Capítulo-6

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Sophie, Robert, Mikel, Rashel y yo nos reunimos para el almuerzo, la cena y durante las horas libres. Es en esos momentos cuando realmente siento que he encontrado un grupo de amigos en este lugar, algo que nunca pensé que podría suceder tan rápido.

Un día, mientras nos dirigimos al comedor, Sophie, que acaba de salir de su clase de Literatura con Eva, llega visiblemente frustrada.

—No soporto a la profesora Boodmrth —se queja, tirando su mochila en la mesa con un suspiro exasperado—. Es tan... ¿cómo lo digo? ¡Insoportable!

—¿Qué ha hecho ahora? —pregunta Rashel, mientras servimos nuestras bandejas con la comida del día.

—Se la pasa criticando cada palabra que decimos —responde Sophie—. Y cuando piensas que estás entendiendo algo, ella cambia completamente el enfoque. Es imposible seguirle el ritmo.

—No me sorprende —digo, recordando mi propio encuentro con Eva—. Tiene una manera de hacer que todo parezca más complicado de lo que es.

—Pero hay algo en ella que me da miedo —admite Sophie en voz baja—. Es como si supiera exactamente qué decir para hacer que te sientas... vulnerable.

—Quizás esa sea su intención —responde Mikel—. Jugar con la mente de los estudiantes, hacer que se sientan inseguros.

Nos sentamos en nuestra mesa habitual, y la conversación se disuelve en una charla más ligera sobre las clases y las actividades extracurriculares. Es entonces cuando decido mencionar mi elección.

—He decidido qué actividad extracurricular voy a tomar —digo, mirando a mis amigos.

—¿Cuál? —pregunta Robert, interesado.

—Natación —respondo, sintiéndome un poco más segura al decirlo en voz alta.

—¡Qué bien! —exclama Sophie, sonriendo—. La piscina del instituto es increíble. Te va a encantar.

—¿Y tú sabes nadar bien? —pregunta Mikel, con una sonrisa.

—Sí, nadar siempre ha sido una de mis pasiones —respondo—. Creo que es lo único que realmente me ayuda a desconectar y a relajarme.

—Pues has hecho una gran elección —dice Rashel, asintiendo con aprobación.

El ambiente en nuestra mesa es relajado, y me siento agradecida por haber encontrado este grupo. Sin embargo, la tranquilidad del momento se rompe cuando una figura se acerca a nuestra mesa.

—Vaya, ¿aquí es donde se reúne la 'élite' del instituto? —una voz sarcástica interrumpe la conversación.

Levanto la vista y veo a Isabella Crowe, la chica de la que Sophie me advirtió. Es tan imponente como recordaba, con una actitud que destila confianza y arrogancia. Los estudiantes a su alrededor parecen paralizados, como si no supieran cómo reaccionar ante su presencia.

—¿Qué quieres, Isabella? —pregunta Sophie, con un tono que intenta mantener la calma.

—Nada en particular —responde Isabella, sonriendo con desprecio—. Solo estaba curiosa por saber por qué esta nueva, la 'estrella' del instituto, siempre está rodeada de... compañía tan mediocre.

El comentario es como un disparo, y siento la tensión en el aire aumentar. Miro a mis amigos, esperando que ninguno reaccione de manera impulsiva, pero es difícil ignorar la provocación.

—No creo que sea necesario que vengas a insultar a mis amigos —digo, manteniendo mi voz lo más tranquila posible, aunque por dentro estoy hirviendo.

Isabella me mira fijamente, y veo un destello en sus ojos que indica que ha conseguido lo que quería: una reacción.

—Solo estoy diciendo la verdad —dice, dando un paso hacia adelante—. Pero entiendo, para alguien que apenas conoce cómo funcionan las cosas aquí, debe ser difícil aceptar la realidad.

La rabia comienza a crecer en mi interior. No me gusta la forma en que está hablando de mis amigos, ni la arrogancia con la que se comporta.

—Y yo solo estoy diciendo que te alejes de nuestra mesa si no tienes nada útil que aportar —respondo, mi tono se endurece.

Isabella sonríe, pero es una sonrisa fría, carente de cualquier amabilidad.

—¿Es una amenaza, Helena? —pregunta, inclinando la cabeza ligeramente.

—Es un consejo —respondo, manteniendo la calma exterior a pesar de que mi corazón late con fuerza.

Isabella parece meditar por un momento, y por un segundo, pienso que se va a marchar. Pero en lugar de eso, da un paso más hacia mí, su rostro tan cerca que puedo ver cada detalle de su expresión.

—Tienes agallas. Pero recuerda, este es mi territorio. Y a la larga, todos terminan entendiendo eso.

El enfrentamiento en el comedor ha captado la atención de los demás estudiantes. Puedo sentir las miradas sobre nosotros, todos esperando ver qué pasará a continuación. Pero no retrocedo. No puedo mostrar debilidad, no delante de Isabella, y ciertamente no delante de mis amigos.

—No me importa cuál crees que es tu territorio —respondo, mi voz firme—. No voy a dejar que me intimides ni a mí ni a mis amigos.

Por un momento, el silencio en el comedor es absoluto. Nadie se mueve, nadie habla. Solo estamos Isabella y yo, enfrentadas en medio de todos.

Finalmente, Isabella da un paso atrás, su expresión se endurece, pero en sus ojos veo algo más. Quizás sea respeto, quizás sea simple reconocimiento de que no soy alguien que pueda dominar fácilmente.

—Veremos cuánto tiempo dura esa actitud —dice, antes de girar sobre sus talones y alejarse, sus amigos siguiéndola de cerca.

Respiro profundamente, tratando de calmar mi corazón que sigue latiendo a mil por hora. Siento las miradas de mis amigos sobre mí, y cuando los miro, veo una mezcla de preocupación y admiración en sus ojos.

—Eso fue... increíble, Helena —dice Sophie, rompiendo el silencio—. Nadie le habla así a Isabella.

—Tenía que hacerlo —respondo, finalmente dejándome relajar—. No podía dejar que hablara así de ustedes.

—Gracias —dice Mikel, con una sonrisa agradecida—. Pero ten cuidado. Isabella no es alguien que olvide fácilmente.

—Lo sé —respondo, consciente de que probablemente acabo de hacerme una enemiga poderosa—. Pero no voy a dejar que eso me detenga.

El resto del almuerzo transcurre en silencio, con todos aún procesando lo que acaba de ocurrir. Pero a pesar de la tensión, siento una sensación de satisfacción. He defendido a mis amigos, y aunque sé que esto puede tener consecuencias, no me arrepiento de lo que he hecho.

Cuando termina el almuerzo y nos levantamos para ir a nuestras siguientes clases, Sophie se acerca y me susurra:

—Estaremos contigo, pase lo que pase. Somos un equipo.

Sonrío y asiento, agradecida por su apoyo. Mientras nos dirigimos a nuestras clases, no puedo evitar pensar que, aunque este lugar está lleno de desafíos, también está lleno de oportunidades para demostrar de qué estoy hecha.

Y no pienso desaprovechar ninguna de ellas.

Instituto BloodworthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora