—Helena... -susurró, mientras sus manos comenzaban a deslizarse por mi cuerpo.

dejé que mis acciones hablaran por mí. Le devolví cada caricia, cada beso, con la misma intensidad. Pronto, nuestras ropas quedaron olvidadas en el suelo, y estábamos envueltas en la intimidad que habíamos construido.

Eva fue cuidadosa y apasionada, explorando cada rincón de mi cuerpo con una devoción que me dejó sin aliento.
Cuando estábamos al borde del climax, sentí sus colmillos rozar mi cuello.

—Déjame probarte,— murmuró contra mi piel.

Asentí, sintiendo una mezcla de anticipación y deseo. Eva hundió sus colmillos en mi cuello, y el dolor inicial se transformó rápidamente en una ola de placer abrumadora. Mi cuerpo se arqueó bajo ella, y solté un gemido que parecía resonar en toda la habitación.

El placer se multiplicó cuando instintivamente, dejé que mis colmillos emergieran y mordí suavemente su cuello, probando su sangre por primera vez. El sabor era indescriptible, una mezcla de poder y conexión que me hizo sentir más cerca de ella que nunca.
Cuando finalmente nos detuvimos, ambas nos quedamos respirando con dificultad, pero con sonrisas de satisfacción en nuestros rostros.

—Lo hiciste, Helena. Te controlaste —dijo
Eva, con orgullo en su voz.

-Lo hice... y fue increíble —respondí, sintiendo el peso de lo que habíamos compartido.

Eva me besó suavemente antes de recostarse a mi lado, envolviéndome en sus brazos.

—Feliz cumpleaños, mi amor -susurró.

—Gracias, Eva. No podría haber pedido nada mejor —dije, mientras cerraba los ojos, sintiendo la calidez de su cuerpo junto al mío.

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