Capítulo-12

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El martes comenzó con la misma rutina de siempre en el Instituto Boodmrth, pero había una sensación en el aire que no podía ignorar. A medida que los días avanzaban, la tensión dentro de mí solo aumentaba, como si algo estuviera esperando a estallar. Mientras me preparaba para el día, no podía evitar preguntarme cuánto tiempo más podría seguir ignorando lo que sentía.

Después de vestirme, me dirigí al comedor para el desayuno, donde me encontré con Sophie, Mikel, Robert y Rashel en nuestra mesa habitual. Sus risas y bromas me hicieron sentir más ligera, al menos por un momento.

—¿Lista para otro día lleno de sorpresas? —me preguntó Sophie con una sonrisa mientras me sentaba junto a ellos.

—Si eso significa más entrenamientos intensos, entonces... no estoy tan segura —respondí, riendo mientras me servía un poco de café.

—¡Oh, vamos! Estás hecha para esto —dijo Mikel, dándome un codazo amistoso—. Ayer la rompiste en el entrenamiento de baloncesto. El equipo ya te adora.

—Eso es cierto —añadió Robert—. Además, es una buena forma de mantenerte ocupada. Y no te preocupes por las sorpresas, solo asegúrate de estar siempre un paso adelante.

—Fácil de decir —respondí, aunque aprecié su ánimo—. Pero tienes razón, al menos me ayuda a despejar la mente.

—Hablando de despejar la mente, ¿qué tal te fue en la piscina ayer? —preguntó Rashel, cambiando de tema mientras mordía una tostada.

—Fue... refrescante —respondí, recordando cómo el agua siempre parecía calmar mis pensamientos—. Aunque siempre es extraño estar sola allí. Siento como si el lugar guardara secretos que aún no he descubierto.

—Eso es porque lo hace —respondió Mikel con una sonrisa enigmática—. Pero tranquila, no todos los secretos son malos.

El desayuno pasó rápidamente entre bromas y charlas ligeras, lo que me ayudó a sentirme más en control. Pero a medida que las clases de la mañana avanzaban, la sensación de que algo estaba por suceder no me abandonaba.

Después de las clases matutinas, me dirigí al gimnasio para otro entrenamiento de baloncesto. El equipo ya me había aceptado, y a medida que entrenábamos, me di cuenta de que comenzaba a sentirme más cómoda en la cancha. La energía del juego, la velocidad y la precisión requeridas me permitían enfocarme en algo tangible, algo que podía controlar.

Sin embargo, después del entrenamiento, mientras me dirigía a los vestuarios, me encontré con Isabella. Parecía que había estado esperándome.

—¡Helena! —llamó, acercándose con una sonrisa que parecía genuina—. Quería felicitarte por unirte al equipo. Escuché que eres increíble en la cancha.

—Gracias, Isabella —respondí, intentando sonar neutral—. Aún me estoy acostumbrando, pero es divertido.

—Oh, estoy segura de que lo harás genial —dijo, pero algo en su tono me hizo fruncir el ceño. Había una calidez en su voz, pero también una pequeña chispa de competitividad que no podía ignorar—. Deberíamos practicar juntas algún día. Podría mostrarte algunos movimientos.

—Suena bien —dije, sin comprometerme demasiado.

Justo cuando pensé que la conversación había terminado, vi a la profesora Eva cruzar el gimnasio, dirigiéndose hacia la salida. Isabella notó mi mirada y, para mi sorpresa, levantó una mano para saludarla.

—¡Profesora Boodmrth! —llamó Isabella, y Eva se detuvo, girando para mirarnos.

—Isabella,Helena —dijo Eva con su habitual tono calmado, acercándose—. ¿Todo bien aquí?

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