Capítulo-23

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Me desperté muy emocionada, mis amigos acordaron en entrenarme así que me puse una ropa deportiva, fui a desayunar mis amigos no estaban en la cafetería me dijeron que me iban a esperar en el lugar donde me iba a entrenar, cuando me llegó el mensaje de la ubicación donde estaban me empecé a caminar hacia el lugar.

Nos encontramos en un área despejada detrás del instituto, un lugar que ellos habían elegido porque era lo suficientemente aislado para que pudiera practicar sin miedo a que alguien se acercara accidentalmente. El día estaba fresco, con una ligera brisa que me ayudaba a mantenerme centrada.

—Bien, Helena, lo primero que tienes que hacer es concentrarte en tu respiración —dijo Sophie, que había tomado el papel de líder en este entrenamiento—. Es importante que mantengas la calma y que no dejes que las emociones te dominen.

Asentí, cerrando los ojos por un momento para enfocar mi mente. Podía sentir la energía dentro de mí, una fuerza latente que siempre estaba presente, pero que ahora sentía más intensa que nunca. Respiré profundamente, dejando que el aire fresco llenara mis pulmones mientras intentaba calmarme.

—Imagina que esa energía es como un río —continuó Sophie—. Puede fluir suave o puede convertirse en una corriente desbordada. Tienes que aprender a controlarla, a dejar que fluya sin que te sobrepase.

Visualicé ese río en mi mente, la corriente tranquila que fluía suavemente. Podía sentir cómo la energía se movía dentro de mí, pero esta vez, en lugar de dejar que me dominara, intenté dirigirla. Sentí una ligera vibración en mis manos, pero me concentré en mantenerla bajo control.

—Muy bien, Helena, sigue así —dijo Robert, que observaba desde un lado—. Ahora, intenta canalizar esa energía en algo específico, algo pequeño.

Abrí los ojos lentamente y vi una pequeña roca en el suelo frente a mí. Decidí concentrarme en ella. Me incliné un poco hacia adelante, extendiendo una mano hacia la roca, dejando que la energía fluyera a través de mí, pero manteniéndola controlada.

Para mi sorpresa, la roca comenzó a vibrar ligeramente, y aunque el movimiento era casi imperceptible, sentí una oleada de emoción al darme cuenta de que estaba funcionando.

—¡Lo estás haciendo! —exclamó Mikel, su entusiasmo era contagioso.

Me concentré aún más, dejando que la energía se canalizara hacia la roca. Poco a poco, el pequeño objeto comenzó a elevarse del suelo, flotando apenas unos centímetros en el aire. Mis amigos observaron en silencio, dándome el espacio que necesitaba para mantener el control.

Sin embargo, el esfuerzo comenzó a pesarme, y aunque intentaba mantener la calma, sentí cómo la energía se intensificaba, volviéndose más difícil de manejar. La roca comenzó a temblar violentamente en el aire, y supe que estaba a punto de perder el control.

—Helena, suéltalo —dijo Rashel, su voz era firme pero calmada—. No tienes que forzarlo. Solo deja que la energía se disipe.

Seguí su consejo, y poco a poco, dejé que la energía fluyera de regreso a mi interior, suavizando la corriente hasta que la roca descendió suavemente al suelo. Mi respiración era pesada, y sentí un leve mareo, pero no pude evitar sonreír. Había logrado controlar la energía, aunque fuera solo por un momento.

—¡Lo hiciste! —dijo Sophie, sonriendo ampliamente—. Eso fue increíble, Helena. Controlaste la energía, y aunque fue difícil, lograste detenerla antes de que se descontrolara.

Me dejé caer sobre el césped, respirando profundamente mientras mis amigos se acercaban para felicitarme.

—Fue... fue más difícil de lo que pensé —admití, riendo un poco mientras trataba de recuperar el aliento—. Pero también se sintió... bien. Como si finalmente estuviera comenzando a entender cómo funciona.

—Y eso es solo el principio —dijo Robert, sentándose a mi lado—. Con el tiempo, aprenderás a controlarlo mejor, a canalizarlo de manera más eficiente. Esto es solo una pequeña muestra de lo que puedes hacer.

Asentí, sabiendo que tenía razón. Aunque el camino sería largo y arduo, sentía una nueva confianza en mí misma, una determinación que no había sentido antes. Sabía que con el tiempo, podría aprender a manejar mis habilidades y a aceptarlas como una parte de lo que soy.

Después de un rato, decidimos tomar un descanso. Nos sentamos en círculo, hablando y bromeando como siempre. Me di cuenta de que, aunque había mucho por aprender, tenía a las mejores personas a mi lado para ayudarme en este viaje.

—Gracias, chicos, por todo —dije, sintiendo una gratitud genuina—. No sé qué haría sin ustedes.

—No tienes que agradecernos, Helena —dijo Mikel, dándome una palmada en la espalda—. Estamos en esto juntos, pase lo que pase.

Nos quedamos así, disfrutando de la tranquilidad del momento. Sabía que aún había desafíos por delante, que las cosas no serían fáciles. Pero también sabía que, con mis amigos a mi lado, podría enfrentar lo que fuera. Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí verdaderamente en paz con lo que soy.

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