Capítulo 14

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El invierno había llegado con su frío característico, envolviendo todo en una capa de escarcha que brillaba bajo el sol de diciembre. Las calles del pequeño pueblo donde vivía la familia de Thalía estaban adornadas con luces navideñas que parpadeaban al anochecer, y el aire olía a canela y pino, a hogar y festividad.

Habían pasado algunas semanas desde que Thalía y Dean comenzaron a entrenar juntos, aunque su relación seguía marcada por una tensión delicada y un sinfín de emociones que ambos aún no lograban comprender del todo. A pesar de esto, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, y con ella llegaba el esperado reencuentro con la familia de Thalía.

Ese año, sus padres, Richard y Emily, habían decidido celebrar la Navidad en grande, invitando a familiares y amigos cercanos a la casa. La idea de estar rodeada de personas que la conocían desde pequeña y la querían incondicionalmente le proporcionaba un consuelo que necesitaba más que nunca. Por unos días, al menos, quería dejar atrás las responsabilidades celestiales, las revelaciones inquietantes y los sentimientos encontrados hacia Dean, para concentrarse en las pequeñas alegrías de la vida familiar.

El día antes de Navidad, la casa de los Morgan estaba llena de actividad. Su madre, Emily, iba y venía de la cocina, organizando los preparativos para la cena, mientras su padre, Richard, colgaba luces en el exterior, resoplando de esfuerzo pero con una sonrisa en el rostro. Los primos de Thalía llegaban en oleadas, trayendo consigo regalos, risas y abrazos cálidos.

Thalía había estado ayudando a su madre a preparar la masa para las galletas, pero sus pensamientos estaban lejos de las tareas domésticas. Había algo en el aire, un presentimiento que no podía ignorar. Quizá era el peso de todo lo que había aprendido en los últimos meses, o tal vez era simplemente la sensación de que, a pesar de las festividades, la tormenta seguía acechando en la distancia.

—¿Estás bien, querida? — Preguntó su madre, con el ceño fruncido por la preocupación.

Thalía levantó la vista y se dio cuenta de que había estado en silencio durante un buen rato. Forzó una sonrisa, tratando de disimular su inquietud.

—Sí, solo... necesitaba un tiempo para pensar. —Respondió, intentando sonreír para calmar a su madre. — ¿Puedo quedarme aquí por un tiempo?

—Por supuesto, cariño. Esta siempre será tu casa. —Dijo Richard, dándole un abrazo cálido.

Durante la tarde, la casa se llenó de movimiento y alegría. Los tíos y tías llegaron con cestas llenas de comida y vino, y los primos de todas las edades se reunieron alrededor del árbol de Navidad, desenvueltos en un bullicio alegre. La decoración del salón era cálida y festiva: adornos dorados y plateados colgaban del árbol, y una corona de acebo adornaba la puerta de entrada.

Thalía se movía entre los invitados, charlando aquí y allá, disfrutando de la compañía pero sin poder evitar que su mente vagara de nuevo hacia los últimos acontecimientos. La conversación sobre los ángeles y el papel que ella podría tener en todo esto se sentía distante en ese momento, como un sueño que no lograba encajar del todo en la realidad cotidiana.

Mientras ayudaba a su madre a servir la cena, el timbre de la puerta sonó, rompiendo el murmullo alegre de la sala. Richard fue a abrir, y al poco tiempo, Thalía escuchó voces conocidas que llegaban desde la entrada.

—¡Dean! — Exclamó Thalía, sorprendida al ver a Dean entrando en la casa. Aunque había mencionado anteriormente que no quería verlo, no pudo evitar sentir una mezcla de sorpresa y curiosidad al verlo allí.

Dean, con su característico abrigo oscuro y su presencia serena, entró en el vestíbulo, sacudiéndose la nieve de los zapatos. A pesar del ambiente festivo, había algo en su expresión que parecía fuera de lugar, como si estuviera lidiando con pensamientos profundos incluso en medio de la celebración.

—Feliz Navidad, Thalía. — Dijo Dean, con una sonrisa amable pero contenida.

Thalía lo miró con una mezcla de emociones, su mente aún envuelta en las recientes discusiones y en el papel que Dean había intentado asignarle. No sabía exactamente cómo reaccionar.

—No esperaba verte aquí. —Respondió, intentando mantener un tono neutral mientras sentía las miradas de su familia posadas sobre ella.

Dean pareció notar la tensión y se dirigió hacia Diana y Richard, extendiendo una mano para saludar.

—Hola, soy Dean. He venido para desearles una feliz Navidad. No quería interrumpir, solo pensé en pasar un momento.

Emily, siempre amable y abierta, lo miró con curiosidad, mientras Richard, con una sonrisa amistosa, estrechó su mano.

—Encantado de conocerte, Dean. —Dijo Richard. — Te damos una cálida bienvenida a nuestra casa.

—Gracias, Richard. — Dijo Dean. — Espero no estar causando ningún inconveniente.

— Para nada, es un placer tenerte aquí. — Respondió Diana. — ¿Te gustaría unirte a nosotros para la cena? Ya hemos comenzado a servir, pero siempre hay espacio para uno más.

Dean aceptó la invitación con gratitud, y Thalía lo guió hacia el comedor, sintiendo cómo sus nervios se tensaban al tener a Dean tan cerca en un entorno tan personal y familiar. La mesa estaba cuidadosamente decorada, con velas y platos de porcelana que relucían bajo la luz cálida de las lámparas.

Mientras se sentaban, Dean se mezcló con los otros invitados con una naturalidad que sorprendió a Thalía. La conversación fluyó de manera agradable, y Dean, a pesar de su aparente seriedad, se mostró amable y participativo. Thalía observaba cómo interactuaba, sintiendo una extraña mezcla de incomodidad y curiosidad.

Durante la cena, Dean se sentó al lado de Thalía, y aunque la comida era excelente y la conversación amena, Thalía no podía evitar distraerse con pensamientos sobre la verdadera razón de su presencia allí. Cada vez que Dean hablaba de manera casual, Thalía se preguntaba si él estaba realmente allí solo para compartir la festividad o si había algún propósito más profundo.

Después de la cena, la familia Morgan se reunió alrededor del árbol para intercambiar regalos. La atmósfera estaba llena de risas y gratitud, y Thalía, a pesar de sus preocupaciones, se permitió disfrutar de los momentos sencillos y felices. Dean observaba desde una esquina, su expresión pensativa mientras veía a la familia de Thalía disfrutar de la celebración.

Thalía se acercó a Dean más tarde, después de que la mayoría de los invitados se habían ido y solo quedaban los más cercanos para el brindis final.

—Dean, ¿por qué viniste hoy? —Preguntó en voz baja, sin poder ocultar la curiosidad que sentía.

Dean la miró con seriedad, y su respuesta llegó en un tono más grave de lo que Thalía esperaba.

—Vine porque quería mostrarte que, a pesar de todo lo que está ocurriendo, no estás sola. Y también porque creo que es importante que comprendas que mi interés en ayudarte es genuino. Esta noche es para ti y tu familia, pero la situación que enfrentamos no ha desaparecido.

Thalía lo miró, notando la intensidad en sus ojos. Aunque aún tenía dudas y preguntas sin responder, en ese momento, el calor de la Navidad y la sinceridad en las palabras de Dean hicieron que se sintiera, aunque temporalmente, un poco más tranquila.

La noche continuó con brindis y más conversaciones, y Thalía, a pesar de sus inquietudes, se sintió reconfortada por la calidez de su hogar y la presencia de aquellos que le importaban. La Navidad, con todas sus complejidades y desafíos, se convirtió en un recordatorio de la importancia de las conexiones humanas y del apoyo que puede encontrarse incluso en los momentos más inesperados.

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